Un hombre recibió nuestras entradas para entrar a una enorme casa que parecía que iba a reventar. Me moví incómodo sobre mi lugar; Ares me había prestado una playera de flores rojas junto a un pantalón negro, y me sentía una persona completamente diferente.
"Ponte esto, no, mejor esto. No, mejor está otra".
Recordé al chico y una pequeña risa se escapó de mis labios. Sí que se había esforzado.
-Pueden pasar.- habló el hombre de mala manera y se hizo a un lado para dejarnos entrar al recinto. Un tanto sorprendido miré los alrededores, las luces violetas y música extremadamente fuerte me descolocaron un poco. Mi pecho temblaba al ritmo de los bajos, además de que mi cuerpo vibraba completamente.
Sentí como Ares sonreía al ver mi reacción, y algo atontado me tomó de la mano para guiarme entre toda la gente que había. Un tanto incómodo, me dejé hacer, obviamente con la excusa de que solamente me sostenía para no perderme.-Te prepararé algo increíble.- dijo casi gritando debido a la gran música y ambos caminamos hasta una enorme mesa con distintas botellas y refrescos.- llámame maestro.
Sonreí.
-Enséñame.
Para sorpresa mía, el contrario no soltó su agarre y simplemente con una sola mano comenzó a servir varias cosas dentro de un vaso. No supe qué demonios era, y no me importó en lo más mínimo cuando lo tomé de un sorbo.
Porque a eso venía, a divertirme, a olvidar todo.
-Más despacio.- dijo Ares sonriente mientras preparaba igualmente una bebida para él.- lo que te di no es un juego.
Me alcé de hombros, no sentía nada en específico.
Así pasmos varias horas, entre bebida y bebida parecía que era una persona nueva. Me agradaba poder mantener aunque sea una conversación con gente de mi edad sin arruinarlo todo o ponerme nervioso. Claro que un factor importante de todo esto era que Ares no se había despegado de mi lado ni un segundo.
-¿Cómo me dijiste que te llamabas?- me preguntó un chico sonriendo. Era bobo, le había repetido mi nombre unas diez veces y seguía olvidándolo.
Daba igual.
-Soy...
-¿Sam?- una voz conocida llamó a mis espaldas y un escalofrío recorrió mi cuello. Sonriendo, me di la vuelta a una velocidad preocupante y casi se me cae el rostro de la sorpresa.
-¿Rosa?- le pregunté caminando rápidamente hasta ella para abrazarla. Sentí como correspondía al movimiento sin preámbulos y mi corazón se achicó.- estas muy diferente, mírate.- la separé de mi y la observé. La chica brillaba con un vestido negro ajustado, sombras igualmente oscuras y el cabello liso. Realmente cambiaba.
-¿Que me mire yo?- preguntó irónica.- mírate tú. Casi no te reconozco.- me halagó animada haciéndome sonrojar.- varias amigas se fijaron en ti Sam, eres una celebridad.- fruncí el ceño.
-¿En serio?- ella rodó los ojos.
-Vamos a bailar.- me tomó de la mano y un tanto perdido la seguí. Busqué a Ares con la mirada, pero no lo encontré, así que desistí.
-No sé bailar.- Rosa me miró con ternura, y repentinamente le llamó a una persona con un grito sordo.
-¡Ey!- una mujer con un traje de árbitro y un silbato volteó. La miré curioso, ¿porqué traía dos botellas?- ¡shot!- me señaló y la contraria se acercó a mi divertida.- ok Sam, ahora, solo traga todo lo que puedas por el mayor tiempo que puedas.
-Espera Rosa...- intenté decirle que yo en mi vida había tomado, pero antes de darme cuenta ya tenía aquel líquido amargo dentro de mi boca, e intentaba tomarlo de una manera preocupante.