Parecía un niño mimado, y es que jamás creí que elegir la ropa que usaría me pondría tan extrañamente feliz. Me agradaba saber que tendría algo que le hiciera pensar en mí cuando me fuera, y me agradaba aún más verle con alguna otra cosa aparte de su usual sudadera negra.
-¿Quieres que te ayude a probarte eso?- le preguntó una empleada de manera gentil, pero gracias a que Sam todavía no estaba acostumbrado demasiado al contacto físico sus mejillas se sonrojaron un poco.
-Creo que estoy bien, gracias.- le respondió de manera amable y se metió de nuevo en el probador.
Gracias a mi y a mi tonto aburrimiento, me deshice de las empleadas que estaban a un lado mío con la excusa de que mi "amigo" se ponía demasiado nervioso dentro de espacios cerrados y caminé hasta el pequeño cuarto en la esquina de la tienda de ropa.
Toqué delicadamente en esta, y un sonido fuerte me hizo saber que algo dentro estaba sucediendo.-¿Sam?- pregunté un tanto confundido y como si de un rayo se tratase, la puerta de abrió, dejando ver al rubio enredado en la playera que le había dicho que se probase.
-Creo que no sirvo para esto.- no pude evitar soltar una carcajada y sin pensármelo dos veces entré al reducido espacio y cerré la puerta detrás de mí.
No me fue difícil notar que apenas cabíamos los dos dentro, y que sí yo diera un paso hasta él, podría estar prácticamente compartiendo el mismo espacio. Intenté alejar todos esos pensamientos, y me dediqué a ser una persona centrada y profesional.-Ven, déjame ayudarte.- le dije mientras tomaba ambos extremos de su playera, sintiendo la cálida piel del contrario ponerse de gallina debido al frío de mis dedos y tragué en seco cuando la retiré. Las mejillas de Sam estaban más que rojas, a la vez que desviaba la mirada de la mía por obvias razones. Noté como inmediatamente cruzaba sus delgados brazos que aún seguían con varias heridas e intentó cubrir la mayor parte de su cuerpo. No podía negarlo, si estuviera haciendo esto con cualquier otro amigo solamente hubiera podido pensar en alguna cosa completamente fuera de contexto.
¿Entonces porqué no podía dejar de mirar la fina y blanca piel del contrario?
-P..pruébate esto.- musité tendiéndole una playera naranja holgada y unos pantalones igualmente flojos. Creyendo que esa sería la mejor opción.
El chico tomó la ropa entre sus manos delicadamente, asintiendo con su cabeza, y me miró directo a los ojos, esperando algo. Sabía que lo hacía, porque yo también esperaba.
Una tensión casi chispeante se sentía entre ambos.Ni siquiera yo sabía qué, ¿compatibilidad? Puede ser.
De repente mi cuerpo había dejado de obedecer las ordenes que mi cerebro le mandaba, y se dignaba a obedecer completamente a mi corazón.-¿Lo sientes?- musitó al final el rubio interrumpiendo todo el tránsito que pasaba por mi cabeza, se le notaba un tanto inseguro. Exhalé todo el aire que mis pulmones podían contener ante ello, y me acerqué nuevamente a él con un pequeño paso, quedando a centímetros de su rostro.
Claro que lo sentía.
-¿Qué cosa?- pregunté, tomando sus manos, y luego subiéndolas hasta su cabeza, aprisionándolo.
-Sabes a lo que me refiero.- susurró.
Sonreí. Sabía que esto estaba mal, sabía que estábamos en un puto probador de un centro comercial, pero aún así deposité un casto beso sobre sus labios, como el primero.
El rubio se tensó, aunque eso no me impidió hacer nada de lo que estaba a punto de hacer. Sam en un acto inconsciente apretó los puños, dándome a entender que no le desagradaba del todo esto.Él me estaba dando su permiso.
No me pregunté más si esto era lo correcto, tan solo volví a hacerlo, y esta vez más lento. Me acerqué hasta él, sintiendo su respiración sobre la mía, observaba sus orbes azules, que fueron desapareciendo poco a poco cuando cerró sus párpados, y no me resistí a hacer lo mismo.
Lo besé lentamente, sincronizando nuestros movimientos en cada segundo que pasaba. Sabía que Sam era torpe en esto, pero no me importaba, porque se sentía increíble.
Ambos nos sumimos en el momento, dándonos esta pequeña muestra de cariño que ninguno se dignaba a admitir. Y parecía que todo iba bien, hasta que algo, o más bien alguien interrumpió el momento.-¿Necesita ayuda señor?- se escuchó la delgada voz de una chica al otro lado de la puerta, sacándonos de nuestra propia burbuja. Tras trastabillar levemente para atrás, las mejillas de Sam se acaloraron nuevamente, y no pude evitar tomarle la mano delicadamente, invitándolo a contestarle a la chica.
-No, ahora estoy bien, gracias.- respondió el chico, nervioso, para después escucharse los pasos de la chica al alejarse de la puerta.
Ambos nos quedamos en un silencio sepulcral, que al final terminó por volverse incómodo.
Di algo.
-Lo siento.- soltaron mis labios repentinamente. Y después de agacharme a su altura y colar otro casto beso sobre sus labios, solté su mano y tomé la perilla de la puerta, dispuesto a salir del pequeño cuarto.
Definitivamente era una de las mejores partes de mi día.
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Ni siquiera le había prestado demasiada atención a la película que habíamos visto gracias a que estaba más concentrado en si a Sam le estaba agradando; las pequeñas risas que soltaba de repente, o la forma en que las palomitas caían de sus manos por mirar solamente a la pantalla me alegraba más que la historia en general, y sinceramente la necesidad de tomarlo de la mano me comió en repetidas ocasiones. Ya no era un adolescente que se ponía nervioso por estas cosas simples, sin embargo sentado en esa sala junto a Sam, me sentí ansioso.
Era agradable volver a sentir lo mismo que sentí cuando era un chico de doce años en su primera cita, creí que las mariposas dentro de mi estómago jamás se volverían a presentar; en cambio aquí estaban, comiéndome vivo una y otra vez.-¿Cómo te pareció?- le pregunté en cuanto salimos de la sala. Su respuesta era más que obvia si considerábamos que la sonrisa en sus labios no había desaparecido desde que las luces se encendieron, y eso me parecía extremadamente lindo.
-Fue increíble.- dijo tomando mi mano, como si no fuera nada, como si fuera algo simple. Mi corazón rebotó y no pude evitar la sonrisa que se escapó de mi rostro; parecía un adolescente, y me avergonzaba de cierta manera.- jamás había ido a un cine, pero todo es enorme y el sonido lo hacía más divertido.
-Bueno...- no supe qué más decir, hasta que algo vino a mi mente de repente. Era la primera vez en mucho tiempo en que me apetecía contar algo de mi vida privada, y me alegraba tanto que fuera con él.- cuando era un niño, mi padre me daba dinero los fines de semana para poder ir al cine; yo tenía diez.- sonreí.- ahora que lo pienso, la diferencia era que antes estaba solo y ahora no.
-Ambos lo estábamos.- respondió alegre.- y ahora no.
Inevitablemente me puse a pensar en el chico de hace varios meses atrás que ni siquiera era capaz de sonreír aún siendo de una forma falsa. Le costaba hacer amigos y se guardaba todo lo que pasaba por su mente; era sorprendente el cómo un ambiente familiar puede destruirte completamente, y lo era más el saber que su padre había estado consumiendo toda la esencia que hacía a Sam, Sam.
-Ahora no.- repetí abrazándolo por el cuello delicadamente sin importarme las diversas miradas hacia nuestras personas. Podía soportarlo todo, realmente todo.
-¿Quieres hacer algo más?- me miró curioso, como si esperara mis indicaciones para saber hacia dónde caminar; y fue ahí en donde me di cuenta de que realmente estaba cansado.
-¿Qué te parece si compramos algo para tomar y así tachamos dos puntos de mi lista?