El ser humano es una especie dependiente por naturaleza. Desde pequeños nos han enseñado a ser parte de un grupo para sobrevivir, intentamos congeniar con quien sea para no quedarnos solos. Nuestra necesidad es tan intensa que hasta solemos creer en un ser más grande que nosotros para tener la vaga esperanza de que alguien va a venir a salvarnos de todo esto, que no venimos a este mundo en vano.
He entendido que una persona solitaria es el blanco fácil para las personas abusivas, por lo que simplemente el ser parte de alguien que ni siquiera te agrada te convierte básicamente en un protegido.
No niego el hecho de que es cobarde el hacerlo, pero siempre le he temido a la desolación.-Hey, Vitali.- escuché a lo lejos en los pasillos de la escuela mi apellido, cosa que me hizo voltear lentamente y notar que el que había gritado era Juan. No sabía su apellido, pero todos lo conocíamos por ser el líder del equipo de fútbol de la escuela.
Forcé una sonrisa.-Hey, Juan.- esperé a que el llegara a mi lado para chocar los cinco a modo de saludo. Se le notaba alegre.
-Estaba pensando en ir a Arnold's para celebrar la victoria que tuvo el equipo este sábado.- comenzó a contarme mientras se unía a la caminata en la que me encontraba antes de que él me distrajera.
-Eso es genial hermano. Felicidades.- fingí alegrarme por su victoria, pero no era algo que me importara en realidad. El contrario sonrió a modo de agradecimiento y mientras apretaba las correas que tenían su mochila se dispuso a hablar nuevamente.
-Los chicos me preguntan si querrías acompañarnos.- detuve mi andar y lo miré extrañado. No entendía el porqué el equipo de fútbol quería que yo los acompañase en su noche, ellos habían ganado, no yo.
-¿Y eso?- disimulé mi sorpresa.- no creo tener que ver con el equipo.- Eso le arrancó una sonrisa para después comenzar a rascar su cabeza en señal de nerviosismo.
-Queríamos...- titubeó unos minutos.- ya sabes... ir por una chicas terminado de almorzar. ¿Y quién mejor para conseguir mujeres que Nilak Vitali?- sonreí falsamente, pensando en cómo me libraría de esto. No quería pasar esta noche en otro lugar que no fuera mi cama, pero eso no pareció importarle a Juan, quien pasó su brazo alrededor de mi hombro a la vez que suplicaba que accediera.
-No lo entiendo. Eres guapo.- le dije.- no me necesitan.
En serio, no quería ir.
-Oh sí lo hacemos.- insistió.- cuando las chicas ven a un atractivo italiano se acercan de manera automática.
Fruncí el ceño, pensando el qué hacer.
Los adolescentes son extraños en sí, te niegas a una salida a la que alguien te invita y terminas sin ser invitado a los lugares nuevos a los que ellos acuden, es regla general. Mi mente me suplicaba que no, pero mi temor al quedarme solo me venció, por lo que más a fuerzas que de ganas, accedí.-Bien, iremos.
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Entramos todos juntos al pequeño local que la pizzería portaba. Lo primero que noté fue que la decoración era muy agradable.
-Bienvenidos.- escuché a lo lejos que decía el encargado del local, cosa que no creí que los chicos lo hayan escuchado, ya que pasaron directamente hasta la mesa del fondo.
Siguiéndolos sin mucho afán y sin mirar a otro sitio que no sean las paredes. Me acerqué hasta la mesa y me senté en el último lugar que restaba. No presté demasiada atención a la plática que estaban teniendo los presentes, solamente pude distinguir que hablaban de una chica pelirroja que atendía las mesas. La miré unos segundos desinteresadamente, pero no llamó mi atención; nadie lo hacía de todas formas.-¿Puedo tomar su orden?- habló una voz ligeramente ronca haciendo que todos los presentes en la mesa, y conmigo incluido, retiráramos la vista de la chica pelirroja y la centramos en el rubio que sostenía una pequeña libreta sobre sus manos.
En el momento en el que nuestros ojos se conectaron, supe que no era nadie más que Sam Palacios, la persona con la cual se metía Matt y todo su asqueroso grupo. Pareció que yo no fui el único que se dio cuenta de ello, ya que Juan le dió un codazo al chico que estaba a un lado de él y le hizo unas señas con la cabeza antes de sonreír y comenzar a hablar.-Anda, pero si eres Sam.- comentó.- no sabíamos que trabajabas aquí hombre.- el rubio no pareció inmutarse, y ninguno del grupo de presentes nos esperamos su respuesta.
-Y yo no sabía quienes eran ustedes.- uno de los chicos casi escupe para comenzar a reírse. A lo que Juan hizo una expresión de odiarlo con el rostro.
Debía de admitir que había sido un tanto gracioso, por primera vez en el día sonreí de una manera verídica y no fingida.-Como sea.- volvió a hablar con una cara de pocos amigos.- queremos una pizza familiar de carnes frías.- el contrario comenzó a anotar en la libreta rápidamente, para después de decirnos que las bebidas eran por parte de la casa para estudiantes salir andando de ahí a pasos rápidos.
Mi cabeza se giró en su dirección y no la despegué de ahí. Sus mechones rubios se movían acompasados con su andar y el uniforme del trabajo le daba un aspecto completamente diferente al que tenía en la escuela.
El chico después de unos minutos comenzó a limpiar una barra de comida rápida, y aunque sabía que eso no tenía nada de interesante mis ojos no salían de él. Pensando qué era lo que llamaba tanto mi atención.
No me importaba lo que decían los presentes en la mesa, y tampoco caí en cuenta del tiempo que había pasado mirando al chico hasta que el rubio algo incómodo volteó en mi dirección. Nuestros ojos chocaron pero aún así no retiré mi mirada de sus orbes azules, el sonrojo en sus mejillas fue cada vez más notorio, y me dediqué a observar sus pómulos rojizos hasta que el contrario se dignó a darse la vuelta.Era lindo.
-Entonces...- habló uno de los presentes en la mesa, el cual creo que se llamaba Mario.- ¿a dónde después de aquí?- no supe el porqué, pero todos voltearon al unísono para mirarme fijamente. Esperando a que hablase.
Suspiré cansado a la vez que me acomodaba sobre la silla.
-Podemos ir al centro comercial.- los chicos asintieron y volvieron a su plática. Mientras que yo en el fondo deseaba con todas mis fuerzas salir de ahí a la mayor velocidad posible.
Dependencia enfermiza a ser aceptado.