Sam | Ratas

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Existen muchas cosas que hacemos para sobrevivir en verdad. Los seres humanos somos tan escurridizos como unas ratas de alcantarilla luchando por el último pedazo de carne.

¿Para qué nos sirven las relaciones?, ¿porqué joderle la vida a las demás personas? Yo estaría bien si solo me dejaran en paz, pero pareciera que las personas se sienten bien con cosas tan inservibles como meterse conmigo.
Incluso yo me llegué a sentir atraído por cosas sin sentido que al final siempre terminan arruinando todo.

-¿Día pesado?- me preguntó Rosa mientras secábamos los últimos trastes de la noche. Noté que no dejaba de mirar el moretón sobre mi ojo, cosa que lo volvía más incómodo de lo que debería de ser.

-Bueno.- suspiré cansado.- un poco.- la chica a un lado mío solamente frunció el ceño en señal del que el suyo había sido igual, pero al final no dijo nada más que un simple:

-A veces las personas pueden llegar a ser una completa basura, que no te engañen.- y continuamos lavando sin ninguna interrupción.

Rosa siempre había sido una chica sociable debido a su apariencia. Estábamos en escuelas diferentes, pero no dudaba el hecho de que si ambos estuviéramos juntos, ella sería la única que me agradaría en todo el lugar.

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Llegué a mi casa más cansado de lo habitual. Sentía que todo estaba en contra mía en los últimos días con el aspecto de mi padre, la herida, mi cambio de salón y la reasignación de equipos para el proyecto en parejas; aunque no me desagradara del todo Nilak, algo me hacía estar intranquilo al estar a su lado. Era una completa tortura y ahora tenía que pasar junto a él un gran tiempo trabajando en un escrito que no nos iba a servir ni en nuestra más remota adultez.
Ignorando a mi padre, quien estaba recostado sobre el asiento desmayado, apagué la televisión que se había quedado encendida en un canal de compra y venta y subí hasta mi habitación a paso rápido. Todo era una basura total hasta que llegaba a estas cuatro paredes en las cuales podía sentirme seguro, confiado.

Saqué una playera larga negra que usaba como pijama y un par de calzoncillos distraídamente del armario, el olor a pizza estaba incrustado en mi cuerpo, cosa que no me agradaba en lo absoluto.
Entré al baño lentamente, y después de cerrar la puerta pude respirar por primera vez en el día. Observé a mi alrededor y sin dejarme para más preámbulos comencé a desvestirme; retirando delicadamente las vendas que estaban sobre mis muñecas, que aunque ardieron un poco me dieron algo de paz al momento de poder respirar.
No me importaba demasiado, yo no era de esos chicos que hacían todo esto por moda, en algún punto de mi vida me llegó a parecer reconfortante la idea de no sentir nada más que vacío al momento de estar solo y encerrado en mi habitación; me había llegado a encantar el sentir por lo menos un poco de dolor.

Al final solo quería morir, pero el temor a lo que habría después de vaciar mi cuerpo de la sangre vital me carcomía completamente por dentro.
Todo eso no estaba conocido ni en lo más mínimo, y yo no sabía qué era lo que le avecinaba a mi persona.

Valía mierda.

Me di una ducha larga cuidando mis heridas, las que ya no ardían tanto como hace unas semanas. El sentir el agua caliente sobre mi piel me ayudó a relajarme por momentos, pero al salir de la regadera la vida volvió a golpearme fuertemente.
Lentamente me coloqué mi ropa interior a la vez que mi playera negra y salí del pequeño cuarto cansado. Mi celular yacía a un lado de la cama cargándose como siempre, y un tanto curioso lo tomé entre mis manos delicadamente; mis ojos se abrieron sorprendidos cuando noté al momento de desbloquearlo que no se encontraba un triste fondo de pantalla en blanco, sino que ahora había un mensaje de texto marcado sobre la pantalla. El número no estaba registrado, pero el escrito dejaba en claro quién era:

Soy Nilak, veamos lo del proyecto.

Desbloqueé el aparato y me decidí a contestarle rápidamente.

Hola, ¿te gustaría reunirte o algo?

Esperando a que contestara, desvíe mi atención hasta el historial de chats, notando que apenas tenía tres contactos. El sentirme frustrado cada vez que veía mi celular era algo horrible por eso había dejado de llevarlo conmigo, y eso después de un tiempo solo se volvió un hábito.
Una notificación en la parte alta de la pantalla me hizo saber que el pelinegro había contestado, ¿no tenía nada que hacer?

¿Te parece bien en mi casa? Nunca hay nadie.

*ok, pásame tu dirección.

No te preocupes, te llevo desde la escuela mañana

Fruncí el ceño ante su respuesta a la vez que bloqueaba mi celular y lo dejaba sobre la mesa bruscamente. Me sentía tan cansado de todo, que simplemente cerré los ojos sobre mi cama y me quedé dormido en cuestión de segundos.

Todos éramos como ratas, simplemente esperando algo, tal vez una trampa o comida. Pero al fin de cuentas, esperábamos.

NilakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora