Nilak | Muros

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Desde pequeño siempre pensé que todo se reducía en unos muros. El que se debe de saltar para ir a la escuela, el que se debe de evadir para no acabar perdido ni muerto, y luego estaba el más importante; el que construía yo, para separarme de la gente que me rodeaba.
No ayuda confiar en alguien, hacer amigos, y menos el enamorarte. Debes levantar un muro que te separe del resto del mundo, ya que hay personas demasiado peligrosas. Y al final, cuando menos te lo esperabas, todo se reduce a unos muros que construyes con arena, rogando para que nadie los salte.

No culpaba a ningún alma por el hecho de que aunque yo me sintiera tan solo al grado de querer morir, seguía alejando a las personas de la misma manera. Tampoco creía que todos eran falsos, simplemente nadie había logrado llenar ese pequeño vacío que mi pecho sentía.
Me asustaba el sentirme menos solo cuando Sam me miraba, o tal vez me molestaba que solo lo hiciera él. ¿Porqué no podía hacerme sentir eso una chica linda y popular? Al menos ella no bajaría mi estatus en la cadena alimenticia de la escuela.

Golpeé mi cabeza ante ese pensamiento, me molestaba el no poder acercarme al rubio por ese tan simple y estupido hecho. También me hacía sentir una persona que solamente quería la aprobación ajena para poder seguir sobreviviendo; no quería ser alguien con esos ideales de vida.

Mierda.

-¿Algún problema Vitali?- me preguntó la maestra, a lo cual varias personas se giraron sobre sus asientos para mirarme curiosos. Al momento en que lo hicieron, fruncí el ceño molesto, ¿a ellos qué les importaba?

-No, ninguno.- le respondí de la manera más amable posible. Solo recibí como respuesta una mirada severa.

-Bien, da igual.- finalizó tomando la fina hoja que sostenía entre sus dedos y continuar leyendo.- Vitali, tú no tienes pareja para el proyecto final del semestre, ¿o me equivoco?- negué en respuesta.

-Yo puedo ser su compañera maestra.- vi cómo Ana levantaba su mano rápidamente. No la culpaba por querer acercarse a mí después de habernos acostado, pero no me gustaba la idea de tener algo serio por el momento.

O tal vez por nunca.

-Silencio, Santillán.- levantó un dedo hasta su dirección y la chica volvió a bajar su brazo apenada. Le agradecí internamente a la maestra, hasta que esta volvió a hablar.- irás con...- ajustó los lentes con sus arrugados dedos mirando a cada uno de los estudiantes que estaban presentes.
No me importaba demasiado quién sería mi compañero, pero aún así mi interior estaba un poco nervioso.- Palacios.- al fin respondió.- irás con Palacios.

Tenía que ser una broma.

Oí como el contrario se removía incómodo sobre su pupitre, cosa que inesperadamente picó una parte de mi pecho. Decidí no tomarle demasiada importancia aunque la respiración me pesara ligeramente, sin quererlo mi mirada se desviaba hasta el rubio que prestaba demasiada atención a la clase. Observé sus facciones definidas y sus orbes azules las cuales al ser iluminadas por el sol se notaban más claras.
Tragué en seco y me acomodé en mi silla volteando hacia otra dirección. No podía creerlo, simplemente no podía; sin resistir más, arranqué un pedazo pequeño de papel de una de mis libretas y escribí en él rápidamente.

Pásame tu número.

Noté como el contrario fruncía el ceño a la vez que me miraba confundido. No le devolví la vista y fingí tomar apuntes de la aburrida clase de química.
Tamborileé ligeramente sobre mi lugar, esperando una respuesta que no tardó ni dos minutos en llegar.

*¿para qué?

Rodé los ojos antes de volver a escribir, cuidando que la profesora no volteara en nuestra dirección para nada.

Para el tonto proyecto, tenemos que ponernos de acuerdo.

Lo lancé. Me lo devolvió.

*4441112139

¿Porqué este chico siempre era tan frío?
Algo cansado, doblé el papel y me lo guardé en el bolsillo delantero de mis pantalones para por fin, por primera vez en toda la mañana, prestarle atención a la maestra.

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Llegué a casa, y como siempre, no había nadie en este mísero lugar. Tomé mi mochila y la lancé delicadamente al otro extremo del pasillo sin importarme mucho que nos hubieran dejado tarea de lectura.
Miré las paredes blancas y enormes con desinterés, sintiéndome de una extraña manera mejor a otros momentos que había pasado solo en este lugar; por lo menos en este día tenía algo que hacer que no sea recostarme en mi cama o salir con personas que no me agradaban.

Caminé hasta la cocina lentamente, para abrir con simpleza el refrigerador y sacar una manzana de este. Un tanto pensativo, metí mi mano en la pequeña bolsa delantera de mi pantalón y saqué el papel en el que había intercambiado una pequeña platica con Sam.
Lo desdoblé con cuidado, dejando la manzana sobre la mesa para hacerlo con ambas manos, y observé su contenido. Extrañamente el chico escribía con un lapicero rosa, sonreí y coloqué mi pulgar en su fina letra cursiva, sintiendo la textura de esta.

Y una mierda, ¿porqué lo hacía?

Saqué mi celular del otro bolsillo, y después de abrir la aplicación de teclado, ingresé el número escrito en el papel blanco. No tardé mucho en agregarlo a mis contactos con su primer nombre y mandarle un mensaje simple.

-Soy Nilak, veamos lo del proyecto.

Intenté hacerlo lo más efímero posible y después de unos momentos decidí que eso sería lo mejor. De una manera concreta.
Tomé mi manzana y salí de la cocina caminando, llegué a un extenso pasillo que daba a la segunda planta y después de subir las escaleras a paso veloz, llegué finalmente a mi habitación.
No me sentí mejor ni peor en cuanto me recosté sobre la cama, aunque mirando el blanco techo, no pude evitar pensar en los muchos hematomas que el rubio poseía en todo su cuerpo. Mi mente se removió al imaginarme a alguna persona hacerle daño, y sin querer ya me estaba preocupando por alguien.

Yo, Nilak, me estaba preocupando por otra persona. Me imaginé teniendo una plática normal con el chico, hasta llegando a ser amigos y pude sonreír.
Entonces fue ahí, recostado en mi cama, en cuanto supe que había que decidirse. Los muros no mantienen a los demás fuera, sino a ti dentro. Los humanos generamos problemas, somos así. Podemos pasarnos la vida levantando muros, o arriesgándote y saltándolos.
Aunque hayan muros demasiado peligrosos o difíciles para treparlos, al final son los que te regalan una mejor vista de la vida.

NilakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora