Adentro del espejo

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El helicóptero tambaleaba con cada giro que intentaba dar, y yo sentía que, en cualquier momento, la cosa entera se desarmaría en el aire. 

—Intenta ir más estabilizado, a este paso nos estrellaremos.

—No es fácil hacerlo con una mano, ¿sabes?—le dije a Liora mientras luchaba por mantener la máquina en el aire. ¿Dónde hay que ir? No tenemos la más mínima idea.

Liora, con un tono a medias entre broma y seriedad, respondió.

—Por eso yo traje el mapa, alguien tiene que compensar tus habilidades de piloto—movía las cejas mientras sacaba un trozo de papel viejo y arrugado de su mochila.

—Dobla acá, ahora a la izquierda... no, a la otra izquierda. ¡Derecha, Xieven!—gritaba mientras yo intentaba seguir sus instrucciones. Su tono, aunque un poco sarcástico, era lo que me mantenía enfocado. Después de un rato, y con el helicóptero casi a punto de desmoronarse, logramos ver las ruinas de Ashwood abajo.

El caos y la desolación dominaban el paisaje. No había ni un alma en los alrededores, ni animales, ni sonidos, sólo el eco del silencio roto por el chirrido de la puerta de la cabaña de Alonsso al abrirse. Nessa fue la primera en aparecer, corriendo hacia mí y envolviéndome en un abrazo. 

—Guarda silencio—susurró con urgencia.

Dentro de la cabaña, Alonsso nos recibió con una mirada de preocupación. 

—Volvió hace poco—murmuró—Está muy enojado, destruye todo lo que oye. ¿Conseguiste lo que buscabas?

Asentí, sacando dos fragmentos de mi bolsillo y mostrándolos. Nessa, con una sonrisa leve pero cansada, sacó los otros dos y me los entregó. 

—Ahora, ¿cómo se hace esto?—pregunté, confundido al ver los fragmentos en mis manos.

—Entrégamelos—dijo Liora, estirando las manos con firmeza. 

Con cuidado, tomó los fragmentos y los posicionó de una manera que parecía casi ritualística. Un destello de luz surgió de ellos, y ante nuestros ojos se materializó un portal negro, un vórtice oscuro que parecía absorber la luz misma.

—Recuerden lo que leímos—dijo Liora con un tono grave—Una vez dentro, nuestras cualidades se irán a la inversa. Debemos encontrar el espejo y regresar lo más rápido posible.

Nos miramos entre todos, con una mezcla de seguridad y temor en nuestros rostros, y sin decir nada más, Frieya, Liora y yo nos lanzamos al portal. De inmediato, una sensación extraña se apoderó de mí. Sentía que algo en mí estaba cambiando, pero no podía decir exactamente qué era.

Un ruido entre los árboles me hizo saltar, y el causante se mostró, era un ratón. Mi corazón latía con fuerza, pero Liora, con una voz calmada, dijo algo que me pareció extraño.

—No te preocupes, es una simple rana—aunque su comentario erra erróneo, su tono me relajó un poco, pero algo me decía que debíamos estar en guardia.

Avanzamos hasta un pueblo que, a pesar de ser diferente, se parecía extrañamente a Greyton, el pueblo más cercano a Ashwood. Todo estaba deformado, como si estuviéramos en una versión distorsionada de la realidad.

Entramos a un bar para preguntar por el espejo, y fue Frieya quien tomó la iniciativa. 

—Ehh, ¿cantinero?—dijo con una voz temblorosa y llena de timidez.

El cantinero se dio la vuelta y, al verlo, los tres quedamos paralizados. Era Faragus, el mismísimo Faragus. Pero había algo diferente en él. Era... más agradable, menos intimidante, y llevaba un parche en el ojo y un brazo robótico.

—¿Por qué me miran así? Es como si hubieran visto un fantasma—dijo, con voz llena de curiosidad.

—¿Tú... no sabes quiénes somos?—preguntó Frieya con cautela.

Faragus nos miró con una expresión confusa. 

—Tu cara se me hace conocida, pero todo lo que pasó antes de la semana pasada es muy confuso para mí. Podría decir que padezco amnesia. ¿Por qué la pregunta? ¿Me conocen?

La idea de que Faragus, el imponente y temido Faragus, tuviera amnesia era casi imposible de creer. Pero, si era cierto, eso significaba que no sabría dónde estaba el espejo. Decidimos no darle muchas vueltas al tema.

De repente, Faragus notó mi brazo. 

—Me dejas ver eso?—preguntó, señalando mi muñón con su brazo robótico.

Asentí tímidamente, levantando el brazo. Él lo estudió con cuidado, como si estuviera buscando algo. 

—Me pasó lo mismo que a ti, pero con el brazo completo. Me dijeron que una roca me había caído encima y no pudieron salvar mi brazo. ¿Te llevo hasta el herrero que me ayudó? Siempre es bueno ayudar a la gente, el gesto se te puede devolver.

—Sí... eso estaría bien—respondí, aún procesando todo lo que estaba pasando.

Nos guió hasta una herrería no muy lejos del bar. El lugar era imponente, lleno de herramientas que parecían sacadas de una pesadilla mecánica. Faragus tocó la puerta, y un hombre de casi dos metros con dos brazos robóticos abrió. Al verlo, sentí que la situación se volvía aún más surrealista. ¿Dónde estábamos realmente?

Faragus presentó al herrero y, por un momento, el tiempo pareció detenerse mientras los tres intercambiábamos miradas de incredulidad. ¿Qué estaba sucediendo en este mundo al revés, y cómo íbamos a encontrar el espejo en un lugar tan distorsionado?

-Continuará...-

Corazón de Brujo [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora