Fin

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En medio de aquella confrontación, en el momento en que me abrí emocionalmente al Profeta, vi un destello de comprensión en sus ojos. Pero esa comprensión no era suficiente para detener la furia que ardía dentro de él. Justo cuando pensé que podría haber un final pacífico, sentí una energía poderosa acercándose a mí. Woncrack, quien había permanecido en las sombras, decidió intervenir.

—Invoqué un antiguo conjuro—dijo Woncrack—uno que no es para dañar, sino para sellar.

Lo observé mientras materializaba una esfera de cristal en sus manos, irradiando un aura antigua y poderosa. Sabía que este objeto no era algo común. Woncrack continuó explicando.

—Este conjuro está diseñado para atrapar a una entidad en un bucle eterno de su propio ser, incapaz de escapar de su propia naturaleza.

El cristal, brillante y pulsante con energía, fue lanzado hacia mí. Lo atrapé instintivamente, sintiendo su peso y poder. En mi mente, las palabras de Woncrack resonaban con claridad. Sabía lo que tenía que hacer.

No quería destruir al Profeta, no porque no lo mereciera, sino porque destruirlo significaría destruir una parte de mí mismo. Pero atraparlo en su propia mente, donde sería obligado a enfrentar sus demonios por toda la eternidad, era algo que podía hacer.

Mientras sostenía la esfera de cristal, miré al Profeta con compasión.

—¿Sabes? Fuiste una buena amenaza—le dije, intentando mantener la calma en mi voz—me hiciste abrir los ojos. No pensé que nuestras vidas diferentes nos convertirían en algo tan opuesto, siendo la misma persona. Te doy un momento para rendirte.

El Profeta me miró con desprecio, sus ojos ardían con odio puro. 

—No tomaré tu oportunidad—respondió con una voz llena de veneno—no pienso rendirme ante ti, eres tú quien me quitó todo.

Con un rugido de rabia, se lanzó hacia mí, con espada en mano. Sus movimientos eran rápidos, pero ya los había anticipado. Esquivé su ataque por poco, sintiendo el filo de su espada rozar mi costado otra vez. Sabía que tenía que actuar rápido. Intenté usar la bola de cristal para atraparlo, pero nada ocurrió. No sentí la conexión necesaria para activar el conjuro.

—¡Woncrack!—grité, buscando desesperadamente una solución.

La voz de Woncrack resonó en el viento. 

—El conjuro requiere un sacrificio, Xieven. Debes entregar una parte de tu propio ser, una parte que te conecte con el Profeta.

Esas palabras cayeron sobre mí como una sentencia. Sabía lo que eso significaba, y la decisión no era fácil. Podía sentir el peso de mis años de estudio, de la magia que había aprendido y dominado, de todo lo que me había definido como Xieven. Pero entendí que este era el único camino. Sin dudarlo, supe lo que tenía que hacer.

Con un suspiro profundo, acepté el sacrificio. 

—Que así sea—murmuré para mí mismo.

Extendí mi mano hacia la esfera de cristal y, en un acto de voluntad suprema, transferí toda mi magia a ella. Sentí cómo la energía mágica fluía de mi cuerpo, siendo absorbida por la bola de cristal. Cada hechizo, cada encantamiento, cada destello de poder que alguna vez había manejado, se desvaneció de mí, dejando un vacío que nunca antes había sentido.

De repente, la esfera comenzó a brillar con una intensidad cegadora, y el Profeta, quien había estado listo para atacarme nuevamente, se detuvo en seco. Una fuerza invisible lo envolvió, tirando de él hacia la esfera. Sus ojos se abrieron de par en par, comprendiendo lo que estaba ocurriendo.

—No...—susurró, mientras su cuerpo comenzaba a desvanecerse, siendo absorbido por la esfera. Antes de desaparecer por completo, me lanzó una última mirada llena de odio—la maldición... te matará algún día—dijo con un tono que resonó en mi alma, una amenaza que sabía que no podría ignorar.

Y entonces, en un instante, el Profeta se desvaneció, atrapado dentro de la esfera de cristal, encarcelado en un bucle eterno de su propia mente. El silencio que siguió fue ensordecedor, una calma inquietante después de la tormenta.

Todo Ashwood volvió a la vida, como si la oscuridad que había estado presente durante tanto tiempo finalmente hubiera sido expulsada. La gente comenzó a celebrar, al principio tímidamente, luego con una alegría que no había visto en años. Sabía que esta vez era diferente. Esta vez, la amenaza había sido erradicada para siempre.

Pero mientras los otros celebraban, yo me quedé allí, sosteniendo la esfera vacía que había contenido toda mi magia. Sentía el peso de lo que había perdido, de lo que había sacrificado para asegurar la paz. Sin mi magia, me sentía extraño, como un hombre desnudo en medio de una multitud.

Y mientras el viento soplaba suavemente a mi alrededor, supe que mi batalla había terminado. Pero el eco de las palabras del Profeta seguía resonando en mi mente, una advertencia que no podía ignorar. Por ahora, Ashwood estaba a salvo, y la paz había regresado, pero sabía que algún día, la maldición de la que hablaba podría buscarme. Hasta entonces, viviría mi vida como un hombre común, libre de la carga de la magia, pero siempre vigilante.

-Continuará...-

Corazón de Brujo [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora