En la madrugada de la mañana siguiente, cuando apenas estaba saliendo el sol, fui despertado por un gran peso inesperado encima de mí. Sentí un golpe y un grito alegre.
—¡¿Sabes qué día es hoy?!—gritó Frieya, con su cara emocionada y con una sonrisa de oreja a oreja.
Medio dormido, me froté los ojos y balbuceé apenas consiente.
—Hmmm... ¿Miércoles?
Frieya soltó una carcajada y sacudió mi cuerpo con entusiasmo.
—¡No, tonto! ¡Es el carnaval!
La emoción en su voz fue contagiosa. Salté de la cama, mientras mi sueño se desvanecía rápidamente, y me vestí a toda prisa, sin importarme la presencia de Frieya. Nos conocíamos tan bien y éramos tan íntimos que el hecho de verme así no era algo que me preocupara.
—Vamos, vamos, rápido, apúrate—me apuró Frieya, esperándome impaciente en la entrada.
Cuando llegamos al carnaval, el aire estaba lleno de risas, música y el ruido de la multitud. Las calles estaban adornadas con colores vibrantes y luces brillantes, creando un ambiente mágico que contrastaba con la dureza de nuestra vida diaria. Nos sumergimos en la alegría del festival, olvidando por un momento nuestras preocupaciones.
Jugamos a varios juegos, desde tirar aros hasta lanzar dardos. En uno de ellos, logré ganar un oso de peluche enorme, que entregué a Frieya con una sonrisa de ganador.
—Para ti—le dije, mientras ella lo abrazaba con alegría.
—¡Gracias, Xieven! Es adorable—respondió, con sus ojos brillando de felicidad.
Todo parecía perfecto, hasta que noté las miradas hostiles de algunas personas a nuestro alrededor. Comenzaron a murmurar y a señalarnos, y pronto los murmullos se convirtieron en abucheos.
—¡Súbditos de Lord Faragus!—gritó alguien.
—¡Asesinos!—añadió otro.
El ambiente festivo se convirtió en un escenario de odio. Intenté mantener la calma, pero cada insulto era como una daga en mi corazón. Frieya me tomó del brazo, intentando llevarme lejos de la multitud enfurecida, pero no pude soportarlo más. Con lágrimas en los ojos, me volví hacia Frieya y susurré.
—Tenemos que irnos.
Ella me asintió, comprendiendo mi dolor sin necesidad de palabras. Nos alejamos rápidamente del carnaval, mis sollozos ahogados resonaban en mis oídos. Frieya me guió hasta un lago cercano, un lugar tranquilo y alejado de la multitud.
—Recuerdas este lugar?—preguntó suavemente, con una mirada llena de compasión.
Le dije que sí, limpiándome las lágrimas. Era el lugar donde habíamos tenido nuestro primer entrenamiento juntos, años atrás. El recuerdo me inundó, trayendo consigo nostalgia y ternura.
[Flashback]
El sol brillaba intensamente aquel día, reflejándose en la superficie del lago. Frieya y yo sosteníamos espadas de madera, listos para nuestro primer entrenamiento, donde nos mirábamos con mucho nerviosismo.
—Vamos, Xieven, tú puedes hacerlo—me animó Frieya, adoptando una postura de combate.
Tomé una respiración profunda y levanté mi espada, imitando su postura. Nos lanzamos el uno contra el otro con entusiasmo infantil, pero nuestra falta de experiencia nos hizo tropezar y caer más veces de las que logramos golpearnos.
—¡Ay!—grité, frotándome el trasero después de una dura caída.
Frieya se reía tanto que apenas podía mantenerse en pie.
—¡No sabía que las espadas de madera eran tan peligrosas!—dijo, riéndose.
La escena era tan ridícula que no pude evitar reírme también. Nos levantamos y volvimos a intentarlo, cada caída y cada golpe fortalecía nuestra amistad.
—¡Esta vez te ganaré!—gritó Frieya, con una competitividad brillando en sus ojos.
—¡En tus sueños!—le respondí, riendo mientras me preparaba para la siguiente ronda.
A pesar de nuestras torpezas, esos momentos fueron fundamentales para nosotros. Nos enseñaron a confiar el uno en el otro y a encontrar fuerza en nosotros. Cada caída era una lección, cada risa, un recordatorio de que no estábamos solos.
[Termina Flashback]
De vuelta en el presente, el lago seguía tan tranquilo como lo recordaba. Frieya y yo nos sentamos junto a la orilla, dejando que el silencio y la paz del lugar calmaran nuestras heridas.
—Siempre has sido fuerte, Xieven. No dejes que las palabras de esas personas te afecten. Sabes quién eres y por qué luchas—dijo Frieya.
La miré, agradecido por su apoyo incondicional. Ella siempre sabía cómo levantarme, cómo recordarme que tenía un propósito y que no estaba solo en mi lucha.
—No sé qué haría sin ti—le respondí con voz aún temblorosa.
—Y yo sin ti—replicó ella, sonriendo—Somos un equipo, ¿recuerdas? Lo dijiste tú hace cuatro años.
El dolor de las palabras de la gente en el carnaval todavía ardía en mi pecho, pero la fuerza de nuestra amistad era un bálsamo que lo calmaba.
—Vamos a seguir adelante, Xieven. No importa lo que digan. Sabemos quiénes somos y lo que hemos pasado. Y juntos, encontraremos nuestro destino.
Pasamos el resto del día junto al lago, hablando de nuestros sueños y planes, y recordando esos momentos de entrenamiento que nos habían construido. Con cada palabra, con cada risa, sentí que recuperaba un poco de mi fuerza.
El sol comenzó a ponerse, bañando el lago en tonos dorados y anaranjados. Frieya se levantó y me tendió una mano.
—Es hora de volver—dijo—Pero recuerda, Xieven, siempre tendremos este lugar. Siempre tendremos nuestros recuerdos y nuestra amistad.
Tomé su mano y nos dirigimos de regreso a la base de los templarios. Mientras caminábamos, supe que, sin importar lo que el futuro nos deparara, siempre tendríamos ese lazo que nos unía. La amistad que habíamos forjado en medio del dolor y la lucha era más fuerte que cualquier abucheo o insulto.
-Continuará...-
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Corazón de Brujo [TERMINADA]
FantasiaEn el pequeño pueblo del clan Fischer, la vida de Xieven, un niño de diez años, transcurre en armonía y alegría. Sin embargo, una noche cambia su destino para siempre. Un grupo de templarios liderados por el despiadado Lord Faragus irrumpe en el pue...