La Llama Eterna

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Después de que los tres desaparecieran, el agotamiento cayó sobre nosotros como un manto pesado. Sentí mis piernas ceder y me dejé caer al suelo junto a los otros brujos que habían sobrevivido. El aire estaba lleno del olor de la tierra quemada y la ceniza, pero en ese momento, no importaba. Habíamos sobrevivido, y eso era lo único que importaba.

Frieya, Nessa y Oxalis corrieron hacia mí, con sus rostros llenos de preocupación. 

—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?—preguntaron casi al mismo tiempo.

Levanté mi pulgar, forzando una sonrisa cansada. 

—Estoy bien—dije, aunque la verdad era que me sentía como si hubiera pasado por el infierno y vuelto. Con esfuerzo, me levanté y entré en la cabaña, necesitaba un momento de paz. Al entrar, las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas. 

—El profeta... es una versión mala de mí.

Pasaron dos años desde que dije eso. La amenaza de que Xiekonix pudiera atacar de nuevo nos forzó a tomar medidas drásticas. Nuestra ciudad, nuestro hogar, se construyó bajo tierra. Era un lugar seguro, lejos de las miradas del mundo exterior, un refugio donde los sobrevivientes podían vivir en armonía. Ahora tengo 21 años, y aunque la vida bajo tierra era estable, no había un solo día en que no recordara la batalla en Ashwood y lo que habíamos perdido.

Frieya y yo seguimos juntos, enfrentando cada desafío como pareja. Las niñas ya casi eran adultas, cada una desarrollando sus propios talentos y caminos en este nuevo mundo subterráneo. Liora, por su parte, seguía investigando algo que ella creía ser la clave para derrotar a Xiekonix. A veces hablaba de ello en susurros, sus ojos brillaban con una intensidad que sólo alguien con una misión tan profunda podía tener. Pero Woncrack... él desapareció ese día junto al Arco de los Deseos. Desde entonces, no lo hemos vuelto a ver.

A pesar de todo, aquellos de nosotros que habíamos sobrevivido vivíamos en paz, si es que se podía llamar así, bajo la superficie de la tierra. Hasta que un día, esa paz fue interrumpida.

Liora llegó corriendo, con un rostro lleno de una mezcla de emoción y urgencia. 

—Xieven, creo que por fin lo descubrí, pero necesito tu ayuda—dijo, con una respiración agitada.

—¿Qué has descubierto ahora?—pregunté, aunque sabía que, viniendo de Liora, sería algo grande.

—No estoy segura, pero vamos ahora—dijo, sin perder tiempo en explicaciones.

Subimos las escaleras que llevaban a la superficie, emergiendo entre los escombros de lo que una vez fue Ashwood. El lugar era un recordatorio constante de nuestra pérdida, pero no había tiempo para lamentarse. Nos dirigimos hacia las montañas de Ashwood, el viaje nos tomó horas. Caminamos en silencio la mayor parte del tiempo, el sonido de nuestros pasos era lo único que rompía el silencio opresivo de las ruinas.

—Es por acá, sígueme—dijo Liora cuando llegamos a una pendiente cubierta de nieve. Mientras la seguía, empecé a sentir un calor inusual, algo que no tenía sentido en medio de tanta nieve.

—Tengo calor. ¿Es una buena señal?—le pregunté, sintiendo cómo el sudor comenzaba a acumularse en mi frente.

—Lo es—respondió Liora, con una sonrisa que no había visto en ella desde hacía mucho tiempo—es justo lo que estamos buscando.

Finalmente, llegamos a una cueva oculta entre las rocas. Al entrar, nos recibió una luz cálida y vibrante. En el centro de la cueva, flotando en un pedestal natural de roca, estaba una fuente con una llama, pero no parecía ser una llama cualquiera.

—Esta es la Llama Eterna—dijo Liora—se dice que esta llama es capaz de destruir cualquier mal, pero también puede ser usada para desatar un poder inimaginable si cae en las manos equivocadas. Varias facciones, incluidas algunas con intenciones malignas, están en búsqueda de la llama para usarla en sus propios fines.

—Wntonces, ¿nos puede ayudar para destruir a Xiekonix?—pregunté.

—Sí, pero no sabemos cómo funciona—respondió Liora, con frustración en su voz—es la única contra. Tengo que seguir estudiando para comprender cómo usar esta fuente. Sería la solución a nuestros problemas.

Liora sacó su cuaderno y comenzó a escribir, sus ojos brillaban con la determinación de alguien que había encontrado la pieza faltante de un rompecabezas imposible. Después de un rato, guardó el cuaderno, y juntos salimos de la cueva, volviendo a las ruinas de Ashwood.

Mientras caminábamos, Liora rompió el silencio. 

—¿Recuerdas cuando las cosas no eran así? ¿Fue alguna vez tu vida pacífica?

—Te conté alguna vez cómo conocí a Faragus?—respondí, mis pensamientos viajando al pasado.

—Sí, lo hiciste—respondió ella.

—Antes de que eso pasara, yo era feliz—admití, dejando que las palabras flotaran en el aire—pero después, apareció Frieya... ella me salvó de caer en un hoyo oscuro.

-Continuará...-

Corazón de Brujo [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora