—Supongo que quieres una explicación—dijo, y con un simple chasquido de sus dedos, el tiempo pareció detenerse. Todo a mi alrededor se congeló: los gritos de batalla, los hechizos en el aire, incluso el viento que azotaba los árboles devastados de Ashwood.
Me quedé atónito, observando con incredulidad el rostro que tenía ante mí. No era una versión distorsionada o combinada, como Xiekonix, sino una réplica exacta de mí mismo. No podía comprender lo que estaba viendo.
—¿Cómo es posible?—logré articular.
—Supongo que sabes que hay puertas entre universos—comenzó a explicar, su tono era tranquilo, casi paternal, pero con un trasfondo de odio—entré a la tuya por error hace unos años y desde entonces te he estado analizando y vigilando. Xieven, tu vida es perfecta. Tu Faragus te cuidaba, el mío me mataba a golpes. Tu Frieya te quiere, la mía fue asesinada por el mismo Faragus. Tienes a Liora, a Alonsso, a las niñas... Yo no tengo nada.
Cada palabra que pronunciaba era como un golpe directo a mi alma. Sentí un frío en mi pecho que nada tenía que ver con la magia. Este otro yo había vivido una vida infernal, una vida que era la antítesis de la mía.
—Pensaba en reemplazarte y vivir lo que siempre quise, pero tenías que volver, arruinando todo—continuó, su sonrisa se ensanchó, revelando una locura apenas contenida—Ahora, muere.
Con otro chasquido, el tiempo volvió a pasar. Antes de que pudiera reaccionar, una fuerza invisible que me sostenía, me dejó caer a más de quinientos metros, caí sin control, la tierra se acercaba a mí rápidamente, segura de que el impacto sería mi fin.
Pero en el último momento, justo antes de que el suelo me recibiera con violencia, una mano fuerte me atrapó. Era Woncrack. Me sostuvo y me llevó hasta unos escombros, donde nos refugiamos.
—Xieven, lo encontré—dijo con un entusiasmo que apenas podía contener. Me mostró el arco de los deseos, un objeto que creía perdido para siempre.
—¿El arco? ¿Cómo lo hiciste?—pregunté, sorprendido y aliviado al mismo tiempo.
—Después te explico—respondió, ocultando el arco con rapidez—yo lo esconderé. Tú ve por la espada de tu abuelo, podría sernos útil.
Sin perder un segundo, corrí hacia la cabaña, donde Frieya, Nessa y Oxalis se escondían con las niñas.
—¿Están bien?—pregunté, mi corazón latía con fuerza.
—Sí, pero las niñas tienen miedo—respondió Frieya, con una mirada de preocupación que sólo una madre puede tener.
—Vengo a buscar la espada de mi abuelo, puede servirnos—dije, y no esperé su respuesta mientras me dirigía al rincón donde la antigua arma había estado guardada. Sabía que necesitaría toda la ayuda posible para enfrentar lo que venía.
Afuera, la batalla continuaba, pero el sonido se había amortiguado por las gruesas paredes de la cabaña. Sin embargo, podía sentir la devastación en cada fibra de mi ser. Ashwood, mi hogar, estaba siendo destruido, y yo no estaba ahí para protegerlo. Empuñé la espada y salí corriendo hacia el campo de batalla.
Al llegar, vi a mis compañeros, los brujos y los animales, luchando con todas sus fuerzas contra Xiekonix y su ejército. Los monstruos seguían surgiendo del portal, pero nuestros números habían comenzado a disminuir. La destrucción era casi total; Ashwood era poco más que ruinas y cenizas.
—¡Xiekonix!—grité con toda la fuerza que me quedaba.
La batalla se detuvo por un instante, y todas las miradas se volvieron hacia mí. Xiekonix, esa abominación de poder y oscuridad, giró su mirada fría hacia mí, deteniendo todos sus ataques.
—Esta batalla será entre tú y yo—dije, mi voz resonaba en el silencio—no metas al pueblo ni a nadie más en esto.
Xiekonix dejó escapar un rugido bajo, como si estuviera considerando mi propuesta.
—No me engañarás de nuevo—dijo finalmente.
Desenfundé la espada de mi abuelo, sintiendo el poder antiguo que recorría su hoja.
—Atrévete a atacarme—le desafié.
Xiekonix no necesitó más provocación. Se lanzó hacia mí con una velocidad y una furia que hicieron temblar el suelo. Levanté la espada para recibir el impacto, concentrando toda la magia que me quedaba en un solo punto.
Justo cuando nuestras fuerzas estaban a punto de colisionar, una figura se interpuso entre nosotros. Era Faragus. No podía creerlo. Con un solo movimiento, partió a Faragus en dos, como si fuera nada más que una sombra.
—Te salvé. Vámonos de acá—le dijo Faragus a Xiekonix con una voz autoritaria.
Xiekonix, lanzó una última mirada de odio antes de murmurar.
—Volveré.
Y en un parpadeo, ambos, junto con el profeta, desaparecieron en la oscuridad.
-Continuará...-
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Corazón de Brujo [TERMINADA]
FantasyEn el pequeño pueblo del clan Fischer, la vida de Xieven, un niño de diez años, transcurre en armonía y alegría. Sin embargo, una noche cambia su destino para siempre. Un grupo de templarios liderados por el despiadado Lord Faragus irrumpe en el pue...