Capítulo 34

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Debilidad

Caminó por las calles vacías sintiendo cómo cada paso resonaba en su mente, cada gota sobre su piel era un recordatorio de la tormenta que dejaba atrás.

El beso de NamJoon de hace tres días atrás se repetía en su mente, un eco dulce y doloroso. No había sido una promesa tangible, pero en esa simple acción había una chispa de esperanza que lo mantenía en pie, a pesar del caos emocional que lo envolvía, a pasar de los días que pasaban dolorosamente lentos. Era una mezcla de pánico y emoción que palpitaba en su pecho. La incertidumbre era agotadora y liberadora a la vez.

JungKook se detuvo un momento bajo la luz tenue un faro, sintiendo cómo la lluvia se deslizaba por su rostro como lágrimas que no habían tenido el valor de caer. Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de encontrar un refugio en medio de su tormenta interior. Recordó la manera en que NamJoon lo miraba, la intensidad de esos ojos que parecían atrapar su alma y, a la vez, llenarla de confusión.

Despertar una y otra vez en la nebulosa de sus pensamientos se había convertido en su nueva rutina. El pelinegro abrió los ojos y miró a su alrededor, buscando algún ancla en la maleza de su mente. Las calles desiertas parecían reflejar la soledad que habitaba en su corazón. La lluvia había disminuido, pero el aire húmedo lo envolvía, dándole un leve respiro, un momento de calma en su torbellino de emociones.

Decidió continuar caminando, sin rumbo fijo, dejando que sus pies lo guiaran, cada paso era como una meditación, un intento de deshacerse del peso que le oprimía el pecho. Recordaba los días pasados cuando la incertidumbre parecía un concepto distante, y todo lo que importaba era estar cerca de NamJoon.

Al girar la esquina, se encontró frente a un pequeña plaza que solía visitar. Las luces del lugar estaban encendidas, y un suave murmullo de agua provenía de la fuente central. Se detuvo un momento, sintiendo la calidez que aquel entorno le ofrecía. Sin pensarlo, se sentó en un banco, dejando que el aire fresco acariciara su piel.

Miró hacia el cielo nublado. La lluvia había limpiado el aire, y aunque el sol no brillaba, había una belleza en la forma en que las nubes se dispersaban lentamente.

Su mente comenzó a divagar sobre NamJoon, ese torbellino de emociones que había oscilado entre el amor y la tristeza. La imagen del castaño temblando de incertidumbre tras ese beso fugaz lo perseguía. La vulnerabilidad del menor había hecho que su propio corazón se retorciera, obligándolo a enfrentar su propia fragilidad.

El pelinegro se pasó una mano por el cabello, tratando de despejar la confusión de su mente. Las respuestas no venían, y cada segundo que pasaba parecía amplificar su angustia. La ausencia de NamJoon comenzaba a calcinar su vida. Se preguntaba si el castaño estaba bien, si había tomado alguna decisión, o si permanecía atrapado en sus propios pensamientos. Esa especulación lo llenaba de un anhelo inquietante.

Levantó la vista hacia la fuente, observando cómo el agua caía suavemente, creando un ritmo relajante que contrarrestaba el caos que se gestaba en su interior. Se imaginó que el agua representaba sus emociones, fluyendo sin rumbo claro, a veces turbulenta, a veces serena. El murmullo del agua le pareció una metáfora de lo que sentía; un torrente de sentimientos que se negaba a ser contenido, que se desbordaba en cada rincón de su ser.

La soledad que lo acompañaba en ese momento parecía intensificarse. Se preguntaba si, después de todo, el castaño estaba siquiera pensando en él, o si había decidido seguir adelante, ignorando ese último beso que había alterado aún más su mundo. La verdad lo golpeó con fuerza: no tenía control sobre lo que NamJoon sintiera o decidiera. La impotencia le apretó el pecho, y un nudo se formó en su garganta.

Lust Flower |KookNam| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora