29-ي

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Me dejé caer al suelo, con el cuerpo dolorido, la frente apoyada en la alfombra mientras las lágrimas corrían por mis mejillas. Mi cuerpo seguía temblando, sin otra forma de liberar el dolor. Cada sollozo se atascaba en mi garganta, y respirar se volvía más difícil. Sentía el peso de mi cabeza sobre la alfombra como una carga pesada.

—Ya rabi, sácame de este abismo y líbrame de lo que me nubla —susurré con desesperación—. A-Amin.

Apenas susurré la última súplica, entre balbuceos al recordarle me derrumbé, sollozando sobre la alfombra.

No esperaba que todo terminara así, aunque llevaba semanas acumulando tensión. Las emociones se habían ido acumulando poco a poco, y lo ocurrido semanas antes me había hecho querer alejarme de él. Lo único que deseaba era un poco de tranquilidad, pero parecía que todo se había salido de control.

Lo único que necesitaba era hablar con mi padre, entender su decisión. Había dejado atrás la idea de estar con Zakariya, pero no podía sacar de mi cabeza qué lo había empujado a hacerme esto.

Tras decidirme , me vestí decentemente con unos vaqueros , una blusa blanca y un hijab celeste.
En estos momentos me encontraba en casa sola , ya que Nuhaila se encontraba en una cita con Zakariya.

Obviamente una cita profesional.

Cada vez que venia Nuhaila de dichos encuentros , la notaba mucho mas sonriente y carismática. Como si Zakariya fuese realmente un mago. Yo al contrario ,no solía tocar temas personales con ella , ya que no me gustaba sacar mi vena medica con ella , tratando de solo ser su amiga en estos"buenos "momentos .

Mientras me subía al coche empecé a pensar en el día de despues del acontecimiento con Amin . Sabía que me había pasado con la rudeza de mis palabras , pero fue necesario para asegurarme de que me hiciese caso. Lo que no me esperé fue que eligiese esa 2 opción.

No volver a aparecer de mi vida. Nisiquiera traerme la orden de alejamiento que nos hizo reencontrárnos.

Mentiría si dijese que no fue algo que me pegó justo en el orgullo, ya que significaba que definitivamente me estaba dejando ir.

A lo mejor era lo más adecuado.

Pero dolía de asimilar.

Ya que había pasado una semana completa, y seguía pensando en ello constantemente .

Al llegar a la entrada de la casa, me detuve un momento y respiré hondo, intentando calmarme. Entré despacio y me dirigí hacia la sala, donde mi padre estaba sentado, leyendo su periódico como de costumbre.

Al notar mi presencia, levantó la vista y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. Dejó el periódico a un lado, apartándolo con cuidado, y me miró como siempre lo hacía, con esa paciencia y cariño que me hacían sentir que tenía todo su tiempo para mí.

Con cariño me acerqué y le besé la coronilla.

—Hola, Baba, ¿qué tal todo? —pregunté con cuidado, sintiendo el peso de mis propias palabras.

—Bien, al-hamdulillah —respondió con una sonrisa cálida, señalándome el asiento frente a él—. ¿Qué te trae por aquí?

Me acomodé, jugueteando nerviosa con las manos, sin saber bien cómo empezar.

—Bueno, Baba... —balbuceé, notando cómo mi voz se quebraba un poco.

Mi padre me observaba en silencio, su mirada suave pero atenta, hasta que rompió el silencio con una sonrisa que conocía demasiado bien.

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