Extra 2

70 6 0
                                    


Hacía una temporada que la rutina me pesaba más de lo normal y, sin darme cuenta, me estaba alejando de Amin. No era su culpa, lo sabía, pero me sentía agotada. Todo me irritaba. Todo me sobrepasaba.

Amin, como siempre, simplemente me soportaba. Nunca discutía cuando me ponía así. Me abrazaba, pero lo hacía por unos segundos apenas, como si supiera que, en mi estado, no lo aguantaría por mucho tiempo. Si la conversación se desviaba hacia el futuro, la cortaba con naturalidad, sin darle demasiada importancia. Aun así, seguía buscándome, tratando de sacarme una sonrisa, de hacerme pasar un buen rato.

Pero yo solo podía pensar en una cosa.

Lo harta que estaba de estar esperando y buscar orfanatos , en busca de la aprobación de alguna niña en adopción .

Era lo que más quería. Lo que más deseaba. Lo que no dejaba de rondarme la cabeza.

Y lo que había provocado miles de discusiones entre yo y Amir.

La noche anterior, Amin había llegado a casa de mal humor. Ni siquiera me miró al entra y supe que esta vez era yo quien debía controlar mis reacciones. No pregunté nada.El día pasó entre silencios. Él no hablaba, y yo tampoco.

Hasta que llegó la noche.

Nos tumbamos en la cama, y noté enseguida que estaba inquieto. Se removía, respiraba hondo, como si intentara buscar las palabras.

—Amin, llevamos dos años juntos, pareciera que me tienes miedo —murmuré, con un deje de sarcasmo, mirándolo de reojo.

—Bueno... —susurró.

—¡Amin!

—Kamar... —Su voz sonó cansada, y eso me puso en alerta.

Me tensé.

Ay, no.

¿Se quiere divorciar de mí por ser una niñata?

—Creo que tenemos que hablar —soltó al fin.

Ay, no.

—Creo...

Vamos, dilo de una vez.

Pero, de repente, su teléfono sonó, sobresaltándonos a los dos. Se quedó mirándome un segundo, dudando, y al final contestó. Su voz cambió por completo. Pasó de la tensión a la sorpresa en cuestión de segundos.

—Sí, mañana mismo estamos ahí —susurró.

Colgó y me miró fijamente, con tanta intensidad que apenas tuve tiempo de reaccionar antes de que me envolviera en un abrazo fuerte, desesperado.

—Por fin. Alhamdulillah —susurró contra mi cuello, apretándome—. Kamar...

—Amin, me estás asustando.

Se separó apenas para tomarme las manos entre las suyas, besándome las palmas con ternura. Sus ojos brillaban de emoción.

—Nos... nos han citado.

—¿Para qué?

—Nos tienen una...

Me quedé paralizada.

—¡No! —salté de la cama, poniéndome de rodillas frente a él—. No, no, no.

—¡Sí! Vamos a conocer a nuestra hija —susurró, mirándome.

Todo mi cuerpo se tensó antes de que el impacto me golpeara con fuerza. Sentí el aire atrapado en mis pulmones.

¿Era real? ¿De verdad?

Me tapé la boca con ambas manos, sin saber si reír o llorar. Amin me sujetó con firmeza, como si temiera que me desvaneciera en cualquier momento.

—Kamar, la vamos a conocer.

SabrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora