Capítulo Siete: Diversión.

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Había pasado semana y media desde que estaba en la casa de su secuestrador. Aún no había rastro de su padre, ni una llamada, ni un mensaje, ni un correo, nada. La esperanza de que el hombre lo salvara estaba perdida, pero por alguna razón, no se sentía asustado, no por eso.

Ahora lo que lo asustaba era su cercanía a Max y sus hombres, sobre todo Liam y George, quienes lo llevaban cada día a la biblioteca de la ciudad a que tuviera sus cursos de contaduría. George lo llevaba los días que sabía que tendría tarea, para poderlo ayudar al salir de la clase, y Liam el resto, hasta había "ascendido" Max a este último a "chófer personal" de Sergio, pagándole aún más y pidiéndole que vigilara y cuidara mucho al pequeño pecoso.

En temas familiares, Oliver iba a verlo seguido, había ido mínimo seis veces esa semana y media, a diferencia de su madre que había ido dos. Y Paola, su hermana, que sólo le había mandado un sermón por correo, diciéndole lo decepcionada que estaba de que él se haya rebajado a escaparse con un simple comensal, que tuviera cuidado con preñarse y que ojalá su padre perdonara su poca educación y su falta de valor. No le hizo caso y ni siquiera le respondió, claramente ella no sabía nada.

A diferencia de Lance y Carlos, a quienes había visto solamente el día del atentado en su trabajo. Max le decía que le mandaban saludos pero igual y era inventado, ya que no pasaban a casa de Max por absolutamente nada.

Y por último, Max, quien le daba una especie de sueldo diario por "mantener en orden" las finanzas de la casa, pero lo único que hacía era sumar y restar los servicios que ya había pagado el rubio, ni siquiera estaba haciendo nada serio o relacionado a la contaduría tal cual, aun así, el rubio le entregaba cada noche tres mil dolares en efectivo, de los cuales Sergio ya había juntado casi veinticinco mil, sin contar lo que le había dado el tercer día para que se comprara ropa. Además, tampoco estaba contando el dinero que Max le había dado para pagar los cursos, que no pasaban de dos mil dólares por semestre, pero insistía tanto en que Sergio tomara el dinero que no le quedaba alternativa.

Tenía dos días sin verlo, sabía que iba a dormir a la casa ya que, cuando lavaba la ropa, se encontraba con la del alfa, a veces sucia, a veces con poca sangre mal lavada y a veces limpia, pero que sabía que se quitaba porque no dormía con ella y prefería cambiarse cuando se despertaba. En toda la semana y media habían convivido bastante, comiendo juntos, viendo películas e incluso Max lo había llevado dos veces a dos museos diferentes, y una vez a un zoológico, siempre acompañados de George y de Liam, quienes cuidaban sus espaldas.

Sergio se encontraba en el despacho del rubio, leyendo una información del libro de ejercicios que le había dado su profesor, cuando unos pasos lo sacaron de sus pensamientos. Abrió un cajón que tenía el rubio al lado y sacó un arma, Max se había empeñado en enseñarle a dispararla y que tenía que usarla para protegerse, fuera quien fuera el que quería hacerle daño. Se levantó y se acercó a la puerta, sólo para ver a Lance caminando hacia él con una sonrisa.

— ¿Quién le dejó un arma al niño? —mencionó aún riendo el joven de barba de candado. Sergio la bajó y rió—. Mucho gusto, Sergio, me llamo Lance —tomó la mano libre del pecoso y la besó tiernamente en los nudillos. Checo no hizo otra más que quedarse serio y sonreír tiernamente.

— Mucho gusto, aunque ya nos conocíamos, literalmente me subiste a la camioneta de Max ese día —dijo dándose la vuelta, guardando el arma, después de ponerle el seguro, claro. Sentándose de nuevo en la silla del patrón, le hizo una indicación a Lance de que tomara asiento en las sillas de enfrente, el alfa le hizo caso—. ¿Qué te trae por aquí, Lance? ¿Buscas a Max?

— Así es, ¿no ha llegado? Hace rato que se fue del despacho de Carlos... En fin, supongo que está bien. Quedamos en juntarnos hoy, venía a preguntar qué necesita o qué compraremos para comer en la noche y qué clase de alcohol va a querer consumir, tú sabes, divertirnos un rato.

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora