Final Uno.

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Sergio despertó con malestar en sus manos, solamente para darse cuenta de que estaba atado por la espalda, rodeando a una especie de tubo o poste. No recordaba nada más de lo que había pasado, se había dormido desde el camino en la camioneta, o eso creía.
Su mirada viajó por toda la habitación, tratando de asimilar y ubicar dónde estaba, pero era en vano, no había nada que le diera una noción del lugar.

Estaba solo, eso sin duda, y su cabeza giraba en torno a lo que había pasado el día anterior. Ese hijo de perra de Jos, ¿dónde estaba Max? ¿Por qué no lo habían encerrado ahí con él? Su respiración se aceleró, y empezó a sentir nauseas por la preocupación, aunque la conexión con el rubio le hacía saber que estaba vivo, lo sentía en su corazón.

No sabe cuánto tiempo pasó en sus pensamientos, pronto una gran puerta de madera frente a él se abrió, dejando ver al hombre que lo había privado de su libertad hace unas cuantas horas, o eso pensaba él.

- Vaya, estaba pensando seriamente que el golpe que te di te había matado, pasaste un día completo sin despertar. Mi querido hijo no está dispuesto a hablar y entregarme a Carlos, así que veamos si algo de inspiración lo hace entrar en razón -mencionó el tipo. Detrás de él salió otro hombre, acercándose a Checo para desatarlo del poste, pero inmediatamente ató sus manos entre ellas, dejando al pobre castaño sin una posibilidad de soltarse y escapar. Lo levantó y lo empujó hasta Jos, quedando prácticamente frente a frente-. Eres lindo, Sergio, ya veo por qué mi hijo te tiene como su perra, estás bien formado. Usemos eso en su contra.

Lo siguieron empujando hasta otra habitación, caminando entre pasillos con olor a humedad y clara suciedad a su alrededor. Era una bodega, o un almacén, o algo abandonado, lugares típicos para ese tipo de cosas, incluso en esos lugares su novio y sus amigos acostumbraban probablemente a hacer cosas parecidas.

En la habitación a la que llegaron se encontraba Max, su rostro tenía claras muestras de golpes recientes, pues incluso una de sus cejas estaba abierta y sangre caía de su nariz. Estaba atado de manos y pies también, pero sus manos estaban sostenidas desde el techo, manteniendo su cuerpo flotando un poco. Sergio no podía evitar sentir más nauseas y preocupación al ver a su alfa así. El rubio levantó su mirada en cuanto sintió el olor a lavanda y miedo de su omega, tragando saliva con fuerza y pidiéndole disculpas con sus ojos azules, sus lindos ojos azules.

- Sergio... -mencionó Max, pero fue callado por una cachetada de Jos, haciéndolo girar su cabeza y escupiendo más sangre-. Déjalo en paz, papá, él no tiene nada que ver con esto, no le hagas daño.

- Desde que eres un maldito pre-adolescente te crees con la libertad de darme órdenes, por algo te envié en esa maldita caja, aunque esperaba que murieras en el trayecto. Te odio y te odié desde el momento en que sabía que venías en camino, si te llevé conmigo fue porque creía que serías un buen elemento para mí al ser un macho alfa, pero me saliste un marica, un llorón. Ahora resulta que tus huesos son débiles por ese viaje, no seas ridículo, Max -el hombre hablaba con dureza y odio hacia el rubio, cerca de su oído. Max cerraba los ojos, le dolía cada palabra que salía de la boca del hombre que debía protegerlo y quererlo. Siempre deseó un abrazo de él, y nunca se lo había dado, siempre lo trató como un estorbo, algo menos.

- No es una orden, padre, te lo pido por favor, no le hagas daño -Max ahora suplicaba. Sergio lo miraba triste, pero el coraje lo envolvió. Se liberó del agarre del hombre que había ayudado a Jos a moverlo de cuarto y tiró una patada hacia el papá de su novio, dándole en medio de las piernas, logrando que el viejo se doblara sobre sí mismo.

- Eric, agárralo -dijo Jos en medio de su dolor. El hombre, que parecía ser el mismo Eric del día anterior, tomó a Sergio con fuerza, rodeándolo con sus brazos, mientras el omega aún forcejeaba. Jos se incorporó nuevamente, tenía una mueca de dolor en su cara pero no permitió que eso distrajera a Checo. Por coraje, sacó una especie de navaja no muy grande de su bolsa y la clavó al costado del cuerpo de Max, quién gimió en dolor y se retorcía. El artefacto salió manchado de sangre, provocando que Sergio ahora estuviera asustado-. Ah, te duele ver así a tu noviesito, ¿no, Sergio? Ahora le toca a él verte sufrir a ti -mencionó Jos. Eric soltó a Sergio y desató sus manos, solo para que Jos lo tomara con fuerza de la mandíbula y se pegara demasiado a él-. Perfectamente podría desquitarme contigo una y otra vez. Ponte de rodillas, precioso -Max abrió los ojos ante la voz de mando de su padre, notando como Checo se tiraba al suelo en la posición que el hombre le había indicado, asustado y respirando apresuradamente.

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora