Capítulo Cinco: Autoconvencimiento.

1.8K 230 53
                                    

La madrugada continuó tranquila, Sergio volvió a dormir después de que Max practicamente huyera de la cocina después de su revelación, pero el rubio tenía que aceptarlo, si iba a querer que el chico de pecas no se pusiera en contra de él y a favor de su padre, tenía que aceptar sus condiciones, después de todo, no era su víctima, era un supuesto invitado.

Él, por el contrario, no podía dormir. El sol empezaba a filtrarse a través de sus cortinas negras, muy poco, pero lo notaba. Algo en él se había despertado después de que el chico de pecas le había dicho que tenía que ayudarlo con su actuación, sino su madre iba a comprometer todo los pendientes que tenía que resolver con su padre. También, anotó en una hoja el nombre de la mujer que le había dado la vida y de su querido hermano. Oliver Pérez Mendoza y Paula Mendoza Bearman. Había pensado en mandar a Liam a recogerlos para poder mantener a Sergio dentro de su plan, pero creyó más conveniente ir él mismo, en compañía del pequeño pecoso, claramente.

Se sentó en la cama, restregó sus ojos para intentar despertarse más de lo que ya estaba, y se levantó al baño. Ahí se acercó al lavabo, abrió el grifo y se echó agua en la cara, despegó la vendita y revisó su ceja, ya estaba cicatrizada la piel, así que sólo colocó otra curita después de secarse el rostro, sólo para no arriesgarse a que se le volviera a abrir. También el morado de su ojo había desaparecido un poco, le parecía estúpido la forma en que se había hecho la herida, pues habían tratado de asaltarlo y dos puñetazos llegaron hasta su rostro. "Pobre alma en pena", pensó, aquel hombre que si quiera había pensado en quitarle su cartera, ahora ardía en el infierno, después de arder en aquel horno que estaba en su sótano.

Salió a vestirse, poniendo unos vaqueros azules, combinados con una playera lisa azul oscura y unos tenis negros. Iba un poco informal, ya que Carlos le había dicho que no se preocupara, que si lo necesitaba le llamaría, así que disfrutaría su día en compañía de Sergio, su madre y su hermano.

***

— ¿Seguro que no quieres entrar? —preguntó el pequeño pecoso. Max negó con la cabeza, después de abrirle la puerta a Sergio y ayudarle a bajar de su camioneta.

— Me pone nervioso estar aquí, es la zona de fuego de tu papá, facilmente podría matarme y no pueden vengarme ya que yo estoy en su propiedad.

— Sé que papá ha hecho cosas malas, por lo que me has dicho, pero aquí nadie nos cuida, ¿por qué crees que no sabíamos nada? Ni cuenta del riesgo en el que estábamos, él jamás ha manejado guardias aquí —Sergio se escuchaba sincero, lo que le dio seguridad a Max—. Aquí espérame entonces, traeré a mamá y a Ollie.

El joven castaño se fue casi corriendo hasta la parte interior de su casa, no tardó nada en cruzar el patio. Tenía una linda casa. "Una linda casa pagada con tu dinero", pensó Max, provocando que le diera un escalofrío y se pusiera nervioso, de pronto sentía que sus manos empezaban a sudar. En menos de cinco minutos, salieron los tres. La madre parecía una buena mujer, y el hermano aún se veía muy pequeño, aunque eso era el pensamiento de Max, ya que él se la pasaba rodeado de alfas mayores con facciones y cuerpos completamente desarrollados. Sin entrar al patio, abrió la valla del mismo, dándole el paso a la señora y al alfa menor. Éstos salieron, dándole la mano amablemente, al menos Paula, ya que Ollie apretó su mano con fuerza y no quitaba sus ojos de los suyos, pero Max no se iba a dejar intimidar, respondiendo con más fuerza al saludo de Ollie. Éste arrugó la nariz en seña de dolor, pero no dejaría que el rubio lo hiciera menos.

— Oh, okay, mucho saludo por un momento —interrumpió Sergio, separando las manos de ambos alfas, haciendo que éstos rompieran el contacto visual y lo miraran a él—. Ollie, te presento a Max, Max, te presento a Oliver, mi hermano menor.

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora