Capítulo Doce: Venganza y decepción.

1.6K 180 78
                                    

— ¿Estás cómodo, pequeño? —preguntó Max, ayudando a Sergio a posarse sobre la cama del alfa, cuidando no lastimar su cuerpo por los golpes que había recibido.

— Sí, Maxi, gracias —el castaño miró al rubio, que sonreía poquito pero de manera decaída. Los dieron de alta de la clínica juntos, pero a diferencia de Max, Sergio apenas y podía caminar, aparte de que tenía una venda y algodones rodeando su nariz, que apenas le permitían respirar con tranquilidad, así que ahora tenía que cuidarlo como si fuera un bebé, su bebé—. Estoy triste, Max, quería organizar una buena fiesta para Oliver y con esto se echó a perder.

— Él no quería que le hicieras fiesta, Sergio, así que no creo que debas preocuparte. ¿Ya sabe lo que pasó? —el castaño negó. Max entonces vio una oportunidad de poner a Oliver de su lado, sabía que el pequeño alfa adoraba a su hermano por sobre todas las cosas, y que haría una alianza con él de ser necesaria—. Bien, entonces intenta dormir un rato, estaré en la sala, hay que aprovechar las vacaciones que me dio Carlos, soy todo tuyo —besó sus labios con ternura y cuidado, pues uno de ellos estaba con un moretón, probablemente por el puñetazo que le había dado Antonio.

Salió del cuarto sin cerrar la puerta bien, por si Sergio le hablaba, podía escucharlo e ir a ayudarlo rápido. Al sentarse en el sillón, sacó de su bolsa el teléfono de Sergio, seguido del suyo. Desbloqueó el teléfono ajeno y buscó entre sus contactos un nombre que le resultara conocido. Lo encontró: “Niño Oso”. Sabía que Sergio llamaba así a su hermano porque era el único británico de los tres, el más pequeño, y porque el apellido de su mamá era Bearman.

Tecleó los dígitos en su propio celular, corroborando que estuvieran bien. Entonces cerró la aplicación de contactos desde el teléfono de Sergio, yendo hasta la puerta de la habitación, revisando que el omega estuviera dormido, y así fue.
Desde su celular pulsó el botón para iniciar la llamada, pegando el aparato a su oreja. Fue poco tiempo antes de escuchar la voz del alfa menor al otro lado de la línea.

— ¿Hola?

— Hola, Oliver, soy Max, no me cuelgues, tengo que hablar contigo de algo que sé que no te va a gustar.

— Si es de cosas de sexo o de que embarazaste a mi hermano, te juro que te mato —amenazó el chico. Max negó con la cabeza, pero Oliver no podía verlo, así que rápidamente explicó.

— No tengo mucho tiempo, Ollie, ¿qué tal si vienes a la mansión? Se te hará más fácil sobrellevarlo y aceptarlo si lo miras por ti mismo.

— ¿De qué demonios hablas, Max? ¿Sergio está bien?

— No, pero no puedo decirte por llamada qué le pasó. Ven pronto —colgó. Sabía que el alfa se iba a desesperar y correr hacia su casa después de dejar la duda de lo que ocurría con Sergio. El plan era sencillo, no quería meter a Oliver a esos negocios turbios, Checo se enfadaría mucho con él si lo hacía, pero algo en el joven le daba confianza, igual que Checo, así que lo pondría de su lado para proteger al omega y poder encontrar el talón de Aquiles de Antonio.

***

— No es cierto... —mencionó Oliver, llevando sus manos hasta su boca, cubriéndola con incredulidad. Max volvió a emparejar la puerta de su habitación, dejando al pequeño omega durmiendo tranquilamente otra vez—. ¿Mi papá hizo eso? Júralo, Max, júralo por lo que más quieras que no lo hiciste tú.

— Oliver, te lo juro por Sergio, mi madre y mi hermana, son las tres cosas que más amo en esta vida. Yo no lo hice, Ollie, sé que tú estás consciente de lo que ha estado pasando desde hace casi dos meses, pero créeme cuando te digo que adoro a tu hermano, me gusta, este tiempo con él ha sido increíble, no le haría algo así.

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora