Capítulo veinte: Corrompido.

1.1K 136 48
                                    

Max se removía desesperado en la cama, mirando de vez en cuando al pecoso, que a diferencia de él, estaba tranquilamente dormido, ni siquiera parecía que acababa de matar a alguien hacía unas cuantas horas. El rubio se levantó, caminando hasta la cocina, viendo el ramo de flores que le había regalado a su novio apenas una noche anterior, tocándolas tiernamente, como si fuera la mejilla de Sergio.

Miró los frascos de vitaminas y la caja de pastillas sobre el refri, acercándose para tomarlos y sacar una de cada una, para luego tomar un vaso y servirse agua. Se había saltado un día de medicación entre tantas cosas, casi dos, y sabía que el siguiente con una bala en el cerebro iba a ser él si no continuaba con las indicaciones... bueno, no tan exagerado, pero sí recibiría un buen regaño.

En lo que la pastilla de calcio hacia su reacción química, giró su vista hacia un ruido que lo sacó de sus pensamientos, viendo a un pequeño chico despeinado, enredado en una manta. Abrió sus brazos para invitarlo a abrazarlo y el pecoso le hizo caso, casi corriendo a él, dejándose apapachar por el alto alfa. Este lo abrazaba con fuerza, sentía que había corrompido a su novio, a su pequeño pecosito que hace menos de una semana no había hecho ninguna locura. Su corazón empezó a latir más rápido, nuevamente la ansiedad se estaba apoderando de él, sintiendo una punzada en el pecho. La pequeña mano de Sergio llegó hasta hasta su mejilla, acunándola, pues había sentido el pecho del rubio subir y bajar con rapidez por su respiración acelerada.

— Max, no hiciste nada malo conmigo, yo soy así, tengo que crecer, madurar y arriesgarme para protegerte y protegernos, deja de sentirte culpable por mi acción.

— ¿No hice nada malo? Estás corrompido, Sergio, si no me conocieras estarías bien y sin ser un asesino, no tendrías que haber acabado con la vida de alguien de tu familia, no estaría en riesgo la tuya tampoco.

— La haces mucho de emoción, Max, el primero en ponerme en riesgo fue mi papá, así que tienen que pagar por todo. Paola lo ayudó y vete a saber qué cosas tenía planeadas, así que hicimos lo correcto, y yo no me arrepiento por eso, puedes estar tranquilo. ¿Qué dijo el doctor de Oliver? —preguntó Sergio, pues después del desmayo, Lance se había llevado a Oliver con Toto Wolff para una revisión. Max y Checo se habían retirado hasta la mansión, mientras Carlos y George se deshacían de la escena del crimen.

— Está bien, fue demasiada la sorpresa de verte a ti en ese plan, pero ahorita lo dan de alta, y el mismo Lance lo traerá para acá a descansar. Vayamos a dormir otro rato, bebé, es demasiado temprano y casi no he descansado por pensar muchas cosas, ¿va? —Max levantó a Sergio en sus brazos y lo llevó nuevamente a la cama, para finalmente acostarse juntos y quedarse dormidos plácidamente.

***

— Paola no mintió con eso, Max, el desgraciado de tu suegro lo ofreció a unos empresarios mexicanos. Están encantados con Sergio por su belleza y su cuerpo, y no durarán en venir a reclamar lo que probablemente ya pagaron —el pelinegro comentó a su amigo. Max se levantó de la silla, rascándose la cabeza en desesperación, apenas terminaban con un problema y comenzaba otro. Miró el cielo por el ventanal del despacho de Carlos, cerrando los ojos, tratando de controlar su respiración, pues tenía mucho coraje, mucho sentimiento de impotencia.

— ¿Qué te ha dicho Kelly de Antonio? ¿Sigue enfermo?

— Sí, al parecer los estudios no arrojaron nada raro más que una fuerte infección en sus pulmones, pero eso lo tiene derrumbado todavía. Kelly preguntó si queríamos proceder con él así, ¿lo hacemos?

— No, ayer de camino a la mansión Sergio me pidió que quería matarlo él también, pero no estoy seguro de querer permitirlo, ¿viste cómo hizo ayer lo de su hermana? Es como si no existiera ese Sergio empático y sensible que secuestré, y me pone de nervios que quiera seguir haciendo estas cosas, no tiene por qué —el rubio se veía realmente preocupado por la situación, no sabía qué hacer, no sabía qué sentir, no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo con su pequeño pecoso. De pronto el miedo lo invadía, estaba considerando seriamente en dejarlo y obligarlo a huir, obligarlo a salir de esa vida y hacerlo que se fuera a otro lugar para protegerlo.

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora