La pesadilla de Max (Final cancelado).

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El rubio se hallaba en su cómoda cama, durmiendo tranquilamente, sumido en el calor que le otorgaba su omega al lado de él, pero la oscuridad de sus sueños empezaron a tomar forma, colores y sonidos.

•••
Después de ser lanzados a la camioneta por Jos y sus hombres, él temía demasiado, no por su propia vida, sino por la de su pequeño novio que iba ahí con él. Le pedía perdón una y otra vez por haberlo arriesgado. Si no hubiese tratado de ser buena gente y bajarse a apoyar a los “afectados” en el automóvil parado a media calle, no estarían en esa situación.

Habían cosas que no entendía, ¿cómo Jos sabía dónde estaba? ¿Qué tal si no se hubiera parado a “ayudar”? Probablemente los atacantes los hubieran perseguido, disparándole a la camioneta, aunque hubieran perdido el tiempo, al ser blindada no iban a llegar lejos. Así Max quizá pudiera haberlos guiado hasta algún lugar solo, llamar a Carlos y haberlos masacrado desde un principio, evitando los golpes que le habían dado a su pequeño omega y a él.

Sea como sea, no era eso lo que enfrentaba en esa horrible pesadilla.
Se enfrentaba viendo a Jos amarrándolo, a él y  Checo, espaldas uno del otro, tal cual había ocurrido. Sin embargo, aquí el pequeño omega no había tenido su brillante idea de desatarse con un vidrio roto de la ventana estrellada que estaba al lado de ellos, tampoco había salido a tratar de mandar una alerta a Carlos. Simplemente, habían esperado hasta el amanecer.

Entonces Jos regresó a la habitación, asegurando que ya habían llamado al pelinegro para exigir un rescate justo por todo. Los negocios del hombre siempre eran tontos y nada planificados, en ese momento quería “vender” armas a los carteles mexicanos para asegurarse protección con ellos, pero igual como había pasado con la organización Sainz, probablemente eso acabaría mal. Max se sentía contento de saber que si su padre hacía eso, había cavado su propia tumba, y no trataría de corregir su dirección.

Duraron minutos, incluso quizá horas, en medio de la incertidumbre de qué pasaría. Max escuchaba a Checo sollozar repentinamente, pero cuando giraba su cuello para tratar de verlo, el pecoso simplemente le decía:

— Estoy bien, amor —no, no estaba bien. El chico seguramente se alejaría de él después de salir de ahí. ¿Cómo podría mantenerlo dentro de esa vida con esa cantidad de riesgos? Se regañó a sí mismo por pensar en eso, no podía ser vulnerable, ni él ni sus pensamientos, no en ese momento.

Jos entraba y salía del cuarto, nervioso, claramente sabía que Carlos Sainz Jr. y sus hombres no eran exactamente pacíficos, excepto por el pobre Pierre, así que tendría que atacar si llegaban de manera agresiva, y lo último que quería, era quedarse él solo peleando con cuatro o cinco hombres despiadados y crueles.

Pero tenía una carta a su favor, el tonto omega noviesito de su hijo.

Así que sin dudarlo demasiado, entró de nuevo a la habitación, desatando al pecoso y llevándolo a otro cuarto. Max gritaba una y otra vez que lo soltara, pero no lograba nada, solamente dañar su garganta por los gritos. Su corazón latía con fuerza, cerca de sentir que le daría un ataque nuevamente. Tenía que controlarse, ¿pero cómo? El miedo que lo envolvía de simplemente pensar que podrían abusar de su pequeño pecoso le provocaba náuseas.

Y no estaba alejado de la realidad, Jos había decidido toquetear al pobre chico, intentando excitarlo sin lograr nada, pues la fidelidad y la lealtad de Checo a su alfa era inquebrantable, había decidido estar con él y no iba a romper su promesa, lo cual no le gustó mucho a Jos.

Unos disparos en la parte exterior del lugar sacaron a Max de sus pensamientos, escuchando gritos y voces conocidas. Sus amigos habían ido por fin, y seguramente había en la parte de afuera una buena guerra. El rubio trataba de rezarle a todos los santos que conocía, deseando verlos pronto bien a todos. Y así fue, Carlos fue el primero en entrar, dándole una sonrisa y acercándose para desatarlo rápidamente.

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora