Capítulo diecinueve: Precio de la traición.

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Los ojos de Sergio se abrieron lentamente, analizando bien dónde estaba. Tratando de removerse sobre la cama, notó un fuerte agarre en su cintura, seguido de una respiración cerca de su cuello, era Max. Se giró sobre sí mismo para verlo, su novio, tan tierno, dormido y relajado. Trató de liberarse pero el rubio lo apretó más, incluso lastimándolo un poco.

— Max...

— ¿Mmh?

— Suéltame, ya me hago pipí —el pecoso trataba de aguantarse las ganas de orinar. Max lo apretó más todavía—. Max, me voy a orinar y tú vas a tener que cambiar las sábanas y las cobijas.

— Acepto, pero no te vayas, amor, quédate conmigo —el rubio decía entre su sueño. Finalmente, abrió los ojos, notando la mirada de súplica de Sergio. Rió, le dio un beso y lo soltó—. Dale pues, bebé. Tienes vejiga de niño.

— Soy un niño... ay, ya vuelvo —dijo el castaño antes de desaparecer hacia el baño. Max se estiró sobre su cama, bostezó y se acomodó, planeando volver a dormir, pero su celular le quitó las intenciones. Contestó rápidamente, sin siquiera notar quién era.

— ¿Max? —escuchó la voz de su hermano a través de la línea.

— Buenos días, Carlos, ¿novedades? —preguntó sentándose en la orilla de la cama, esperando una respuesta.

— Así es, ven a mi despacho, y trae a Sergio, esto les va a interesar. No te des tanta prisa, no hace falta —y sin más, colgó. El rubio se paró de donde estaba, acercándose a su closet para sacar una camisa y un pantalón de mezclilla. Pronto sintió unas manos no muy grandes abrazarlo desde atrás, recorriendo su pecho y abdomen desnudo, pues había dormido en boxer, como siempre lo hacía. Las tiernas manos viajaron por toda su piel, llegando hasta el borde de su ropa interior.

— Sergio, no empieces, tenemos que irnos —dijo serio, pero el omega no respondió, en lugar de eso frotó su mano por sobre la ropa interior, esperando una reacción—. No me dejaré llevar, bebé.

— Por favor, Max, ayer creí que la cita terminaría contigo entre mis piernas, me dejaste con las ganas —dijo el pecoso. Max sintió un escalofrío recorrerlo, así que se giró, topándose con los lindos ojos cafés de Sergio viéndolo con deseo—. ¿Sí lo vamos a hacer?

— No, Checo, tenemos un pendiente con Carlos, pequeño calenturiento —dijo, haciendo un "pup" en la nariz de Sergio. El castaño no se quedaría a gusto, quería cumplir su cometido a como diera lugar. Max se volvió a girar hacia el closet para revisar como se vestiría, pero entonces sintió una prenda caerle encima de la cabeza. Sabiendo lo que era, la tomó, acertando por completo; el boxer de su omega, que había dormido igual que él, solamete con ropa interior. Se volteó lentamente, encontrándose con el chico dándose placer a sí mismo. Cerró los ojos y suspiró, no quería caer en tentaciones—. Sergio, ¿qué haces?

— Por favor, Maxi, será rápido, lo prometo —mencionaba el pecoso, siguiendo con su labor y gimiendo lentamente. Los sonidos de su boca empezaron a provocar a Max, quién se acercó recordando las palabras de Oliver.

— Pídeme que te "coja", bebé, y soy todo tuyo —Segio lo miró extrañado, esa palabra no la usaban en España para referirse al sexo, así que suponía que la había escuchado de él, pero realmente tampoco la había dicho nunca. El calor lo invadió, definitivamente no tocaba su celo, pero no lo necesitaba, deseaba a Max siempre y eso no tenía nada de malo.

— Cógeme, Max —los ojos del alfa se oscurecieron ante la palabra y la intensidad con la que se la había dicho su novio, acabando por completo con su paciencia. Jaló al chico por las piernas, acercándolo a la orilla de la cama. Quitó la mano del omega, que tenía en su propio miembro, y colocó la suya, masturbándolo. No duraron mucho así, Max tenía ya que sucumbir ante sus necesidades y complacer a su omega también, así que tan rápido como pudo, se despojó de su bóxer, volteó al chico, y aún en la orilla de la cama se introdujo en él.

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora