Capítulo veintiuno: Unión.

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Pasó un mes más, y todo parecía tranquilo. La relación entre Max y Sergio avanzaba de manera genuina y pacífica, no habían discutido más, se sentían en complicidad y amor real.

Oliver había vuelto a la escuela, tratando de recuperar el tiempo perdido por culpa de su padre, esforzándose en tareas y proyectos, aunque estar viviendo con Max y Sergio se había vuelto un reto, pues ellos ahora se consideraban a sí mismos papás del alfa menor, y eso lo tenía hastiado, era como lidiar con un par de adolescentes más con una responsabilidad mayor.

No habían noticias de Antonio, no más allá de su recuperación de salud. Max se hallaba demasiado preocupado por el tema de los hombres a los que supuestamente el hombre había vendido a su hijo, pero no había ningún rastro de un pago, o de que trataran de hacerle algo. De igual forma, Sergio estaba prácticamente encerrado en la mansión, protegido por todos los guardias de Max y también por toda la organización de los Sainz.

Estaban a horas de la boda civil de Carlos y Charles, el omega iba a visitar seguido a Sergio y lo ponía al día con lo que podía, o al menos lo que él podía entender, pues también su alfa lo estaba sobreprotegiendo ante las situaciones que se habían presentado con anterioridad.
George ajustaba el traje de Charles a su medida, pues a pesar de que cuando se lo había medido meses atrás le había quedado bien, ahora estaba suelto de algunas zonas. Los nervios habían consumido al pobre chico, quién apenas podía comer de vez en cuando.

- Pásame el hilo blanco, Sergio, por favor -el omega se levantó del sillón a revisar la caja de cintas, agujas e hilos que llevaba el beta, buscando un color blanco, ¡pero habían muchos! Tomó uno, pensando que era el correcto, pero George le hizo una cara de desprecio-. Dije blanco, Checo, ese es color perla.

- No mames, yo los veo iguales -decía el pecoso mientras pegaba el hilo a sus ojos, tratando de ver una diferencia. Rindiéndose, volvió a girar hacia la caja, tomando varios hilos y acercándolos hasta George, quién se rió por la poca paciencia del chico-. No te rías, me arrepiento de haberles dicho que podían prepararse aquí para la boda, me tienes como un tonto buscando hilos e inventándote colores.

- No se está inventando nada, Sergio, son diferentes -defendió Charles. Checo rodó los ojos ante el par de amigos que estaban frente a él, para que luego George escogiera uno de los hilos, se lo mostrara directamente en la cara, como diciéndole: "este es el blanco". Se sentó de nuevo en el sillón, cruzando las piernas fingiendo molestia, esperando a que el beta acabara con su labor.
Su teléfono vibró y se topó con una llamada de un número desconocido, dudando si responder. Finalmente lo hizo, quizá era algo importante.

- ¿Bueno?

- ¿Sergio? -preguntó Paula, su madre. Tenía mucho que no lo llamaba. Según Lance, después de la "repentina desaparición" de Paola, Paula se estaba volviendo loca por tratar de entender qué estaba ocurriendo, pues la mujer estaba uniendo las piezas de cómo sus tres hijos se habían alejado de Antonio, aunque mínimo de Sergio y de Oliver tenía paradero. Su hija mayor no daba señales de vida, había ella tratado de meter una alerta para su búsqueda, pero su esposo se había negado, probablemente porque ya estaba enterado de que sería inútil y la alfa estaba muerta.

-¿Mamá? ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?

- ¡No, nada está bien! ¿Qué está pasando, Sergio? ¿Dónde está tu hermana? ¿Por qué Oliver se fue de aquí y tu papá me dijo que no iba a volver ni siquiera a la escuela? ¡Estoy sola en esta maldita casa y no tengo una respuesta! -chilló la mujer, claramente estresada. George y Charles miraban atentos a Checo, quién tenía una mirada de preocupación en su rostro. Su mamá no se merecía eso, pero no podía meterla en esos problemas, no creía que mentalmente la mujer resistiera enterarse que su hija estaba muerta, y que la había matado él.

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora