Capítulo Diecisiete: Retorno.

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— Lo hubieras visto, Carlos, ni siquiera dudó en partirle la cabeza con el extintor al asaltante, tampoco sé cómo demonios levantó esa cosa, es pesada para alguien de su tamaño —comentó el rubio a través de la línea a su amigo el moreno.

— Dios, Max, ¿están bien? ¿No ocurrió nada más?

— No, Carlos, solamente tengo un poco rojo el cuello, pero ya me curaron, no es nada grave.

— Entonces, ¿hablaste con él? —el pelinegro estaba intrigado ante la repentina acción del pecoso para salvar a Max.

— Así es, y está dispuesto a entrar de lleno, Carlos, era lo que querías y la señal que esperabas. Hay que idear algo bueno para acabar con Paola primero, luego nos encargamos de Antonio. Vendo mis carros para recuperar el dinero que él nos debe, Carlos, eso es lo de menos.

— Claro que no, amigo, no importa eso ahora, importa nuestro bienestar. Mira, en temas de dinero no estamos mal, y legalmente hablando tampoco, ya terminamos muchos acuerdos con gente que no trabaja recto, acabemos con Antonio y sigamos como lo que somos, una empresa legal y confiable. ¿Cuándo regresan?

— Mañana, quizá. Si dices que ya no hay riesgo y eran mexicanos en lugar de polacos, supongo que estaremos bien. Te veo entonces, hermano —colgó, viendo a Sergio entrar al cuarto con el bebé de Yuki en brazos—. Hola, ¿ya estás practicando para cuando tengamos el nuestro? —dijo pícaro. Sergio rió.

— Tarado, claro que no, sólo quiero que lo veas bien, no te has acercado mucho a verlo. Es idéntico a Yuki —Sergio se pegó a Max, mostrándole al bebé. En efecto, era idéntico a Yuki, aunque tenía algunas cosas que se asemejaban a Pierre, como el color de ojos, que se veían azules—. Dijo Yuki que le llamarán Théo, así aunque vivan aquí, en España o en Japón no batallarán con su pronunciación.

— Yo insistí en que lo llamaran Max, pero bueno, al fin y al cabo ellos son los padres. Se arrepentirán —dijo fingiendo molestia el rubio. Sergio le ofreció al bebé, a quien Max tomó con sumo cuidado y miedo. Sí había cargado a Victoria cuando ella era un bebé, pero era diferente, ella era su hermana, en este caso era hijo de Yuki, seguramente lo mataría si veía al cachorro si quiera despeinado. Le hizo unos cariñitos ligeros, para luego ir a la sala con él en brazos y entregárselo de vuelta a su papá.

***

Max aprovechó para salir nuevamente pero sólo con su mamá y su hermana. Sergio y Oliver se quedaron en la gran mansión, aburridos, pero ambos sentían que debían darle tiempo al rubio con su familia, pues viajarían de vuelta a españa al día siguiente. Aunque ya había decidido que en algún punto las dejaría volver con él, no sería pronto, no mientras existieran los riesgos a los que se enfrentaban.

En el gran sofá, el par de hermanos estaban acostados, uno frente a otro, dándose mutuamente golpes repentinos con los pies, solamente para molestarse. Sergio se incorporó para sentarse y Oliver lo siguió, poniendo fin a la pelea. El pequeño alfa cambiaba de canales esperando hallar algo bueno y que pudieran entender ambos, pues más allá del español y del inglés no entendían nada.

— ¿Cómo le hace Victoria y la señora Sophie para no aburrirse? La televisión de aquí apesta —espetó Oliver con clara molestia. Sergio rió.

— Quizá ellas sí entienden francés. Max también lo habló el día que fuimos al hotel, en la recepción, pero no sabía yo que lo hablara, quizá sabe lo básico —el alfa se encogió de hombros mientras se tiraba con fuerza al respaldo del sofá. Sergio entonces, aprovechando a estar solos, quiso comenzar una conversación—: Ollie, ¿te gusta Victoria?

— ¿Qué? No —contesto seriamente y de manera seca el chico. Eso le dio una señal a Sergio, quien empezó a reírse maliciosamente—. No empieces, Checo, por el amor de dios.

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora