Capítulo Trece: Huir.

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Charles se hallaba curando la nariz de Sergio, en la mansión de él y de Carlos. Después de la llamada desesperada del omega, habían corrido a su salvación creyendo que alguien los había atacado a él y a Max, hiriendo a este último, pero se toparon con un Sergio abrazando su propio cuerpo, en la esquina de uno de los sillones. Lance llegó después, ya que Carlos le había hablado. Ayudó a Checo a preparar una maleta, dejando que se lo llevaran y quedándose él en la mansión del rubio por si este volvía.

Max no respondía las llamadas, el GPS de su camioneta había sido desactivado también, así que no tenían ninguna forma de contactarlo o identificar dónde estaba. Sergio estaba muy preocupado por él, a pesar del enojo del momento, y del error del alfa, lo quería y lo necesitaba. Se culpaba a sí mismo por su reacción, pero Charles lo sacó de sus pensamientos:

- No es tu culpa, Sergio, Max es un loco de primera cuando se propone serlo -el pecoso miró a su amigo, que colocaba una última vendita en su nariz. Ya no tenía que ponerse algodón, pero sí unas vendas que hacían presión en el cartílago-. Sé que te asustó y quizá te hizo daño, Max es así, nos ha hecho daño a todos, no trato de justificarlo, pero hemos tenido mucha paciencia. ¿Te golpeó?

- No, sólo me apretó las muñecas y los hombros, también me sacudió -mencionaba triste-. Si me hubiera golpeado sería imposible para mí perdonarlo, no podría con eso.

- Y no te culpo, Sergio, los golpes ya son otra cosa, no deben ser permitidos bajo ninguna circunstancia.

- ¿Ya lo encontraron? A Max -preguntó Sergio. Charles negó con la cabeza mientras hacía una mueca.

- No, ha de estar borracho por algún lugar, cerca de un baldío o alguna bodega o empresa abandonada, tranquilo, volverá bien. Déjame llevarte a la habitación, debes descansar.

Caminaron juntos por la gran casa de Carlos, que seguía siendo más pequeña que la de Max. Al lado izquierdo del pasillo se encontraba una puerta de madera, por la que entraron, mostrando un lindo cuarto, que si bien pequeño, muy cómodo. Charles sacó de un pequeño closet un par de almohadas y unas mantas, que puso en la esquina de la cama, indicando a Sergio que podía usarlas para dormir esa noche. Sergio asintió y Charles salió de la habitación, dándole privacidad al chico para cambiarse de ropa y acostarse a dormir.

Sergio exploró un poco y notó que la ventana gigante del cuarto realmente era una puerta de vidrio que dejaba salir a una especie de balcón pequeño, pues estaban en un segundo piso. Sergio la abrió y salió, mirando al cielo, notando la luna brillante, completamente llena, sobre él. Por alguna razón, lo invadió la nostalgia, haciendo que sollozara lentamente y en silencio. Las lágrimas caían despacio por sus mejillas, mientras que su boca liberaba suspiros pequeñitos. De pronto, una figura debajo de él llamó su atención. Era Oliver.

- ¿Qué haces aquí? -preguntó Sergio en un susurro, no quería llamar la atención de Charles o de Carlos, o incluso despertarlos si ellos ya se habían acostado a dormir.

- Hablar contigo, necesito explicarte algo, Max me llamó ahorita y me dijo lo que pasó. ¿Crees que si salto desde aquí puedo alcanzar a subir?

- Creo que sí, inténtalo -apenas Sergio le dio permiso, el chico agarró vuelo para tomar el barandal que rodeaba el balcón. En un esfuerzo un poco mayor, pudo subir su propio peso, logrando quedar parado en la orilla que estaba libre. Luego cruzó sus piernas por encima de los fierros. Abrazó a Checo con cuidado, pues sabía que estaba lastimado. El pequeño omega correspondió al abrazo, sintiéndose reconfortado por el calor que ofrecía su hermano-. Mírate, ya eres todo un señor alfa, te sienta bien la madurez, te ves más guapo.

- Yo lo sé, hermano, dime algo nuevo -bromeó, pero luego se puso serio-. Max me llamó hace menos de media hora, me platicó la discusión y me dijo que te hizo daño, ¿es cierto?

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora