Epílogo Final 2. Futuro.

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Sergio se restregaba las sienes con sus dedos, tratando de sacar la paciencia de algún lugar de su ser interior para no regañar a sus hijos.
Resultaba que el pequeño cachorro que Toto le había dicho que estaba creciendo en su interior, realmente no era uno, ¡eran dos! Y ahora tenía que lidiar con el par de gemelos/mellizos en plena crisis de los cinco años.

Franco y Patricio eran dos alfas, igual que su padre. Ambos castaños y muy lindos, tiernos y adorables, pero a veces hacían que el pecoso quisiera sacar su lado mexicano y descontarlos con la chancla.

Los pequeños niños insistían en hacerle una carta a Santa Claus, pero la fecha no era la indicada. ¡Apenas estaban julio! Literalmente tenían poco más de dos meses que habían cumplido años y habían recibido inmensa cantidad de regalos de parte de todos sus tíos.

— Papá Checo, yo quiero un carrito a control remoto grande, así como el carro de papá Max —dijo el pequeño Pato. Checo le sonrió, provocando celos en su hermano.

— Pues a mí me van a comprar un tren grandote, como el de la tele —discutió Franco. Sergio cerró los ojos y suspiró, ahí iban a pelear otra vez.

— ¿Como un tren grandote como el de la tele? Ese es pequeño, sino no cabría en la tele —volvía a responder Pato, sintiéndose orgulloso. Checo finalmente se levantó de dónde estaba y le hizo señas a ambos niños para que se pusieran frente a él, luego los tomó con sus brazos y los acomodo entre su cintura y caderas. No sabía de donde, pero había adquirido mucha fuerza desde el nacimiento de los pequeños, quizá era algo que su omega interior provocaba al momento de tener cachorros.

Caminó decididamente con ellos hasta el cuarto que compartía con Max, poniéndolos sobre la cama y haciéndoles una indicación para que se acostaran. Los niños rápidamente obedecieron, metiéndose entre las cobijas y restregándose con ellas, pues el olor de sus papás los tranquilizaba. Ese lugar había sido su pequeño nido cuando eran unos bebecitos, ahora tenían su propio cuarto compartido, pero a veces aún iba Sergio a tratar de controlarlos ahí a base de aromas.

Se tiró al lado con ellos y prendió la televisión, buscando un programa que les gustara a los cachorritos, encontrando Bluey. Ambos se quedaron mirando la pantalla como si de un hechizo se tratara, les encantaba el programa. Checo negó con la cabeza y se levantó tranquilamente, saliendo con mucho cuidado por la puerta del cuarto y yendo hasta la cocina. Necesitaba una taza de café en ese mismo instante o iba a explotarle la cabeza del dolor que traía.

Mientras su cafetera se llenaba, escuchó el motor de la camioneta de su esposo llegar y apagarse. Levantó su mirada cuando escuchó los pasos del rubio entrar a la cocina. Sonrieron mutuamente, para acercarse como un par de imanes y fundirse en un tierno beso. La mirada de Max viajó hasta la cafetera que estaba llenándose y sacudió la cabeza.

— Ya estás alimentando tu dependencia, amor —dijo el alfa, pegando a Sergio a su cuerpo, provocando un gemido en el omega—. ¿Ya te hiciste la prueba, bebé?

— No, Maxi, la verdad no. Me da miedo la idea de estar embarazado de nuevo, ¿y sí por alguna razón volvieran a ser gemelos? ¿O trillizos? Casi me vuelven loco Pato y Franco, ¿sabes por qué estaban peleando ahorita? QUIEREN UN TREN Y UN CARRO, MAX, y eso es tu culpa —el dedo del pecoso golpeaba con fuerza el pecho del holandés, quién reía ante la desesperación en la voz de su esposo. Lo besó tiernamente de nuevo, tratando de calmarlo, pero cuando tenía quejas sobre sus “desastrosos” cachorros, nada lo callaba—. Además, Franco anda hablando con acento argentino, ¿de dónde demonios lo sacó?

— Sí, eh, quizá vimos una película con el doblaje de ahí y se le pegó, pero se le quitará, ya verás. Además, bebé, son mis bebesitos, siento que debo cumplirles todo lo que necesitan —dijo Max haciendo un puchero. Sergio suspiró en medio de una sonrisa.

El Guardián de mi Libertad  | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora