Mi pequeño escondite

57 14 3
                                    

Pasaron unos días.

Se encontraba corriendo como loco por los largos pasillos del campus, ya no sabía en que área se encontraba, lo único que necesitaba era esconderse o estaría muerto. A lo lejos distinguió una figura de mujer, trató de esquivarla y cuando trató de frenar se cayó de nalgas haciendo el ridículo. Se reprendió mentalmente por eso.

La suave risa de la chica lo sacó del dolor que le causó la caída, cuando abrió los ojos vió un angel. La muchacha le tendió la mano para levantarse, piel blanca como la nieve, una melena azabache hechada hacia atrás por unas lindas gafas de sol, una sonrisa de labios cerrados con esos labios finos y sin grietas. Era simplemente una diosa [o al menos para los ojos de él]

– ¿Te encuentras bien? – le preguntó aún con la mano tendida, el peliverde se avergonzó por ser grosero y la aceptó. Sacudió la cabeza confirmandole un sí.

– Si, si, no te preocupes. Solo fue una pequeña caida – rió nervioso, seguramente le pareció un tonto.

– Si no recuerdo mal... ¿Eres el mesero del restaurante, verdad? – Qué... Trató de recordar en donde pudo haberla visto en el Baratie... Oh, la chica del Desliz Salado.

– Eh, sip. Ese soy yo. – se apuntó con los pulgares para bromear, le sudaban las manos y tenía una ligera comezón en la nuca.

– Y dime, ¿qué hacías corriendo a estas horas, señor mesero?

– Oh, eh, em... Soy Yonji e iba corriendo porque me quieren matar – sonrió y en la cara de la chica se volvió de confusión y seriedad. – Digamos que accidentalmente, le tiré jugo de uva en cima al profesor Crocodile y escapé antes de que pudiera enfadarse. Mi hermano me enseñó que en una situación así lo mejor es huir que esperar lo peor.

La pelinegra volvió a reir y algo se infló en el pecho de Yonji, pensó que lo estaba haciendo bien.

– Oh, ya veo, el profesor Crocodile es de carácter muy fuerte, supongo que la mejor forma de matarte sería cortando extremidad por extremidad hasta que solo quede tu cabeza – un escalofrío recorrió el cuerpo del menor, a veces entre los alumnos se referían a Crocodile como el "Mr. Sicario", algunos decían que era verdad, otros decían que no. Lo único en que estaban de acuerdo es que se parecía a uno.

– Dejando eso de lado, yo soy Nico Robin, digame Robin, señor mesero Yonji – se dieron un apretón de manos.

– Lo haré solo si tu me dices Yonji.

– Acepto. Supongo que debes seguir corriendo, ¿no, Yonji?

– Al menos hasta hallar un lugar en donde esconderme – el solo pensar en la furia del profesor lo hacía sentirse cansado.

– Creo que puedo ayudarte en eso – su cara se iluminó. Efectivamente, ella era un angel.

– ¡¿En serio?!

– Si, conozco un lugar en donde no hay necesidad de ir. Sigueme – lo tomó de la muñeca y lo guió por los pasillos. El agarre de la mano ajena era fuerte a pesar de que la articulación en sí era frágil.

Vagaron durante un rato hasta que la muchacha abrió una puerta y lo empujó con ella hacia adentro. La habitación estaba completamente a oscuras como en los pasillos de afuera, al parecer esa área estaba abandonada.

– ¿Robin? – llamó a la oscuridad y de la nada una luz le apuntó al rostro.

– Aquí estoy, Yonji. Tranquilo – se prendieron otras luces pero esta vez de la estancia. Por lo que podía ver era una biblioteca abandonada, mesas rotas, sillas volcadas, estanterías llenas de telarañas y libros viejos y amarillos. – Bienvenido a mi lugar.

Trabajo Familiar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora