XXIX

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¡Advertencia!

En este capítulo se maneja contenido violento de forma explícita; gore, obsesión, TLP (trastorno límite de la personalidad), estrés post traumático, ataques de ansiedad, muertes violentas, dependencia emocional, disociación de la personalidad, manipulación e incluso menciones al suicidio.

Si eres una persona sensible y no soportas ésta clase de contenido te pido que te retires en lugar de dejar malos comentarios. Si por el contrario, estabas esperando este capítulo te invito a buscar algún snack y ponerte cómodo para disfrutar la lectura.

¡Aclaro!

Los trastornos mencionados están reflejados de la manera más convincente que encontré (teniendo en cuenta que modifiqué algunas cosas para la conveniencia de la historia) y me sentiré encantada de responder cualquier pregunta al respecto en los comentarios.

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Momento del accidente

—Adrianne por favor, no tienes que hacer esto —Suplicó el moteado con voz temblorosa.

—¡Sí de verdad amaras a tu padre me escucharias, hija! —Insistió la adulta al verla tan dudativa.

—¡Cállense, cállense, cállense! —Suplicó entre lagrimas con voz rota, encontrándose dividida entre el deber y el querer—. ¡Por favor, ya no más!

—Vamos Adrianne, hazlo por mi, por tu padre, ¿no quieres a tu familia de vuelta? —La voz de Papillon, su madre, resonaba en su cabeza incitándola a dejar que el Akuma que había entrado en su cascabel la consumiera.

¿Familia? Por supuesto que quería a su padre de vuelta, añoraba que su madre volviera a sonreír, deseaba con todo su ser poder estar todos juntos al menos un día más.

Pero había un problema...

—No la escuches —Rebatió el azabache con desesperación—, sabes que siempre hay un precio a pagar. Tu padre volverá a cambio de la vida de alguien más, ¿eso es lo que realmente quieres?

—Por favor... basta, ya no más —Suplicaba negando fervientemente con la cabeza, sus manos fuertemente presionadas sobre sus oídos, tratando vanamente de callar sus voces—. Se los ruego...

—Adrianne Agreste —Se alzó la voz de la adulta sobre la del azabache, retumbando en su cabeza debido al akuma que aún se encontraba en su cascabel—. Obedece. Ahora.

No entendió cómo o por qué, pero en ese momento todo rastro de su fuerza de voluntad se quebrantó lo suficiente para hacerla ceder.

—Mi Lord... —Gimió débilmente antes de dejarse consumir por el akuma.

—Princesa... —Susurró él, su voz quebrando al ver que no había podido ayudarla.

La oscuridad finalmente la consumió.

Irónicamente cuando el aura morada se disipó su característico color negro había sido remplazado por un blanco tan puro que la hacía ver incluso más pálida. Sus vivaces y coquetos ojos verdes tenían un tono azul tan claro que reflejaba por completo el dolor y confusión de su alma.

Sombras sobre París Donde viven las historias. Descúbrelo ahora