XII

60 8 0
                                    

—Creí que esto del amor no era lo tuyo —Le recordó el pequeño kwami a su dueña.

—Y no lo es —Respondió, concentrada en cepillar su cabello.

Plagg voló hasta quedar frente a su rostro y cruzó sus diminutos brazos, haciendo un sonido de duda con su boca.

—Claro....

—Plagg, por favor —Adrienne suspiró—, te dije que quiero tomarme un tiempo en esto del amor.

—Eso no parecía cuando chocaste con Lordbug... —Su tono era de burla.

Adrienne no pudo evitar que el color subiera a sus mejillas al recordar la cercanía con el azabache y como la había tomado por la cintura.

—No sé a lo que te refieres —Titubeó ella—, simplemente me sostuvo para que no me cayera.

—Tampoco te quitaba la mirada de encima durante el discurso —Dijo pícaro—, admitelo niña, es ti debilidad. Sabes que te gusta.

—Aún si me gustara, no quiero saber de romance ahora, ¿de acuerdo?

Plagg suspiró y mordió su queso.

—Cómo digas—, respondió trangando su queso de un bocado.

La rubia se levantó del sillón, dejó el cepillo sobre la mesa y se acostó a dormir.

(...)

—¡Quiero chocolate! —Ordenó la pequeña niña a su padre desde su cama.

—Mi amor —Respondió trantando de mantener la paciencia—, el chocolate es demasiado para estas horas, ¿qué tal si te traigo un juguito?

—¡No! —Tiró uno de sus peluches, su rostro rojo por la rabia.

No pasó mucho para que Papillon notara y aprovechara su emoción. En cuestión de minutos una bebé gigante estaba de camino a la panadería Dupain-Cheng en busca de algo para saciar su antojo nocturno.

(...)

Adrianne despertó a causa de unos fuertes temblores, se incorporó en la cama y tuvo que cubrirse la boca para no gritar cuando vio en su ventana un par de ojos verdes y gigantes mirándola fijamente.

La pequeña gigante la saludó y siguió caminando como si nada.

—¡Plagg las garras!

(...)

—Marcel, ya es muy tarde ¿no crees? —Le recordó Tikki a su dueño.

Él se encontraba desde muy temprano concentrado en un chaleco.

—Déjame terminar estas puntadas —Su cara de concentración era bastante cómica, se mordía la lengua y tenía los ojos entornados.

Tomó hilo y aguja para terminar las costuras internas pero se pinchó un dedo en el momento en que la casa comenzó a moverse de forma brusca.

—¡Ay! —Se metió el dedo a la boca y subió las escaleras hasta su balcón para ver que sucedia, Tikki siguiéndolo de cerca.

Sus alarmas se activaron al ver un bebé gigante, trantando de meter su mano en la panadería.

Fue cuestión de segundos para estar transformado, mirando la bebé lloriqueando por no poder alcanzar los dulces.

—¡Qué rápido crecen los niños de ahora! —Kitty se posicionó a su lado.

KittyNoir comenzó a balancearse con gracia entre los edificios, su mirada fija en la bebé gigante la cual le brillaron los ojos al ver a la heroína.

—¡Gatita! —La niña trató de tomarla pero ella fue más rápida y la esquivó.

Sombras sobre París Donde viven las historias. Descúbrelo ahora