XIII

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El azabache estaba apoyado en su balcón, mirando los edificios en busca de la figura femenina.

-¿Crees que si venga? -Preguntó Marcel, mirando a su Kwami.

-Anoche dijo que estaba encantada -Parafraseó Tikki, sentada en su hombro.

Él suspiró.

-No debí haberle dicho eso...

-Lo hecho, hecho está. Por el momento trata de pensar en lo que le dirás.

(...)

Otra vez sola...

Fue el pensamiento de Adrienne al ver el comedor vacío y su plato de comida, probablemente frío, sobre la mesa.

Nath se había encargado de dejarle su horario del día sobre la mesa junto a su comida.

Ojeó las tareas del día, ni siquiera tocó el plato. Tenía la ilusión de que su madre cumpliría su promesa y comerían juntas, verdaderamente se había equivocado.

Dejó la hoja de nuevo en la mesa, lo que si llamó su atención fue una pequeña rosa azul, la tomó por un impulso, tal vez a Marcel le gustaría el detalle.

En cuanto Plagg vió su mirada supo que Gabrielle de nuevo la había dejado esperando.

No era bueno con las situaciones melancólicas por lo que decidió cambiar de tema.

-Y bien, ¿Lista para conocer a tus suegros?

Adrianne lo miró mal.

-Vamos, Adri, es solo una cita.

-No es una cita, es un desayuno.

-Is in disiyini...

Antes de que pudiera decir algo más la rubia se transformó y salió por su ventana, camino al hogar del azabache.

Por su parte él sintió su estómago gruñir y bajó a la cocina, su desconcierto evidente al verla vacía.

Su mirada viajó por todos lados hasta posarse en la nevera, más específicamente, en una nota sujetada por un Imán que rezaba:

"Galletita, fuimos invitados de última hora para un exposición de arte y tuvimos que salir muy temprano con los pedidos, les dejé reservadas algunas cosas para su desayuno en el horno, por favor discúlpanos con Kitty Noir.

-Con amor, mamá ♡".

Y justo cuando creyó que su mala suerte no podía empeorar, el timbre sonó.

-¡Un momento! -Pidió.

Tikki le ayudó a sacar las cosas del horno, que por suerte seguían calientes, y servilas, todo en tiempo récord para luego esconderse.

Corrió hacia la puerta y encontró a la oji-verde del otro lado, con una sonrisa nerviosa.

-Buen día -Saludó ella, con un gesto Marcel la invitó a pasar y ella lo abrazó.

-Buenos... -Respondió el azabache nervioso.

Al separarse Kitty le extendió la rosa. Él la miró sin entender a lo que ella añadió:

-Es para tí.

-¿Para mí? -Preguntó extrañado, nunca le habían dado una flor, menos una rosa.

La tomó entre sus manos y se atrevió a olerla a la rubia le pareció tierno el gesto.

Dio la media vuelta con la rosa entre sus manos, dispuesto a ponerla en agua, no sin antes invitar al comedor a la chica.

Sombras sobre París Donde viven las historias. Descúbrelo ahora