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—De verdad lamento mi actitud esta tarde —Tenía la cabeza gacha, de verdad parecía avergonzado.

Ella recibió el vaso que le ofrecía y se sentó a su lado.

—Tranquilo, no es la primera vez que un fanático loco me propone matrimonio —Bromeó y dió un pequeño sorbo a su café.

Café...

"—Un café, como lo pediste —La miró aún con ese brillo en sus ojos—, esta noche durante la patrulla, yo me encargo de todo."

A su mente llegó ese pequeño recuerdo de esa tarde.

¿Acaso él lo recordaba?

—Aún así lamento haberte incomodado y espero no haber hecho alguna tontería —Siguió disculpándose. Era raro verlo así—, aparte de proponerte matrimonio, claro.

—Ya te dije que no es necesario —Golpeó su hombro amistosamente con una sonrisa—, por cierto, ¿a qué viene todo esto? —Señaló los vasos y la bandeja de croissants.

—Quería disculparme contigo y recordé que los de chocaste son tus favoritos —Rascó su nuca, tímido.

Entonces no era una cita...

Claro no es como si a ella le importara.

Solo una charla de amigos...

¡Genial!

—¿Estás bien? —Preguntó el azabache al verla pensativa y ella sonrió.

—Por supuesto, no te preocupes, a todo esto, ¿Dónde estará BarkKnight? —Cambió el tema y mordió uno de los croissants.

—Al parecer le dije que se tomara la noche mientras estaba en el hechizo.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Hace rato me envió un mensaje que decía "gracias por el descanso, jefe"

Ella rió, sabiendo perfectamente la razón porque le había dado el descanso al pelirrojo.

La noche siguió transcurriendo entre risas y anécdotas que poco a poco dejaron de ser del trabajo y se convirtieron en charlas de cualquier tema.

—Dicen que la luna llena puede volver locos a los hombres. —Lordbug habló mientras miraba la luna.

—¿Crees que eso explica tu comportamiento? —Repondio ella.

—¿Perdón?

—Oh, por favor. Si alguien está loco aquí, eres tú. ¿Quién más se vestiría de insecto y saltaría por los tejados por diversión? —La rubia rió.

—Admito que es bastante divertido. Aunque no tanto como verte intentar mantener el equilibrio en esos tacones —Sus ojos azules se achinaron un poco por su sonrisa.

A Kitty le pareció de lo más tierno pero retomó la compostura.

—¿Me acabas de decir enana? —Se cruzó de brazos fingiendo indignación.

—Creo que 'chaparra' te describe mejor.

Ella rió irónicamente.

—No conocía éste lado bromista tuyo, y pensar que aún así dices que mis chistes son malos.

—No creo que sean malos —Retomó su cara seria—, sólo no están a la altura.

Su seriedad volvió a desaparecer y se carcajeó, ella no pudo evitar reír también, puede que no fuera tan chistoso pero su risa era innegablemente contagiosa.

Kitty revisó la hora en su cat-móvil, distraídamente, sorprendiéndose por lo tarde que era.

Dos treinta cuatro de la mañana.

Sombras sobre París Donde viven las historias. Descúbrelo ahora