XXV

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—Vamos, chico, no está tan mal —El mayor puso una mano en su hombro, tratando de consolarlo.

Ambos eran los únicos en el atelier, después de todo era sábado en la noche.

—¿Que no lo está? —Le miró escéptico—. Por amor a Dios, Charles, ¿me estás viendo? ¡Soy un desastre!

Y no era mentira, estaba incluso peor que antes de su bloqueo creativo y eso era ya decir mucho.

La ojeras profundas y marcadas bajo sus ojos eran una clara señal de que ya no dormía lo suficiente, sus brillantes ojos grises ahora estaban vidriosos por la falta de sueño, su piel estaba mucho más pálida por la falta de sol, su cabello había crecido unos cuantos centímetros más sin ninguna clase de cuidado y la pequeña sombra de barba le daba perfectamente un aire desaliñado.

La culpa lo carcomia por dentro, simplemente no podía dejar de pensar en esa noche y como había arruinado todo con su musa.

La había lastimado solo por sus caprichos.

Se sentía como una sombra.

(...)

—Definitivamente no puedes enviarle eso —Tikki estaba sentada en su hombro, observando lo que su portador escribía.

—¿Por qué no? —La miró confundido, alternando la mirada entre ella y él móvil.

Sólo estaban ellos dos, Aly había tenido que retirarse mucho más temaprano por algo que no había alcanzado a entender bien por la explicación apresurada.

—No soy una experta en esto de la tecnología pero... sí en el romance —Ella se levantó y comenzó a revolotear frente a él con una expresión de suficiencia—. Después de todo ninguno de mis antiguos portadores estuvo soltero por mucho tiempo y tú no serás la excepción.

Marcel sonrió con diversión, dispuesto a seguirle el juego. Se acomodó mejor en la cama.

—¡Oh gran maestra del amor!, por favor iluminame —Fingió una reverencia inclinando un poco su cabeza siguiendo el movimiento con una de sus manos—. Dime, ¿qué es lo que éste mundano está haciendo mal?

Ella rió para luego forzar una expresión de seriedad que al azabache le resultó de lo más adorable.

—Toma nota —Se aclaró la garganta y señaló la pantalla del celular la cuál mostraba el mensaje que aún estaba de borrador—, en primer lugar debes tratar de más directo, ¿no te parece que ciento ochenta palabras es demasiado para invitarla por un helado?

El oji-azul bajo la mirada, sus mejillas adquiriendo un leve tono rosado por la vergüenza.

Tikki se apresuró a abrazar su mejilla —No me malentiendas, es muy lindo todo lo que le escribiste, pero divagas demasiado, incluso por ahí —Volvió a señalar la pantalla del aparato.

—Supongo tienes razón, bonita —Suspiró y luego de eliminar una gran parte del mensaje dejó su teléfono en la mesita de noche al lado de su cama—, pero es difícil, ¿sabes? Siento que tengo tantas cosas que decirle pero cuando la tengo en frente simplemente no puedo expresarlo, termino tropezando con mis propias palabras y quedo como un tonto.

Miró por ventana, a pesar de la oscuridad de la noch, la ciudad seguía activa, después de todo aún era temprano. Las nueve y algo, quizá.

—Y el escribirle una carta queda descartado... —Marcel asintió. Ella tarareó pensando en una solución— ¡Ya sé! ¿Y si haces eso que siempre haces con Aly? Una... ¿Hablada?

Él levantó una ceja —¿Una llamada?

—¡Sí! Exacto, después de todo ya tienes su número.

—Ya te dije que me trabo cuando hablo con ella...

Sombras sobre París Donde viven las historias. Descúbrelo ahora