"La paz no es la ausencia de problemas, sino la capacidad de estar tranquilo en medio de ellos."
El cielo de Floor estaba despejado y brillante, con nubes de todos los colores que flotaban tranquilamente, como si formaran parte de un paisaje pintado por un niño con una imaginación desbordante. Paco y Pedro caminaban a través de los prados, disfrutando de una calma inusual en el mundo que tantas veces habían salvado.
-¿Sabes, Paco? -dijo Pedro, estirando los brazos al cielo-. Hoy es uno de esos días que huele a aventura. Lo siento en el aire.
Paco, siempre el pragmático, levantó una ceja felina mientras sus ojos verdes brillaban con astucia.-¿Aventura? O quizás es solo el queso volador. Huele un poco a camembert -señaló, mirando al horizonte donde, efectivamente, flotaban varios quesos en el aire, perseguidos por aves que no parecían tener prisa por alcanzarlos.
-Este lugar nunca deja de sorprenderme -contestó Pedro, riendo-. ¡Vamos a ver qué más nos tiene preparado Floor!
Y así, sin una misión urgente ni un villano a la vista, se embarcaron en lo que sería uno de los días más épicos y absurdos de sus vidas.
No habían caminado mucho cuando se encontraron con un ciempiés gigante corriendo de un lado a otro, claramente angustiado.
-¡Ayúdenme! ¡No puedo atarme los cordones! -gritaba el ciempiés, agitando desesperadamente sus cien patas en todas direcciones.
Pedro lo observó, tratando de contener la risa.
-Pero... no llevas zapatos -dijo, confuso.
El ciempiés se detuvo de golpe, mirando hacia abajo como si solo entonces se hubiera dado cuenta de ese pequeño detalle.
-¡Es verdad! ¡No tengo zapatos! -exclamó, incrédulo-. ¡Toda mi vida ha sido una mentira!
Paco rodó los ojos y le dio una palmada en la espalda... o en lo que parecía ser la espalda del ciempiés.
-Tómalo con calma, amigo. Tal vez deberías enfocarte en algo más sencillo, como aprender a caminar en línea recta -sugirió Paco con una sonrisa maliciosa.
El ciempiés lo pensó por un segundo, y sin decir una palabra más, salió disparado hacia el horizonte, corriendo en línea recta y gritando "¡Soy libreeeee!".
Pedro y Paco lo vieron desaparecer, perplejos.
-Bueno, eso fue raro -dijo Pedro, frotándose la barbilla-. ¿Y qué sigue?
-Conociendo este lugar, lo mejor está por venir -respondió Paco, ya acostumbrado a lo impredecible de Floor.
Justo cuando creían haber visto lo más raro, un grupo de patos voladores con cascos de piloto pasó zumbando sobre sus cabezas, cada uno empuñando banderas y emitiendo graznidos de pura adrenalina.
-¡Es la carrera anual de patos voladores! -gritó uno de los patos desde lo alto, mientras hacía piruetas en el aire.
-¿Desde cuándo los patos vuelan tan rápido? -preguntó Pedro, alzando la vista.
-¿Y desde cuándo necesitan cascos? -añadió Paco, fascinado mientras observaba cómo los patos realizaban maniobras imposibles en el aire, cruzando entre las nubes y las copas de los árboles a una velocidad asombrosa.
Uno de los patos se desvió de su ruta, chocando accidentalmente con un árbol. Pedro y Paco corrieron hacia él, preocupados, pero el pato simplemente se levantó, sacudió el polvo de sus plumas, y se puso de pie con orgullo.
-Estoy bien, solo necesitaba una pausa para almorzar. ¿Alguien tiene pan? -preguntó, como si nada hubiera pasado.
Pedro le dio una pieza de pan que tenía en su bolsa, mientras Paco suspiraba divertido.
-Al menos este pato sabe lo que quiere.
El pato asintió con seriedad y volvió a volar, regresando a la carrera con renovada energía.
Poco después, se encontraron con un caracol gigante que se movía a un ritmo que haría parecer rápida a una piedra. Pero lo más sorprendente era que el caracol llevaba puesto un casco de guerra y arrastraba un pequeño carro lleno de... espadas.
-¡Héroes de Floor! -exclamó el caracol, con una voz grave y profunda-. ¿Podrían ayudarme a llevar estas espadas hasta la Montaña del Trueno?
Paco arqueó una ceja, inspeccionando el diminuto carro lleno de armas que no parecían tener ningún sentido para un caracol.
-¿Por qué necesitas tantas espadas? -preguntó.
-¡Es para la gran batalla contra los... las...! -el caracol se detuvo un momento, pensativo-. ¿Sabes? No estoy seguro. Solo me dijeron que las llevara allí.
Pedro soltó una carcajada.
-Bueno, si eso no es una misión épica, no sé qué lo es.
Sin pensarlo dos veces, Pedro y Paco lo ayudaron a empujar el carro, aunque al ritmo del caracol, tardaron unos treinta minutos en avanzar diez metros.
-¡Nunca olvidaré este día, valientes! -dijo el caracol mientras seguía avanzando lentamente hacia el horizonte.
-Lo dudo, dado que aún estarás en el mismo lugar cuando caiga el sol -murmuró Paco para sí mismo, divertido.
Finalmente, mientras se acercaban a la Casa de la Cascada, un árbol cercano comenzó a moverse rítmicamente. No había viento, ni música, pero el árbol simplemente... bailaba. Sus ramas se agitaban como si estuviera en una fiesta invisible.
-¿Está... bailando? -preguntó Pedro, claramente desconcertado.
-Parece que sí -respondió Paco, moviendo la cabeza al compás-. ¿Deberíamos unirnos?
Sin pensarlo dos veces, ambos comenzaron a moverse también, siguiendo el ritmo del árbol, mientras las hojas caían alrededor de ellos en un extraño pero divertido espectáculo. Floor no necesitaba lógica, solo un poco de locura para que todo tuviera sentido.
Después de unos minutos, el árbol se detuvo abruptamente, como si se hubiera cansado de la improvisada fiesta, y volvió a su postura normal. Pedro y Paco se miraron, exhaustos pero riendo.
-Creo que este ha sido el día más raro de todos... -dijo Pedro, dejando escapar una carcajada.
-Y eso que no hemos visto al ciempiés regresar -respondió Paco, aún riendo.
De regreso en la Casa de la Cascada, Pedro y Paco se tumbaron en el césped, disfrutando del cielo despejado y el sonido relajante de la cascada.
-Bueno, al menos no tuvimos que salvar el mundo hoy -dijo Pedro, mirando al cielo.
-¿Salvarlo? Hoy lo hicimos bailar -contestó Paco, sonriendo satisfecho.
Ambos se quedaron en silencio, disfrutando de la calma, sabiendo que en Floor, cada día traía algo nuevo, algo extraño, y algo que siempre, siempre los haría reír.
-¿Sabes? -dijo Pedro-. Podría acostumbrarme a días como este.
Paco asintió, estirándose y cerrando los ojos.
-Sí... pero no apostaría por que mañana sea igual de tranquilo.
Y con esa última reflexión, ambos se relajaron, sabiendo que en un mundo tan absurdamente maravilloso como Floor, el próximo día sería igual de caótico... y perfecto.
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Paco el Gato 🐈⬛
AventuraEn un mundo donde los colores tienen el poder de la vida misma, Paco, un misterioso gato negro de ojos verdes, debe descubrir su verdadero propósito mientras enfrenta fuerzas oscuras que amenazan con consumir Floor. Junto a su fiel amigo Pedro, un v...