Capítulo 50: El Final

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"El verdadero final no es la conclusión de un viaje, sino el inicio de una comprensión más profunda de quiénes somos."

El sol se escondía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de cálidos tonos anaranjados y rosados

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El sol se escondía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de cálidos tonos anaranjados y rosados. Paco, el Gato, ahora anciano y cansado, caminaba con pasos lentos hacia el claro junto a la Casa de la Cascada, el lugar que había sido testigo de tantas aventuras, alegrías y noches bajo las estrellas con Pedro. Habían pasado cien años desde la última gran batalla, desde que salvaron juntos a Floor por última vez. Ahora, Paco volvía al lugar donde todo comenzó, solo en cuerpo, pero nunca en espíritu. El recuerdo de Pedro lo acompañaba, como siempre lo había hecho.

El claro, un espacio abierto en medio del bosque de Floor, estaba envuelto en una calma profunda, casi reverente. Paco llegó al manzano que habían plantado juntos tantos años atrás, cuando ambos eran jóvenes y el mundo parecía estar a sus pies. El árbol, ahora enorme y majestuoso, se alzaba firme, sus ramas llenas de hojas susurrantes y frutos dulces que colgaban pesadamente. Aquel manzano no era solo un árbol: era un testigo silencioso de su amistad, de su amor por la vida y de todas las batallas que compartieron.

Paco se tumbó bajo el manzano, sus viejas patas hundiéndose suavemente en el césped cubierto de pequeñas flores nocturnas que brillaban como luciérnagas bajo la luz de las dos lunas de Floor. Las lunas colgaban en el cielo como dos faros de plata, iluminando el claro con una suave luz etérea. La cascada cercana murmuraba en el fondo, como un eco suave que acompañaba sus últimos momentos. El aire estaba impregnado con el dulce perfume de las manzanas caídas, y la brisa fresca acariciaba su pelaje canoso, trayendo consigo el olor familiar de los bosques de Floor.

Levantó la mirada hacia el cielo, donde las estrellas comenzaban a brillar entre las dos lunas, pintando el firmamento con un manto de luz. Era la misma vista que tantas veces había compartido con Pedro, y el recuerdo de esas noches bajo las lunas llenaba su corazón de una melancólica alegría. Paco cerró los ojos por un momento, dejando que los recuerdos fluyeran, como las aguas de la cascada a su lado. Recordó su primer encuentro, la chispa de aventura que encendió sus vidas. Recordó cómo exploraron cada rincón de Floor, cómo lucharon, rieron y amaron ese mundo con todo lo que tenían.

A medida que la noche avanzaba, el tiempo, que siempre había corrido a su lado, parecía ahora detenerse. Paco sentía la paz que solo los años podían otorgar, la serenidad que llega cuando uno ha cumplido su propósito. El viento susurraba entre las ramas del manzano, como si el árbol mismo estuviera despidiéndose de su viejo amigo. Las lunas plateadas lanzaban su luz sobre el claro, bañando el campo en una luminiscencia suave y mágica. Las estrellas titilaban, cada una como un eco de su vida, como si el cielo entero quisiera rendirle homenaje. Paco, tendido en el suave césped, cerró los ojos de nuevo. En su mente, podía ver a Pedro, joven y sonriente, esperándolo bajo esas mismas lunas. Podía sentir la risa de su amigo, la calidez de su presencia, y el peso de la nostalgia se mezclaba con la alegría de haber compartido una vida tan llena de sentido.

La brisa nocturna trajo consigo el olor a tierra húmeda y manzanas recién caídas. Paco levantó una pata lentamente y la dejó descansar sobre la tierra, la misma tierra que había protegido, amado y caminado durante tantos años. Todo en Floor llevaba una parte de él: desde los árboles hasta las estrellas, desde el viento hasta las aguas de la cascada. Y ahora, él mismo se preparaba para convertirse en una parte eterna de ese mundo.

Las lunas brillaban en lo alto, reflejándose en las aguas de la cascada, que continuaban su melodía suave, como una canción de cuna para el viejo héroe. Paco, tranquilo, cerró los ojos por última vez. Su respiración se fue calmando, lenta y suave, como una hoja que cae sin prisa. En sus pensamientos, Pedro estaba allí, esperándolo, con los brazos abiertos y una sonrisa cálida, como si esos cien años no hubieran sido más que un instante. Paco supo que volverían a estar juntos, bajo las mismas estrellas y lunas que habían sido testigos de su vida juntos.

Con su último aliento, Paco dejó que su cuerpo se relajara por completo. Sentía la tierra bajo él, el manzano que había crecido alto y fuerte, las estrellas y las dos lunas que parpadeaban sobre su cabeza, y la presencia de su amigo de toda la vida. Se desvaneció en el susurro del viento, en el canto de la cascada, en la luz de las lunas. Paco ya no era solo un ser de carne y hueso; ahora era parte del cosmos, parte de las estrellas y las lunas que siempre habían guiado su camino.

El claro quedó en silencio, el murmullo de la cascada era la única música que acompañaba la partida de Paco. El viejo manzano, con sus raíces profundas y su copa extendida hacia el cielo, parecía inclinarse en respeto por el viejo héroe. Paco el Gato, el guardián de Floor, había encontrado su descanso final. Su cuerpo permanecía quieto, bajo el árbol que él y Pedro habían plantado juntos tantos años atrás, una figura serena y tranquila bajo el cielo estrellado y las lunas brillantes.

Pero aunque Paco ya no estuviera, su espíritu seguiría viviendo en cada rincón de Floor, en cada estrella, en cada vez que las lunas cruzaran el cielo. Cada vez que las lluvias bañaran la tierra, era como si Zafiro, su viejo amigo, derramara su magia sobre el mundo una vez más. Y cada vez que alguien en Floor mirara hacia el cielo, vería una estrella que brillaba con un poco más de intensidad, un recordatorio de que los héroes nunca mueren, solo se convierten en parte de las historias que cuentan las estrellas y las lunas.

Y así, bajo el manzano, Paco encontró la eternidad, mientras las dos lunas continuaban brillando sobre un mundo en paz, un mundo que siempre recordaría a su valiente y querido protector.

Paco el Gato 🐈‍⬛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora