Capítulo 57 ~ Mapeando la zona

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— Tenemos poco tiempo, así que mañana tendremos que salir temprano — comentó Elliot, y luego miró a Maxi y a Ruth con expresión preocupada —. ¿Les parece bien a los dos?

— ¿Se echarían atrás si dijéramos que no? — dijo Ruth con rotundidad mientras pinchaba el fuego con un largo palillo —. Es hacerlo o morir, supongo.

Elliot replicó con una sonrisa amarga. Pronto, el grupo llenó sus estómagos con papilla de pan y se retiró a dormir. Como sólo habían empacado una tienda de campaña en un intento de viajar ligeros, cuatro personas tuvieron que dormir hacinadas dentro mientras una montaba guardia. Habiendo dormido hasta entonces junto a Sidina, Maxi se sintió un poco nerviosa en una tienda llena de hombres. Sin embargo, se acomodó en un rincón sin delatar su incomodidad. No era el momento de preocuparse por el decoro.

Ruth estaba a su lado, enrollado como un capullo en una manta, y los caballeros yacían a su lado dándole la espalda. Con sólo su cara asomando entre las mantas, Maxi parpadeó sin decir palabra ante la piedra mágica que colgaba del techo de la tienda. La piedra calentaba el aire del interior, pero el suelo seguía frío como el hielo.

Acurrucada en sus mantas, escuchó el aullido del viento en el exterior. Estaba demasiado cansada para mover un dedo, pero seguía sin poder dormir. Se preguntaba qué estaría haciendo Riftan en ese momento. Sabiendo que tenían que empezar su reconocimiento esa misma noche, no podía evitar preocuparse por cómo estaría sobreviviendo a este frío glacial. ¿Y si los monstruos los descubrían? Mientras su imaginación se sumía en oscuras especulaciones, cerró los ojos para ahuyentar las terribles imágenes.

Dio su palabra de que volvería ileso. Estará bien. Tengo que concentrarme en mi misión.

Se repitió estas palabras para intentar conciliar el sueño, pero su desasosiego se negaba a desaparecer. Dio vueltas en la cama hasta bien entrada la noche y acabó durmiendo sólo unas horas.

Al amanecer, cuando se levantó perezosamente, soltó un suspiro de cansancio. Le dolían la espalda y las caderas, como si la hubieran golpeado, y aún tenía los pies doloridos. Sacó una hierba reconstituyente de su bolsa y la masticó mientras recogía su saco de dormir. Una vez hecho esto, salió de la tienda para llenar su cantimplora de nieve.

Elliot estaba fuera limpiando los restos de la hoguera. La miró con preocupación.

— Parece cansada, mi señora. Le debió costar conciliar el sueño.

— Y-Yo estoy bien. Sólo que... aún no me he despertado del todo. — Intentó dedicarle una sonrisa torpe mientras se frotaba el rostro demacrado. Quejarse cuando los caballeros tenían que turnarse para hacer la guardia nocturna le parecía vergonzoso. - Estoy segura de que me sentiré mejor mientras caminamos.

— Permíteme que te haga magia reconstituyente.

Maxi levantó la cabeza ante la inesperada interrupción. Kuahel se había acercado a ella sin ser detectado. Después de quitarse el guante, le puso una mano en la cara y empezó a murmurar en roemiano. Una energía vigorizante y helada se filtró en su interior. Se puso rígida al recordar todas las curaciones con magia divina que había recibido después de las palizas de su padre.

— Gr-Gracias — consiguió decir respetuosamente mientras intentaba deshacerse de la repulsiva sensación.

— No hace falta que me des las gracias -contestó Kuahel con indiferencia, volviendo a ponerse el guante —. Es una necesidad para asegurar el desarrollo de la misión. Sólo nos retrasaríamos si te quedaras atrás.

A continuación, asintió a su ayudante.

— Recojan sus pertenencias. Salgamos de aquí.

Todos recogieron sus mochilas y se pusieron en marcha. El cielo no tardó en brillar. Levantando una mano, Maxi se protegió los ojos de la cegadora luz del sol. El camino de montaña cubierto de nieve brillaba. Estaba siendo uno de esos raros días soleados.

Debajo del Roble ~ Libro 08 [Temporada dos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora