Capítulo 61 ~ Reencuentro

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Kuahel observó cómo Maxi bajaba antes de continuar. Ella no podía dejar de maravillarse de su ágil movimiento de pies. Mientras que ella se estaba convirtiendo poco a poco en un muñeco de nieve por sus numerosas caídas en la nieve, el paladín estaba sorprendentemente bien cuidado. Siguieron descendiendo hasta que se toparon con una imponente pared rocosa que les bloqueaba el paso.

— ¿Podrías usar tu hechizo de rastreo aquí? — dijo Kuahel, volviéndose hacia ella.

Maxi, jadeante, asintió lentamente. Tocó el suelo e infundió su maná en él para obtener una estimación aproximada de su ubicación.

— Creo que estamos... en el lado opuesto de la montaña que investigábamos ayer.

— ¿Puedes localizar a los demás?

Se lo pensó y luego negó con la cabeza.

— Tendría que... tejer una red muy tupida. Un área tan vasta requeriría una inmensa cantidad de maná.

— Entonces, sólo nos queda esperar que sean capaces de encontrarnos — murmuró Kuahel con un suspiro antes de avanzar por la pared rocosa.

Maxi le siguió en silencio, con el orgullo ligeramente herido. Ruth estaba con los demás; él, sin duda, sería capaz de localizarlos sin muchos problemas. Después de todo, la magia de búsqueda basada en el viento era mucho más eficaz para localizar objetivos específicos.

Mientras caminaba por la nieve, rezaba con todo su corazón para que Ruth los encontrara lo antes posible.

Justo entonces, Kuahel sacó su espada.

— Monstruo adelante. Prepárate para lanzar una barrera.

Maxi no apartó los ojos de la roca escarpada del camino mientras se apresuraba a reunir su maná. Estaba invocando una barrera cuando una cabeza surgió de detrás de la cresta de la roca.

Se quedó paralizada. A lo largo de los años, había visto cosas espantosas. Ninguna se comparaba con el espantoso espectáculo que tenía delante. Miró horrorizada al macabro ogro.

Del rostro del monstruo goteaba sangre de color rojo oscuro. Entre sus gruesos labios había un brazo verde incorpóreo y el cadáver inerte de un duende colgaba de su mano rechoncha. El ogro se metió el brazo en la boca y se lo tragó entero.

Cuando Maxi hizo una mueca y retrocedió, la acción pareció provocar a la gigantesca criatura. Hasta entonces, se había limitado a mirarlos distraídamente. Arrojó el cadáver en su mano y se acercó a ella. Casi al mismo tiempo, Kuahel lanzó su gancho y su cadena, que azotaron el brazo del ogro. De un tirón, el gigante de casi dieciséis kevettes se inclinó indefenso sobre un costado. Un destello azul atravesó el aire, cortando el brazo del monstruo.

Maxi chilló mientras la sangre salpicaba a su alrededor. El ogro se agarró la herida abierta en el costado y lanzó un rugido aterrador.

Kuahel volvió a colocar su espada goteante y murmuró irritado.

— Tenía que haber ido primero por la cabeza.

No había ni una pizca de pánico en su voz. Recuperó la cadena del brazo amputado y la arrojó contra la criatura. La cadena de acero se enroscó en la pierna del ogro y lo hizo retroceder tambaleándose. Maxi sólo podía mirar con la boca abierta. Era difícil creer que aquel hombre estuviera manejando a un monstruo del tamaño de una casa como si no fuera más grande que un niño.

Mientras Maxi permanecía atónita, algo llamó su atención. Se tensó y entrecerró los ojos. Un duende observaba a Kuahel y al ogro desde una grieta en la pared rocosa.

Inmediatamente se dio cuenta de la situación. Algunos duendes habían logrado sobrevivir al ataque del ogro. El duende se escabulló aún más en la grieta, y Maxi se apresuró a perseguirlo. Si dejaban escapar a esta criatura, alertaría a los monstruos de su investigación.

Debajo del Roble ~ Libro 08 [Temporada dos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora