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CAPÍTULO 22: La Realidad Distante

Por mucho que Xavier quisiera saber todo lo que había pasado durante mi ausencia, al menos tuvo la sabiduría de entender que no podía sacar toda la verdad en una sola tarde. Después de verme tan agotada y devastada por lo vivido, se dio cuenta de que necesitaba tiempo, espacio para procesar. Así que, en lugar de insistir en más preguntas, me preparó mi platillo favorito: pasta con salsa de tomate y albahaca, un plato simple pero reconfortante. No pude evitar sonreír al ver el esfuerzo en sus ojos, cómo intentaba hacerme sentir de nuevo en casa.

Agradecí su gesto, aunque no tenía apetito. Comí lo suficiente para que no se preocupara más, pero mi mente estaba muy lejos de allí. Terminamos de cenar en silencio, y cuando me despedí de él para ir a mi habitación, sentí una extraña nostalgia por lo que ya consideraba "mi otro hogar".

Al entrar en mi habitación, lo primero que me golpeó fue lo diferente que todo se veía. Esperaba encontrar el lujo y el confort de la habitación que Sylus me había dado en su casa: las cortinas de terciopelo, las sábanas de seda, y el enorme ventanal que dejaba entrar la luz de la luna. Pero aquí, todo era más pequeño, más modesto. Las paredes, que antes me parecían familiares y reconfortantes, ahora se sentían frías y ajenas. Mi cama, que antes había sido un refugio, ahora me resultaba incómoda. Era como si este mundo fuera el de las mentiras, como si el verdadero mundo, aquel en el que había estado viviendo durante los últimos meses, fuera donde Sylus estaba alrededor de mí, donde él era casi el centro de mis días y noches.

Me recosté en la cama, esperando que el sueño me venciera rápidamente, pero no lo hizo. No importaba cuán cansada me sintiera, mis ojos no se cerraban. Estaba demasiado inquieta, demasiado alterada. Cada vez que intentaba dejar mi mente en blanco, volvía a pensar en él, en su rostro, en la forma en que sus ojos brillaban en la oscuridad de la noche. Me odiaba a mí misma por ello. Durante semanas había deseado escapar de sus manos, había soñado con este momento, con estar de vuelta en casa, en mi propia cama, libre. Pero ahora que estaba aquí, ahora que verdaderamente estaba en casa... lo único que quería era regresar con él.

Giré en la cama varias veces, intentando encontrar una posición cómoda, pero cada vez que lo hacía, mi mente volvía a Sylus. Recordaba sus palabras la noche anterior, la forma en que había dicho que podía irme, que era libre de hacerlo... Pero ¿por qué? ¿Por qué después de todo lo que había hecho, me dejó ir tan fácilmente?

Cuando finalmente me di cuenta de que no lograría dormir, me levanté y salí al balcón, buscando algo de paz en el aire fresco de la noche. La luna estaba en lo más alto del cielo, brillante y hermosa, pero su luz solo acentuaba la sensación de vacío que llevaba dentro.

"Sylus..." murmuré, como si esperara que, de alguna manera mágica, él apareciera frente a mí, como tantas veces lo había hecho sin previo aviso. Mi voz fue suave, apenas un susurro que se perdió en el viento nocturno. "¿Mephisto, estás ahí?" pregunté en voz alta, recordando cómo a veces, cuando Sylus no estaba, el enigmático Mephisto lo reemplazaba, vigilando, protegiendo.

Pero no hubo respuesta. Solo el sonido de las hojas moviéndose con la brisa y el leve crujir de la madera bajo mis pies. Suspiré profundamente, sintiendo la frustración y la confusión acumulándose en mi pecho. Había tantas preguntas sin respuesta, tantas cosas que no entendía. ¿Por qué me había dejado ir? ¿Por qué no había intentado detenerme?

Era ridículo. Aquí estaba, en mi hogar, libre, segura... y lo único que quería era volver a la prisión que él había creado para mí. Una prisión que, de alguna manera, se había convertido en mi refugio.

Me apoyé en la barandilla del balcón, mirando el cielo estrellado. El mundo seguía girando, indiferente a mi confusión. Las estrellas brillaban, ajenas a mi dolor. Pero yo estaba atrapada en mis propios pensamientos, preguntándome una y otra vez: ¿Por qué me dejó ir?

De repente, una idea se coló en mi mente, tan inesperada que casi me hizo reír por lo absurdo que era. ¿Y si esto era solo una prueba? ¿Y si Sylus me había dejado ir para ver si volvería por mi propia voluntad? La idea era descabellada, pero no podía sacármela de la cabeza. Sabía cómo jugaba con las emociones de las personas, cómo manipulaba a todos a su alrededor. ¿Era posible que esto fuera solo otro de sus juegos?

"Maldito seas, Sylus," murmuré, sintiendo cómo la rabia comenzaba a bullir dentro de mí. No podía permitirme caer en sus trampas, no podía seguir pensando en él de esta manera. Pero a pesar de mis intentos por calmarme, cada pensamiento volvía a lo mismo. ¿Por qué? ¿Por qué no había intentado detenerme? ¿Por qué me había dejado ir tan fácilmente?

De repente, una idea cruzó por mi mente, una idea peligrosa. ¿Y si él me necesitaba tanto como yo, de alguna manera, lo necesitaba a él? Tal vez... tal vez no todo había sido un juego para él. Tal vez había algo más, algo que él no quería admitir.

Volví a susurrar su nombre, casi como si fuera una plegaria. "Sylus..." Mi voz se rompió al final, y sentí un nudo formarse en mi garganta. La realidad de lo que había vivido me golpeó con fuerza. Había sido su prisionera, sí, pero también había sido algo más. Algo que no podía explicar, algo que aún no comprendía por completo.

Cerré los ojos, dejando que la brisa fresca acariciara mi rostro. Quería olvidar, quería arrancarlo de mi mente, pero sabía que no sería tan fácil. Sylus había dejado una marca en mí, una marca que no desaparecería con el tiempo ni la distancia.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, volví a entrar en la habitación. Me senté en la cama, mirando el techo, incapaz de encontrar consuelo en el silencio de la noche. Las horas pasaron lentamente, y aunque no lograba dormir, sabía que el amanecer traería consigo más preguntas y muy pocas respuestas.

Me recosté de nuevo, con la esperanza de que el cansancio eventualmente me venciera. Pero mientras mis pensamientos giraban en torno a Sylus, una verdad se hacía cada vez más evidente: por mucho que intentara resistirlo, una parte de mí ya no pertenecía a este lugar, sino a él. Y esa era la parte más aterradora de todas.

𝐋𝐄𝐓 𝐓𝐇𝐄 𝐖𝐎𝐑𝐋𝐃 𝐁𝐔𝐑𝐍 [ꜱʏʀᴜꜱ] 𝘓𝘰𝘷𝘦 & 𝘋𝘦𝘦𝘱𝘴𝘱𝘢𝘤𝘦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora