Capítulo 29

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Habían pasado dos semanas desde que Rebecca había salido del hospital. Su cuerpo se sentía mejor, pero su mente estaba atrapada en un bucle constante, incapaz de soltar el último momento que pasó con Freen. Desde aquella tarde, Freen no volvió. Rebecca, normalmente tranquila, ahora se encontraba en la habitación de su casa, dando vueltas como león enjaulado. El aire se sentía pesado, como si cada respiración fuera un esfuerzo más para controlar la ira que burbujeaba dentro de ella.

—¿Dónde estás, Freen? —murmuraba para sí misma, su voz llena de resentimiento—. ¿Por qué no regresaste? ¡Desapareciste sin decir nada!

Soltó un puñetazo haciendo que este se rompiera pero sin causarle algún daño de gravedad. Desde el accidente, nada tenía sentido, pero ahora, la ausencia de Freen era un rompecabezas que no podía resolver. Su madre, Martha, pasó por el pasillo y escuchó el sonido sordo del espejo. Tocó suavemente la puerta antes de asomarse.

—¿Rebecca? ¿Qué te pasa? Has estado muy irritada desde que volviste del hospital —preguntó Martha con una mezcla de preocupación y curiosidad.

—No es nada, mamá —respondió Rebecca rápidamente, mirando hacia la ventana, sin voltear a ver a su madre.

Martha sabía que algo andaba mal. No era solo el accidente lo que afectaba a su hija, pero decidió no presionar. En cambio, avanzó un poco más en la habitación.

—Si necesitas hablar, estoy aquí —dijo, acercándose lentamente.

Rebecca soltó un suspiro, forzando una sonrisa. —Solo necesito estar sola. De verdad, mamá.

Martha la observó por un momento más, notando la tensión en los hombros de su hija, la forma en que evitaba su mirada. Finalmente, asintió y salió de la habitación, dejando a Rebecca sumida en sus propios pensamientos.

—"¿Por qué me importa tanto?" —pensó Rebecca mientras apretaba los puños—. "Ni siquiera la recuerdo del todo...". 

Dos meses habían pasado, y el vacío que Freen había dejado en la vida de Rebecca no hacía más que crecer. Rebecca intentaba concentrarse en otras cosas, pero la sombra de Freen seguía persiguiéndola en sueños y pensamientos fugaces que no lograba controlar. Una tarde, mientras se encontraba en su habitación, escuchó a sus padres hablando en la cocina.

—Hablé con el papá de Heng el otro día —dijo su padre con tono bajo, pero lo suficientemente claro como para que Rebecca escuchara—. Me comentó que pronto Freen y Heng van a casarse.

El corazón de Rebecca se detuvo por un segundo. ¿Freen? ¿Con Heng? ¿Cómo era posible?

—¿Casarse? —preguntó su madre—. Es extraño, después de todo lo que pasó. Pensé que lo que tenía Freen con Rebecca era real ... no sé, me resulta raro.

—No sé, Marcus algo esta muy raro en todo esto, después de todo lo que Freen nos dijo, algo no está bien con todo esto.

Rebecca no pudo contenerse más. Abrió la puerta de su habitación con fuerza y se dirigió a la cocina con pasos firmes.

—¡No quiero que vuelvan a mencionar a Freen en esta casa! —gritó, sus palabras saliendo como un volcán en erupción. La sorpresa en los rostros de sus padres era evidente.

Martha intentó calmarla, acercándose lentamente. —Rebecca, por favor, cálmate. Al igual que tu no entendemos que esta pasando con Freen y este cambio tan repentino.

—¡No me interesa lo que haga Freen! —Rebecca replicó, su respiración acelerada—. Ni siquiera logro recordarla bien... no me importa lo que pase con ella.

Sabía que estaba mintiendo, pero no quería admitirlo, ni siquiera a sí misma. Martha, viendo el dolor en los ojos de su hija, entendió que había mucho más detrás de esas palabras, pero decidió no presionarla.

—Está bien, cariño. No hablaremos más de ella si eso es lo que quieres.

Rebecca asintió, intentando controlar las lágrimas que amenazaban con salir. Subió rápidamente las escaleras, cerrando la puerta de su habitación, sintiéndose más vacía que nunca.

El aire en la oficina era tan frío y distante como las últimas semanas. Rebecca había decidido regresar a su empresa, a su vida antes del accidente, intentando llenar el hueco que Freen había dejado con trabajo y más trabajo. Nam, su asistente y mejor amiga, la esperaba con una lista de pendientes que parecía interminable.

—Becca, dejaste varios asuntos pendientes. Hay algunos contratos que tienes que revisar, y también deberíamos hablar sobre las reuniones que necesitas programar para esta semana —dijo Nam, tratando de sonar profesional, aunque claramente preocupada por su amiga.

—Claro, lo revisaré en un momento —respondió Rebecca, sin levantar la vista de su computadora.

Nam dudó un segundo antes de continuar, midiendo sus palabras con cuidado. —Becca... no quiero entrometerme, pero... ¿cómo te sientes realmente?

Rebecca la miró por un momento, adivinando lo que venía.

—Estoy bien. Solo necesito concentrarme en el trabajo.

Nam, nerviosa, jugó con sus dedos antes de finalmente soltar la pregunta que tenía en mente. —¿Y sobre Freen? ¿Has sabido algo de ella?

La mirada de Rebecca se endureció al escuchar ese nombre. Su corazón dio un vuelco, pero lo ocultó bajo una fachada de frialdad. Se levantó de su silla y, con voz cortante, respondió:

—Si quieres conservar mi amistad y tu empleo, no menciones a Freen nunca más.

Nam se quedó en silencio, sorprendida por la reacción de Rebecca, pero asintió lentamente. Rebecca volvió a sentarse, cruzando los brazos, tratando de ignorar el nudo que se formaba en su garganta.

Me RecuerdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora