Capítulo 35

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Rebecca se sentó en silencio en el pequeño baño del restaurante, mientras Lara con cuidado le limpiaba la mano. El alcohol picaba, pero Rebecca apenas lo notaba. Su mente seguía atrapada en esa imagen: Freen, con la cabeza gacha, dejando que Heng la arrastrara.

—No entiendo cómo llegamos a esto —murmuró Rebecca, su voz sonando más rota de lo que esperaba.

Lara levantó la vista, deteniéndose un momento antes de continuar vendando la mano de Rebecca.

—Tal vez aún no sea el final —respondió con suavidad—. Freen... no parecía feliz. ¿Lo notaste?

Rebecca asintió, sus ojos llenándose de nuevo con esa furia contenida que siempre surgía cuando pensaba en Heng.

—Es como si la tuviera atrapada —susurró Rebecca—. Pero no sé cómo ayudarla. No sé si ella quiere ser ayudada.

Lara terminó de ajustar la venda y la miró con seriedad.

—Tienes que hablar con ella, Becky. No puedes dejar que Heng controle todo. Al menos... dale una oportunidad a Freen de explicarse.

Rebecca suspiró y se levantó de la silla. El dolor en su mano era leve comparado con el peso que sentía en su pecho.

—Tal vez tienes razón —dijo finalmente—. Pero primero, voy a descubrir qué está haciendo Heng. Algo no cuadra, Lara, y no descansaré hasta descubrirlo.

Lara le dio un leve apretón en el hombro, su apoyo silencioso. Rebecca salió del baño decidida, con una mezcla de dolor y determinación grabada en su mirada.

Más tarde, Rebecca llegó a la casa de sus padres. Su mente aún daba vueltas con la imagen de Freen en el restaurante, pero intentaba mantenerse serena. Entró por la puerta principal y fue recibida por el aroma familiar de flores frescas. "¿Papá está en su escritorio?", preguntó a su madre casualmente.

—Sí, cariño, como siempre —respondió su madre desde la cocina, con una leve sonrisa.

Rebecca le dio un beso a su madre y se dirigió al despacho de su padre, el señor Marcus estaba revisando unos papeles con expresión concentrada.

—Papá —dijo mientras se acercaba—, ¿Puedo pasar?—Marcus asintió con la mano

—¿has hablado con el papá de Heng? Solo por curiosidad.—Rebecca soltó de manera contundente

Marcus levantó la vista, sorprendido por la pregunta, pero no tardó en contestar:

—Lo he visto, sí. Estamos en contacto por algunos negocios. ¿Por qué lo preguntas?

Rebecca hizo un esfuerzo por sonar indiferente mientras tomaba asiento frente a él.

—Nada importante. Solo... quería saber si habías oído algo del regreso de Heng. ¿sobre algún negocio que traiga en mente?, o ¿simplemente viene a casarse con Freen?

Marcus frunció el ceño, escudriñando el rostro de su hija. Antes de que pudiera responder, la madre de Rebecca apareció en la puerta, claramente habiendo escuchado parte de la conversación.

—Rebecca, ¿puedes venir conmigo un momento? —le pidió con una sonrisa tranquila.

Rebecca siguió a su madre al jardín. La luz del atardecer bañaba el pequeño huerto de tulipanes mientras ambas se agachaban para cortarlos. Después de un momento de silencio, su madre habló.

—Cariño, ¿de verdad vas a dejar ir al amor de tu vida así?

Rebecca respiró hondo, sus manos temblaban ligeramente mientras cortaba un tulipán. —Mamá, no puedo hacer nada. Freen es la que ha decidido casarse.

—¿Estás segura? —respondió su madre, clavando la mirada en ella—. ¿Por qué no se lo preguntas tú misma? ¿Por qué no intentas hacer algo?

Rebecca intentó sonreír con indiferencia, pero solo logró que un par de lágrimas se escaparan de sus ojos. Le contó a su madre lo que había sucedido en el restaurante, la manera en que Freen evitaba la mirada de Heng y el dolor que había sentido al verla.

—Entonces, con mayor razón deberías buscarla —dijo su madre, tomando las manos de Rebecca—. ¿Sabes? Tu padre prácticamente me robó de mi propia boda.

Rebecca levantó la vista, sorprendida.

—Sí, querida. Me iba a casar con un millonario dueño de casi todo Bali. Pero tu papá no permitió que me deslumbrara por él. Aunque era igual de arrebatado, mujeriego, y, claro, Oh Dios Guapo e inteligente, fue y me robó de mi propia boda.

Ambas rieron ante la idea, creando un momento ligero en medio de la tensión. Su madre le dio un beso en la frente.

—Piénsalo, Becky. No dejes que el miedo te impida hacer lo que tu corazón te pide.

Heng empujó a Freen hacia el sillón con tal fuerza que ella cayó desordenadamente, soltando un pequeño quejido de dolor al golpear el brazo del sofá. Intentó recomponerse, pero Heng ya estaba frente a ella, su rostro lleno de ira contenida.

—¿Qué pensabas hacer? —gruñó, sus palabras saliendo como veneno—. Todo este tiempo, ¿me estuviste mintiendo? ¿Dándome falsas esperanzas de que intentaríamos esto de nuevo?

Freen intentó hablar, pero su voz temblaba. —Heng, yo...

—¡Cállate! —gritó Heng, interrumpiéndola—. No tienes derecho a hablar. Has estado jugando conmigo, pero ya se acabó.

Freen sintió su corazón latir con fuerza, las palabras de Heng perforando su calma. Quiso levantarse, pero el peso de la amenaza que flotaba en el aire la mantenía pegada al sillón.

—Te tengo una sorpresa —continuó Heng, una sonrisa retorcida formándose en su rostro—. Pronto, Rebecca no tendrá nada. La dejaré en la calle, sin nada ni nadie. Y si te atreves a acercarte a ella... —Heng la tomó bruscamente de la mandíbula, acercando su rostro al de ella—. Juro por Dios que la mataré.

Freen sintió el miedo apoderarse de ella mientras Heng la miraba con un odio que nunca antes había visto. Su mano se deslizó hacia su cabello, jalándolo con fuerza, intensificando el dolor.

—¿Me entiendes? —susurró Heng, su voz baja pero cargada de amenaza—. Si vuelves a acercarte a Rebecca, será lo último que hagas.

Freen asintió.. —Si Heng...

Heng tiro en el sillón a Freen se acomodo la corbata y saco su celular —Dile a la junta que los quiero ver a todos en la oficina "AHORA"...

Llegó a la sala de juntas, su expresión era severa, y los miembros de la directiva se quedaron en silencio al verlo entrar. Se sentó en la cabecera de la mesa, cruzó los brazos y lanzó una mirada desafiante a todos los presentes.

—¿Por qué no han hecho nada para persuadir a Arsmtrong? —preguntó con frialdad.

Uno de los directivos, nervioso, tomó la palabra. —Señor, la empresa Arsmtrong se ha negado a aceptar la venta del 31%. Dicen que si están interesados, será por una cantidad menor.

Heng frunció el ceño y golpeó la mesa con la palma abierta. —¿Cuántas acciones tenemos actualmente en conjunto con las otras empresas? —exigió.

El directivo revisó algunos documentos rápidamente antes de responder. —Entre todas las empresas con las que tenemos acuerdos, controlamos alrededor del 30% de las acciones.

Heng sonrió, una sonrisa que no contenía ninguna calidez. —Perfecto. Ahora, endeúdenlas. Generen suficientes pasivos como para que la accionista mayoritaria, Rebecca, no tenga otra opción más que pagar. Hagan que su vida sea imposible financieramente.

La sala quedó en silencio por unos segundos hasta que otro de los ejecutivos, con una voz más baja, sugirió. —También podríamos crear rumores... Falsificar información para que las demás empresas comiencen a retirar su inversión en Arsmtrong.

—Exactamente —dijo Heng, su sonrisa se ensanchó—. Quiero que empiecen a circular esos rumores. Asegúrense de que la bolsa lo sienta. Cuando Rebecca esté ahogada por deudas y sin apoyo, vendrá arrastrándose.


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