Comfort

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En la noche oscura, un lamento se alza,
El corazón atrapado, en espiral de esperanza.
Susurros de verdad, en el aire flotan,
Traición desnudada, los sueños se agotan.

Un rostro impasible, con secreto oculto,
Confiesa su esencia, un lobo no exento.
El peso del saber, una carga sin fin,
El mundo se tambalea, al cambio de un confín.

En la mañana clara, la esperanza renace,
Entre secretos y amigos, el alma se hace.
Un gesto amable, en un mundo incierto,
Un abrazo sincero, un alivio perfecto.


La noche en la enfermería había sido un tormento. El aire allí, aunque tranquilo y silencioso, le resultaba asfixiante. Enid no lograba encontrar paz, no con todo lo que rondaba su cabeza. Sus pensamientos se arremolinaban en una espiral interminable de traición, desilusión y deseos reprimidos. Todo lo que Ajax le había confesado seguía punzando como una herida recién abierta, y la separación, aunque necesaria, le dejaba una sensación hueca en el pecho. Pero eso no era todo. Estaba también el extraño sueño, el mensaje que su lobo le había intentado transmitir y que aún no lograba comprender del todo. Y, por si no fuera suficiente, el complicado enredo de sus sentimientos hacia su compañera de cuarto, una presencia que, en vez de consuelo, le provocaba confusión y anhelos que no se atrevía a admitir.

Pasó la noche dando vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. Los minutos se deslizaban lentamente, hasta que la madrugada llegó, y con ella, la libertad de poder salir de ese lugar que sentía como una prisión. La enfermera, sin demasiadas preguntas, le permitió marcharse, y Enid, con la mente todavía revuelta, sabía exactamente cuál sería su primera parada.

La oficina del director siempre había sido un espacio imponente, y aunque la hora era temprana, no se sorprendió al encontrarlo allí, rodeado de sus documentos. El silencio que reinaba en la estancia solo hacía que su ansiedad creciera. Caminó hacia el asiento frente al escritorio, sintiendo que el peso de todas sus emociones caía sobre sus hombros. Se sentó con rigidez, tratando de mantener una apariencia de calma.

-Mmm... buenos días, señor... -murmuró, con la voz apenas saliendo de sus labios.

El director, sin levantar la cabeza de los papeles que revisaba, tardó unos segundos en reconocer su presencia. Finalmente, sus ojos se posaron en ella, escrutadores y fríos, como siempre. Aunque, si uno miraba con atención, había algo más, una sombra de cansancio o preocupación que se filtraba por las líneas de su rostro. Asintió brevemente, como si su mera presencia fuera suficiente para iniciar la conversación.

-Señorita Sinclair -dijo, en su tono habitual, una mezcla de formalidad y distancia-. Me alegra ver que ya está de pie, aunque no sin algunas consecuencias. Su situación... ha atraído más atención de la que debería.

Sus palabras, aunque medidas, llevaban una carga de advertencia. Era como si, incluso sin querer, hubiera roto una regla no escrita, y ahora tenía que lidiar con las consecuencias. Enid sintió el peso de su mirada, una que parecía poder ver a través de todas las capas de emociones que intentaba esconder. Jugó con sus dedos nerviosamente, su mente un torbellino de pensamientos desordenados.

-Sé que he causado problemas... -empezó a decir, pero su voz temblaba-. Pero quería... hablar sobre lo que pasó anoche. Y también... sobre lo que me pasó a mí, lo que sentí.

El director, siempre tan calculador, se inclinó ligeramente hacia adelante. No había urgencia en su gesto, pero sí una intensa curiosidad mezclada con una advertencia velada. Sus manos, entrelazadas sobre el escritorio, eran el único movimiento visible en su rígida postura.

ADDAMS---une histoire de sang.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora