La salud es un hilo que sostiene el día,
frágil, dorado, a veces se enfría.
La preocupación danza en su sombra oscura,
un eco constante de miedo y premura.
¿Y si el cuerpo, de pronto, se quiebra o calla?
Cada latido, un golpe, cada tos, batalla.
La mente en susurros pregunta y agota,
¿será la calma o la fiebre que brota?
Esa mañana, como de costumbre, Merlina se levantó con el primer rayo de sol apenas asomando en el horizonte, filtrándose débilmente a través de las cortinas pesadas de la habitación. Su rutina matutina era impecable, precisa, casi mecánica; se vestía con rapidez, su atuendo siempre impecable, su rostro imperturbable, pero esa mañana, algo era diferente. Una tensión sutil, un cambio en el aire que apenas se permitía reconocer, la llevó a tomar una decisión inusual. En lugar de esperar a su compañera de habitación, que aún dormía plácidamente, Merlina decidió irse sola, sin la habitual compañía de Enid. Había algo incómodo, una distancia extraña que se había asentado entre ellas, una brecha que se ampliaba con cada día que pasaba, pero el orgullo de Merlina era un muro insuperable que le impedía dar el primer paso para remediarlo.
Caminó por los pasillos casi vacíos de la academia, sus pasos resonando en la piedra fría. Sin embargo, su tranquilidad matutina se vio interrumpida cuando, para su desagrado, se cruzó con Yoko, la vampira que era amiga cercana de Enid. La presencia de Yoko era un recordatorio irritante de la conexión que había entre ellas, y Merlina, con su habitual gesto de indiferencia, se cruzó de brazos, esperando el saludo inevitable.
Y:-Hey, Merlina- exclamó Yoko, su voz alegre resonando en el silencio del pasillo. -¡Qué agradable mañana! Muchas nubes... sin una pizca de sol... bastante agradable, a decir verdad,- agregó con una risa suave, disfrutando de la mañana gris que para ella era un alivio.
M:-Mm... es reconfortante- respondió Merlina con un tono seco, sin mostrar realmente interés en la conversación. -¿Qué haces tan temprano por aquí? No eres de las que llega a tiempo a clase.-
Yoko soltó una risa ligera, consciente de la sutil acusación en las palabras de Merlina.
Y:-Jaja, me has pillado... mmm... Estoy evadiendo a mi compañera de habitación. Suelo llegar tarde, irme temprano... ya es suficiente con compartir habitación y algunas clases. -
Las palabras de Yoko resonaron de una manera incómoda en la mente de Merlina. Aquella actitud evasiva era una réplica inquietante de lo que ella misma había estado haciendo con Enid. Había una resonancia familiar en lo que Yoko describía, algo que no podía ignorar.
M:-Supongo que esas tutorías las tienen estresadas- comentó Merlina, su voz casi neutral, pero con un dejo de curiosidad que apenas se filtraba por la máscara de indiferencia.
Y:- Tutorías?...- levantó una ceja antes de soltar una carcajada despreocupada. -¡Jajaja! ¿Qué broma más graciosa! Como si yo fuera a tomar tutorías por voluntad propia.-
El comentario ligero de Yoko no encajaba bien con Merlina, quien frunció el ceño, su desconfianza creciendo. Algo en la risa de Yoko, en la forma en que desestimaba la idea de tutorías, le puso en alerta. Sin esperar más, Merlina giró sobre sus talones, decidida a regresar a la habitación y confrontar a Enid directamente. Aquello de las "tutorías" sonaba a una excusa barata, y ahora estaba más segura que nunca de que algo no encajaba. Yoko había cometido un desliz, y Merlina no estaba dispuesta a dejarlo pasar. Sin embargo, antes de que pudiera avanzar demasiado, Yoko se apresuró a alcanzarla, agarrándola del hombro para detenerla bruscamente. Merlina sintió un estallido de irritación, y sus ojos se volvieron hacia Yoko con una mirada que podría haber congelado a cualquiera. La vampiro, al darse cuenta de la intensidad de su error, soltó su hombro de inmediato, levantando las manos en señal de paz.