Desperté bajo el yugo de una sombra densa,Un peso invisible que oprime mi pecho,Los ojos abiertos, pero el descanso esquivo,Cansancio que supera lo físico, es un eco perpetuo.
Los miedos se cuelan, esos que en el día escondo,
Agobios que en la oscuridad toman forma y me rondan,
Se apoderan de mí cuando más vulnerable estoy,
Inundan mi mente, sin escape, sin opción.
El aire no fluye como antes, se resiste,
El cuerpo se rehúsa, pero sé que no hay tregua,
Me obligo a levantarme, a vencer esa fuerza,
A seguir, aunque cada paso parezca incierto.
Con esfuerzo y voluntad desconocida,
Pongo un pie en el suelo, luego el otro,Aunque una voz en el fondo me advierte,Que ese peso, algún día, puede ser mi derrota.
¿Alguna vez has despertado sintiendo que el peso del mundo entero está sobre ti? Como si algo invisible y denso se hubiera posado sobre tu pecho mientras dormías, dejando una opresión que no te permite respirar profundamente. Abres los ojos, pero en lugar de alivio, solo encuentras cansancio. Un agotamiento que va más allá de lo físico, que se aferra a cada rincón de tu mente. Es como si los miedos y agobios que intentas ignorar, esas preocupaciones que evitas durante el día, se apoderaran de ti en ese preciso momento, inundándote justo cuando más vulnerable te sientes. No hay escapatoria. No puedes respirar bien, no puedes moverte con facilidad, y aunque todo lo que deseas es quedarte allí, en ese pequeño refugio de tu cama, sabes que no tienes opción. Te obligas a levantarte. Lo haces con cada gramo de esfuerzo que te queda, con una fuerza que ni siquiera sabes de dónde viene. Sabes que hay cosas por hacer, responsabilidades que cumplir. Sabes que si no lo haces, si dejas que ese peso te venza, será aún peor. Y entonces lo haces, pones un pie en el suelo, y luego el otro. Pero en el fondo, hay algo que te susurra que en cualquier momento, vas a caer. Que ese peso se volverá tan abrumador que ya no podrás sostenerlo.
Luego viene la parte más difícil: sonreír. Forzar esa sonrisa que no sientes, pero que te protege. Porque lo último que necesitas es que alguien te pregunte qué te pasa. Esas preguntas incómodas, cargadas de preocupación, que no sabrías cómo responder. Porque, ¿cómo puedes explicar algo que ni tú misma entiendes del todo? ¿Cómo le pones palabras a un vacío que te consume lentamente, pero que nadie parece notar? Es más fácil sonreír. Fingir que todo está bien, que el cansancio es solo físico, que la energía volverá con un buen café o con un respiro al aire fresco.
Pero en realidad, ese día no es como cualquier otro. Hay algo diferente. Esa opresión es más intensa, y la sonrisa se siente más forzada. Cada movimiento es más lento, cada pensamiento más difuso. Enid lo sabe, aunque no quiera aceptarlo. Algo dentro de ella se está rompiendo, pero no entiende del todo qué es. Solo siente que, con cada día que pasa, le cuesta más sostener la máscara, más mantener las apariencias de "esa chica alegre y optimista" que todos conocen.
En el fondo, ni siquiera está segura de qué siente. Es como si hubiera algo oscuro latiendo en su pecho, un vacío que crece y crece, pero que no puede poner en palabras. Cada vez que intenta pensarlo, se siente más cansada, más agotada. No lo comprende, no sabe cómo enfrentarlo. Quizá no quiera hacerlo.
Y entonces sale al mundo, con esa sonrisa pintada en el rostro, intentando ser la Enid que todos esperan. La chica brillante, llena de energía, la que siempre tiene algo positivo que decir. Pero hay algo quebrado detrás de esa fachada, algo que sigue empujando desde el interior. Una tristeza silenciosa, profunda, que nadie parece notar, y que ella misma no sabe cómo manejar. Algo en su interior se hunde cada vez más, pero las palabras no se le escapan, y se queda sola con ese peso que la aplasta, día tras día.