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Había algo en George Russell que siempre lograba sacarte de tus casillas. Desde el día que te asignaron a su equipo como ingeniera de pista, las discusiones habían sido constantes. No podías negar su talento, pero su actitud era lo más insoportable, era arrogante y su obsesión por tener la última palabra te volvía loca. Por supuesto, eso no se comparaba con cómo se clavaban en los tuyos durante una de esas tensas discusiones.
El GP de Silverstone estaba a la vuelta de la esquina, y el ambiente en el equipo Mercedes estaba lleno de tensión. Los datos de la última sesión de simulación no eran tan prometedores, y sabías que George iba a tener algo que decir al respecto. Mientras ajustabas las últimas gráficas en tu tableta, lo viste acercarse. Vestía su uniforme con esa perfección típica en él, con su caminar confiado y seguro de sí mismo.
-¿Qué tenemos aquí?- preguntó George tomando asiento junto a ti y mirando la pantalla sin pedir permiso.
-Datos del simulador- respondiste sin mirarlo -Nada que no puedas ver tú.
George soltó una risa sarcástica y se cruzó de brazos.
-No parece que estés muy confiada en esos datos. ¿Algo que quieras compartir o prefieres que descubra todos los errores por mí mismo?
Levantaste la vista, con una mezcla de irritación y desafío. Esa actitud condescendiente era algo que habías llegado a esperar de él, pero cada vez que lo hacía, te hervía la sangre.
-No hay errores George- dijiste seria -Pero si quieres señalar algo que crees que está mal, soy toda oídos. Aunque dudo que encuentres algo.
George se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los tuyos, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
-Vaya, vaya. Siempre tan defensiva. Te tomas todo muy personal.
-Quizás porque siempre haces que lo parezca- dijiste aguantando su mirada.
El silencio entre ustedes se cargó de tensión. Ambos sabían que estas discusiones eran el pan de cada día, pero había algo más. Algo que ninguno estaba dispuesto a admitir, pero que ambos sentían. George se apartó, dejando escapar un suspiro y rompiendo la intensidad del momento.
-¿Sabes qué?. A veces pienso que lo haces a propósito. Que disfrutas discutir conmigo.- dijo en tono suave pero con algo de sarcasmo.
-Y a veces pienso que simplemente no puedes soportar que alguien te contradiga- respondiste relajando un poco los hombros.
George te miró durante un largo momento, como si estuviera evaluando qué decir a continuación. Finalmente, se inclinó un poco más cerca, lo suficiente para que pudieras sentir el calor de su presencia.
-Quizá tengas razón- admitió sorprendido -Pero eso no cambia el hecho de que tú también disfrutas esto ¿o me equivoco?
Te quedaste sin palabras por un segundo. No esperabas esa confesión, y mucho menos en ese tono. Su acercamiento, su manera de hablarte.... todo era diferente. No podías evitar sentir cómo tu corazón comenzaba a acelerarse.
-¿De qué estás hablando?- preguntaste, intentando sonar más firme.
George sonrió, una sonrisa genuina esta vez, como si hubiera notada el efecto que estaba teniendo en ti.
-Vamos, no te hagas la desentendida. Todo este aire de tira y afloja, las discusiones... Es como si buscáramos cualquier excusa para estar cerca. No sé tú, pero yo lo noto cada vez más.
Sentiste como tus mejillas comenzaban a arder. ¿Estaba insinuando lo que pensabas? Claro, habías sentido esa tensión, pero nunca te habías permitido pensar demasiado en eso. Era George Russell, por Dios. Siempre tan arrogante, tan seguro de sí mismo... y tan terriblemente atractivo.
-Si esto es alguna especie de broma, enserio George, no tiene ninguna gracia- dijiste intentando sonar molesta.
George no se hizo para atrás, al contrario, se inclinó más cerca, hasta que sus labios estuvieron a solo unos centímetros de los tuyos.
-No es una broma- susurró con un tono bajo y cargado de intención -Estoy diciendo que no puedo dejar de pensar en ti. Y creo que tú tampoco puedes evitarlo.
Sus respiraciones se mezclaron, y el ambiente entre ustedes se volvió casi irrespirable de lo denso que era. Era como si el tiempo se hubiera detenido, y nada más importara en ese momento, solo lo que sucedía entre ustedes.
-Eres irritante...- murmuraste, pero tus palabras carecían de la fuerza habitual. Lo sabías. Había algo en él que te desarmaba, que rompí todas tus defensas.
-Y tú eres la única que logra hacerme perder el control- respondió George
Antes de que pudieras procesar lo que estaba pasando, George cerró la distancia entre ustedes, atrapando tus labios en un beso que fue tan inesperado. Era un beso lleno de toda la tensión que habían acumulado durante meses. Toda ese fricción, todas esas discusiones... todo tenía sentido en ese momento.
El beso fue intenso, pero breve. Cuando se separaron, ambos respiraran agitadamente, como si acabaran de correr una carrera. George te miró con una mezcla de desafío y vulnerabilidad, como si no supiera qué esperar de tu reacción.
-¿Qué.... qué fue eso?- preguntaste, aún tratando de recuperar el aliento.
George se encogió de hombros, pero su sonrisa era más suave, casi cariñosa.
-Algo que llevaba queriendo hacer desde hace tiempo. Y sé que tú también.
No sabías si querías golpearlo o besarlo de nuevo. Todo ese odio, esa frustración que habías sentido hacia él durante tanto tiempo... se sentía diferente, como si en el fondo, siempre hubiera sido otra cosa. Algo que no habías querido admitir, pero que siempre había estado ahí.
-Eres un idiota- dijiste finalmente, pero con una sonrisa en tus labios.
-Lo sé- dijo George sonriendo -Pero soy tu idiota.
No pudiste evitar reír, una risa que liberaba toda la tensión que habías sentido durante tanto tiempo. Quizás siempre habías estado destinada a chocar con él, pero ahora, en ese momento, chocar no parecía tan malo.
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-Awadelemon