Ensayo 2: Un nuevo papel

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El reloj marcaba la medianoche cuando Ei salió del teatro, su mente todavía atrapada en el tenso ensayo que acababa de vivir. Aún podía sentir el peso de la mirada de Yae Miko, esa combinación extraña de exigencia y algo más que ella no terminaba de comprender. Caminó en silencio por las calles iluminadas por farolas, sumida en sus pensamientos. A pesar de ser la actriz principal de la obra, sentía que Yae la estaba evaluando más allá de su capacidad como actriz, como si la estuviera empujando hacia un desafío personal, uno que iba más allá del guion.

Los murmullos de la ciudad comenzaban a apagarse mientras Ei se acercaba a su pequeño apartamento. Sin embargo, antes de que pudiera cruzar el umbral de la puerta, su teléfono sonó, vibrando suavemente en el bolsillo de su chaqueta. Al ver el nombre de Yae en la pantalla, su corazón dio un vuelco. No era habitual que la directora la contactara fuera de los ensayos.

—Ei, —la voz de Yae resonó con la misma firmeza seductora que había usado en el escenario—. Quiero verte mañana antes del ensayo. Necesitamos ajustar algunos detalles. Sola.

El corazón de Ei latió con fuerza. Sabía que no podía rechazar la petición, y, además, una parte de ella deseaba saber qué planeaba Yae.

—Está bien, —respondió, tratando de mantener la calma en su voz—. Mañana temprano.

—Perfecto. No llegues tarde, Ei, —respondió Yae antes de colgar, dejando en el aire la promesa de algo más.

[...]

A la mañana siguiente, el teatro estaba vacío cuando Ei llegó, la luz apenas iluminaba el interior. El sonido de sus pasos resonaba en el escenario, y en el centro, Yae ya la esperaba, vestida de manera informal pero con su habitual elegancia. Su sonrisa traviesa se mantenía, pero esta vez sus ojos parecían más oscuros, como si se estuviera preparando para algo que solo ella entendía.

—Has llegado puntual, —comentó Yae, su voz suave—. Eso es bueno. Vamos, ven al escenario. Hoy no serás solo una actriz. Quiero ver de qué estás hecha.

Ei tragó saliva, pero avanzó sin dudar. Yae siempre había sido enigmática, pero esta vez había algo diferente en su tono. Algo que no lograba identificar del todo.

Cuando Ei subió al escenario, Yae se acercó lentamente, sus ojos recorriendo cada movimiento de su cuerpo como si evaluara algo más que su actuación. La proximidad entre ambas era innegable, pero Ei no estaba segura si debía dejarse llevar por la sensación.

—La actuación no es solo memorizar palabras, —dijo Yae, susurrando mientras le rodeaba lentamente—. Es sentir, es vivir en ese papel. Pero para eso, debes ser vulnerable, Ei. Quiero ver tu verdadera cara.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Ei, manteniéndose firme, aunque la cercanía de Yae comenzaba a nublar sus pensamientos.

Yae se detuvo frente a ella, sus ojos fijos en los de Ei.

—Quiero que me muestres lo que realmente sientes cuando estás en el escenario. Quiero romper la máscara que llevas todo el tiempo, la que te mantiene rígida y contenida. —Hizo una pausa, dejando que sus palabras se hundieran—. Si no puedes hacerlo conmigo, ¿cómo lo harás frente a una audiencia?

Ei sintió un nudo en el estómago. Yae tenía razón, siempre se había protegido detrás de una fachada de perfección, evitando mostrar sus emociones más profundas. Pero ahora, frente a Yae, no sabía si podría seguir escondiéndose.

—Quítate las capas, Ei, —insistió Yae—. Rompe tus barreras.

Ei cerró los ojos por un segundo, tratando de respirar profundamente. Sabía que Yae no estaba hablando solo de la actuación. Era algo más personal. Cuando abrió los ojos de nuevo, Yae seguía observándola, y en su mirada había una mezcla de desafío y curiosidad.

De repente, una risa suave resonó desde las sombras del teatro. Lumine y Aether aparecieron desde el fondo del escenario, claramente incómodos por haber presenciado la tensión que se acumulaba entre las dos mujeres.

—¿Interrumpimos algo? —preguntó Lumine, intentando romper el silencio.

Yae sonrió suavemente, su actitud dominante no disminuía ante la interrupción.

—Nada que no pueda continuar después, —respondió Yae, lanzándole una mirada significativa a Ei—. Tenemos una audiencia para nuestra próxima escena, después de todo.

[...]

En otro punto del teatro, Kazuha se encontraba en su pequeño escritorio, observando el guion que había estado perfeccionando. Había notado la tensión creciente entre Ei y Yae, y aunque lo fascinaba la forma en que Yae moldeaba a Ei en el escenario, no podía evitar sentir cierta preocupación.

—¿Estás preocupado por ellos? —preguntó Ayaka, la encargada del vestuario, que había notado el ceño fruncido de Kazuha mientras revisaba el guion.

Kazuha suspiró, sin apartar la vista del papel.

—No es preocupación, es más bien curiosidad. Ei es fuerte, pero no sé si se da cuenta de cuánto está cediendo ante Yae. Y Yae... ella siempre juega con el control. Temo que lo que esté ocurriendo entre ellas traspase lo profesional.

Ayaka asintió, arreglando algunos trajes en silencio. El teatro estaba lleno de talento y de emociones no dichas. A medida que las escenas avanzaban, todos estaban al borde de descubrir qué era lo que realmente unía a Ei y Yae: ¿sería solo la pasión por la actuación o algo más profundo?

Bajo los focos | EiMikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora