Monólogo 1: Pensamientos entre bastidores

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Las luces del teatro se habían apagado hacía rato, dejando el escenario en un silencio absoluto, pero el eco de los recientes ensayos aún resonaba en los pasillos. Beidou, quien solía moverse con energía por todos los rincones del teatro, permanecía quieta frente al espejo de su camerino, con los ojos fijos en su reflejo. Podía escuchar las conversaciones apagadas de los técnicos afuera, ajustando las últimas piezas de los decorados para el ensayo de la mañana siguiente.

Mientras se quitaba lentamente los guantes de cuero que llevaba, su mente divagaba hacia las últimas semanas. La atmósfera del teatro había cambiado. Las tensiones entre los actores, los directores y el equipo técnico eran cada vez más palpables. Ei y Yae, con su extraña y compleja dinámica, parecían ser el centro de atención, pero Beidou sentía que había algo más.

Ese "algo" era la llegada inminente de una nueva figura. Beidou había escuchado los rumores entre los técnicos. Este individuo, aún sin rostro ni nombre, tenía una reputación formidable. Controlaba la atmósfera del teatro desde las sombras, cuidando cada detalle de las producciones, especialmente los decorados y la iluminación. Su influencia era tal que ninguna decisión importante se tomaba sin su aprobación, y eso le hacía pensar que estaba a punto de cruzar caminos con él.

—No podemos tocar esos focos hasta que él dé el visto bueno, —había escuchado decir a uno de los técnicos antes del ensayo de esa tarde—. Ya sabes cómo es, perfeccionista al extremo.

Esa palabra, "perfeccionista", había quedado grabada en la mente de Beidou. Si alguien era tan meticuloso como para exigir la perfección en cada aspecto del teatro, entonces era seguro que su llegada cambiaría muchas cosas. Y aunque Beidou solía adaptarse bien a los cambios, algo en esta situación la inquietaba.

Se levantó del tocador y miró por la ventana hacia el escenario vacío. En algún momento, sin que nadie lo notara, el teatro había dejado de ser solo un lugar de trabajo y se había convertido en una especie de tablero de ajedrez, donde las piezas se movían con cuidado y estrategia. Y la llegada de esta nueva figura misteriosa, aún sin rostro, era como la adición de una nueva pieza clave.

[...]

Mientras tanto, en el salón principal, Ningguang supervisaba los últimos ajustes de los decorados. Con el ceño fruncido, observaba cómo los técnicos movían cuidadosamente las estructuras, tratando de anticiparse a la evaluación final del supervisor que, según los rumores, llegaría pronto.

Para Ningguang, el teatro no era solo un espacio de arte, era una inversión. Y como cualquier buena inversión, necesitaba control sobre cada aspecto. El problema era que no podía controlar lo que no conocía. Y este nuevo jugador que estaba por entrar en la escena amenazaba con desestabilizar su dominio.

—¿Ya se han confirmado los cambios que pidió? —preguntó, mientras caminaba con paso firme hacia uno de los técnicos.

—Todavía no, señora, —respondió el técnico, sudando bajo la presión—. Él tiene que hacer una revisión final antes de que podamos proceder.

Ningguang frunció más el ceño. No le gustaba la idea de depender de alguien a quien no conocía personalmente. Y menos aún cuando su reputación lo precedía, lo que significaba que tenía una influencia considerable sobre la estructura creativa del teatro. Algo tenía que hacer para asegurarse de que esta persona no interfiriera en sus planes. Si este supervisor tenía tanto poder, entonces Ningguang sabía que su primera prioridad debía ser acercarse a él. No dejaría que una figura desconocida pusiera en riesgo su control sobre la producción.

[...]

De vuelta en su camerino, Beidou se calzó de nuevo las botas, ajustando los cordones con firmeza. Sabía que no podía quedarse quieta mientras el teatro se transformaba a su alrededor. Tenía que mantenerse alerta. Y si había alguien nuevo en el horizonte, alguien que podía influir tanto en la producción como decían, entonces tenía que estar preparada.

Caminó por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio. Los focos seguían encendidos sobre el escenario, iluminando las estructuras casi fantasmales que los técnicos habían dejado a medio terminar. Se detuvo un momento, observando las sombras que las luces proyectaban en las paredes.

"Todo va a cambiar pronto", pensó.

Y Beidou tenía la sensación de que, cuando ese cambio ocurriera, nada volvería a ser como antes.

Bajo los focos | EiMikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora