Ensayo 4: Una línea difusa

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El día siguiente llegó más rápido de lo que Ei esperaba. No había dormido bien, atormentada por las palabras de Yae y su insistencia en romper sus barreras. Cada vez que cerraba los ojos, veía la mirada intensa de Yae, su constante presión empujándola hacia un lugar que Ei no estaba segura de querer descubrir. No era solo la actuación lo que estaba en juego, sino algo mucho más profundo.

Al llegar al teatro, el ambiente se sentía cargado de una tensión invisible. El equipo se movía con rapidez, preparando el ensayo que sería crucial para determinar si la producción avanzaría al siguiente nivel. Lumine y Aether ya estaban allí, intercambiando miradas preocupadas mientras observaban a Ei entrar. Sabían que algo estaba mal, pero la determinación en el rostro de Ei les impedía acercarse demasiado.

Yae ya estaba en el escenario, hablando con Kazuha, quien revisaba las notas del guion con calma. Al ver a Ei, Yae sonrió con esa expresión que nunca revelaba del todo sus verdaderas intenciones.

—Puntual, como siempre, Ei, —comentó Yae, aunque su tono indicaba que no era solo un cumplido—. Hoy, más que nunca, quiero verte entregar todo lo que tienes.

Ei asintió, manteniendo su mirada firme. No podía permitirse dudar, no después de todo lo que había pasado. Pero había algo más en el ambiente, como si el peso de las expectativas de Yae estuviera a punto de aplastarla.

El ensayo comenzó, y las luces se centraron en Ei. La escena era emocionalmente intensa, diseñada para empujar al personaje al límite de su resistencia. Las palabras fluían de su boca, pero cada línea se sentía cargada de algo más profundo, algo que iba más allá del guion.

Yae observaba desde las sombras, sus ojos fijos en cada movimiento de Ei. Mientras los minutos pasaban, Ei empezó a sentir el calor en su piel, una mezcla de nerviosismo y adrenalina. Estaba entregando una actuación intensa, pero la voz de Yae seguía resonando en su cabeza: "Rompe tus barreras."

Finalmente, llegó al clímax de la escena. Ei dio todo lo que tenía, pero en el último momento, su voz tembló, como si una parte de ella se resistiera a cruzar esa línea invisible que Yae había trazado.

—¡Alto! —interrumpió Yae, levantándose de su asiento. Su expresión era de decepción, aunque no de sorpresa.

El teatro se sumió en un incómodo silencio mientras Ei bajaba la mirada, sabiendo que no había cumplido con lo que Yae esperaba.

—Estás tan cerca, Ei, —dijo Yae, caminando lentamente hacia el centro del escenario—. Pero no es suficiente. Sigues protegiéndote. Si no puedes entregar todo en este ensayo, ¿cómo esperas hacerlo frente a una audiencia real?

Ei apretó los puños, luchando por controlar sus emociones. Sabía que Yae estaba probando su resistencia, pero no podía evitar sentir que estaba siendo empujada más allá de sus límites.

—Yo… —intentó decir algo, pero las palabras no salían. Se sentía expuesta, como si cada uno de sus miedos estuviera al descubierto.

Yae se acercó más, sus ojos fijos en los de Ei.

—Lo que quiero ver no son tus palabras, Ei, —dijo suavemente—. Quiero ver tu verdad. ¿Por qué sigues ocultándote?

Ei no respondió. Sabía que Yae tenía razón, pero admitirlo significaría dejar caer sus defensas por completo. No estaba lista para eso, al menos no frente a todo el equipo.

Yae sonrió levemente, inclinándose hacia Ei para susurrar algo que solo ella pudiera escuchar.

—Hoy no es el día en que lo conseguirás, pero te aseguro que ese día llegará, —dijo Yae, antes de apartarse con la misma elegancia calculada de siempre.

El ensayo continuó, pero la tensión no desapareció. Ei siguió adelante, aunque sabía que algo había cambiado dentro de ella. Se sentía vulnerable, como si cada palabra que pronunciaba fuera una confesión. Yae la observaba desde la distancia, y aunque no decía nada más, Ei sabía que la directora estaba satisfecha con lo que había logrado ese día. No por su actuación, sino porque estaba empezando a desmoronarse.

[...]

Más tarde, después del ensayo, Ei se sentó sola en el camerino, revisando las líneas que no había podido completar de manera satisfactoria. La presión era cada vez más fuerte, y aunque sabía que tenía el talento para salir adelante, no podía dejar de pensar en las palabras de Yae. ¿Por qué le importaba tanto lo que Yae pensaba de ella? ¿Por qué sentía que necesitaba su aprobación más allá del simple profesionalismo?

Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.

—¿Puedo pasar? —preguntó Kazuha desde el otro lado.

Ei asintió, aunque no sabía si estaba preparada para una conversación.

Kazuha entró con su típica calma, observando el desorden de papeles y guiones en el camerino.

—Sabes, a veces la actuación no se trata de darlo todo de golpe, —dijo Kazuha en tono sereno—. A veces, lo más difícil es saber cuándo detenerse y reflexionar sobre lo que realmente estás haciendo.

Ei lo miró, sintiendo una mezcla de gratitud y confusión.

—¿Crees que estoy equivocada? —preguntó, su voz llena de dudas.

Kazuha negó con la cabeza, sonriendo ligeramente.

—No lo creo. Solo pienso que Yae está buscando algo específico en ti, pero al final, eres tú quien decide hasta dónde llegar. No dejes que nadie te empuje más allá de lo que estás dispuesta a dar, Ei.

Ei asintió, sintiendo que las palabras de Kazuha tenían más peso del que había imaginado. Quizás, después de todo, no era solo Yae la que tenía el control.

Bajo los focos | EiMikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora