Apertura 1: Llegada de la melodía errante

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La mañana en el teatro había comenzado de forma tranquila, hasta que una melodía suave y juguetona resonó en la entrada. Los primeros en escucharla fueron Thoma y Fischl, quienes, confundidos, intercambiaron miradas antes de asomarse al vestíbulo. Allí, enmarcado por la luz de la puerta abierta, estaba Venti, sosteniendo una lira entre sus manos y cantando con una voz clara que se elevaba con cada nota.

—Oh, un teatro vibrante de historias y arte,
donde el tiempo y el drama nunca cesan de andar.
He llegado con música y verso a aportar,
¿Me aceptaréis, acaso, en este bello lugar?

Thoma sonrió, fascinado por el carácter vivaz de aquel bardo.

—¡Bienvenido! Creo que no necesitamos más pruebas. A juzgar por esa entrada, ya tienes el espíritu del teatro —dijo, acercándose para estrecharle la mano.

Venti rió suavemente y aceptó el saludo con una reverencia exagerada.

—Gracias, joven caballero de corazón amable,
yo, Venti, músico, de talento inigualable,
he venido al teatro con notas y rimas,
y con suerte, mi canto elevará sus líneas.

Fischl observó al recién llegado con una mezcla de curiosidad y cautela. Se cruzó de brazos, evaluándolo.

—Dime, bardo errante, ¿puedes soportar la carga del teatro? Aquí, el escenario exige lealtad absoluta.

Venti le dedicó una sonrisa cómplice, inclinando ligeramente la cabeza.

—Princesa de las sombras, tu duda respeto,
mas traigo pasión y un sincero afecto.
Si el teatro me acepta en su mundo perfecto,
juro darle mi canto, mi risa, mi aliento.

El tono de Venti logró relajar incluso a Fischl, que se permitió sonreír. Mientras tanto, Yoimiya se acercó, atraída por el murmullo de voces y risas. Al ver a Venti, sus ojos brillaron de emoción.

—¡Eres músico! —exclamó con entusiasmo—. Eso significa que puedes ayudarnos a añadir vida a las escenas. Con las luces y los efectos, podríamos crear momentos aún más intensos.

Venti asintió, levantando la lira y tocando algunas notas suaves.

—La música y luces son aliados leales,
y en manos de artistas, crean mundos reales.
Con gusto, querida, yo os ayudaré,
a que el teatro más vida pueda tener.

Mientras el grupo se reunía en torno al nuevo músico, una presencia imponente entró al teatro: Ningguang. Con un porte impecable y un aura de autoridad, sus pasos resonaban en el suelo, y aunque no decía palabra alguna, todos parecían tomar conciencia de su llegada. Beidou la seguía de cerca, manteniendo un equilibrio entre la firmeza y la camaradería relajada que la caracterizaba.

Ayaka, quien estaba ocupada con algunos ajustes en el vestuario, fue la primera en notar a Ningguang y Beidou, y se acercó para recibirlas.

—Ningguang, Beidou —saludó con una inclinación respetuosa—. Es un placer verlas aquí. Supongo que han venido a verificar los progresos.

Ningguang asintió, lanzando una mirada analítica alrededor del teatro.

—El teatro es un proyecto que merece atención. Cada detalle es esencial para que el espectáculo alcance el nivel que esperamos, ¿no crees, Beidou?

Beidou asintió, con una sonrisa despreocupada. —Así es. Pero yo confío en que todos aquí saben lo que hacen. Después de todo, esto no es más que otra aventura en la que todos debemos estar dispuestos a dar lo mejor.

La atención de Ningguang se posó en Venti, quien la observaba con una mezcla de curiosidad y fascinación.

—Venti, supongo. El músico errante que ha decidido unirse al equipo, ¿me equivoco? —preguntó Ningguang con un tono directo y firme.

Venti sonrió y, con un elegante movimiento, se inclinó ante Ningguang.

—Correcto, mi dama, y a sus órdenes estoy,
traigo mi música en un constante convoy.
Si en su empresa un cantor le hace falta,
con mis rimas y notas haré que resalta.

Ningguang asintió, aceptando su saludo sin cambiar su expresión serena.

—Espero entonces que tu talento sea un verdadero aporte al teatro. Aquí, cada quien tiene su rol y debe cumplirlo con excelencia.

Con esa breve introducción, Ningguang y Beidou se separaron del grupo, cada una volviendo a sus respectivos roles, pero no sin antes compartir una breve mirada que parecía esconder algún secreto. Mientras tanto, Venti volvió a tocar la lira, creando una melodía suave que llenó el teatro, arrancando sonrisas y calmando tensiones.

Al escuchar la música, Ei y Yae salieron de sus respectivos camerinos, observando al nuevo integrante con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Venti, al verlas, sonrió y les dedicó una pequeña reverencia.

—Oh, grandes estrellas de talento y fulgor,
es un honor conoceros, mas, por favor,
permitid que con mis notas os honre,
y que mi música al teatro le asombre.

Yae, divertida, le devolvió la sonrisa. —Eres una sorpresa en este lugar, Venti. ¿Estás seguro de que puedes mantener el ritmo aquí? El teatro puede ser tan encantador como traicionero.

Venti soltó una carcajada suave. —No me asusta el teatro ni la escena en duelo,
pues he cantado a la luna y danzado en su suelo.
Si el reto es el arte, seré vuestro consuelo.

Ei intercambió una mirada con Yae, sorprendida por la audacia y energía de Venti. Algo en él hacía que el ambiente pareciera más liviano, menos cargado de tensiones. Quizá, en el fondo, sabían que esa chispa era justo lo que el teatro necesitaba para alcanzar una nueva dimensión.

El día continuó en el teatro, con el ritmo de la música de Venti llenando cada rincón. Su presencia, con rimas y alegría, se convirtió rápidamente en un catalizador de energía y creatividad, elevando el ánimo del grupo. Y aunque Ningguang y Beidou observaban desde la distancia, era evidente que estaban intrigadas, preguntándose qué cambios traería aquel bardo y sus canciones a la obra.

Bajo los focos | EiMikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora