Monólogo 4: Consejos en penumbra

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La noche anterior había sido una rara ocasión de descanso, de risas y de charla en el restaurante, donde todos parecían dejar atrás las presiones y expectativas del teatro. O al menos, eso había parecido. La conversación en las mesas había sido animada, pero entre los chistes y las anécdotas, algunos compartieron miradas y silencios que decían más de lo que querían admitir.

Ahora, de vuelta en el teatro, algunos de ellos caminaban por los pasillos, aún con los ecos de la noche pasada rondándoles en la mente. Lumine, Kazuha, Ayaka, Sucrose y Albedo habían regresado temprano esa mañana, en busca de la quietud del teatro vacío antes de que las luces se encendieran y comenzara un nuevo día de ensayos.

Mientras cruzaban el pasillo hacia la sala común, se encontraron con Nahida, quien observó sus expresiones algo agotadas con una sonrisa suave. Desde que había llegado como psicóloga del teatro, Nahida había escuchado de varias de esas reuniones nocturnas, aunque no solía asistir.

—¿Una noche larga? —preguntó Nahida con su tono amable, percibiendo que algo más se había quedado con ellos.

Kazuha asintió, su expresión serena, pero algo reflexiva.

—Risas, bromas… pero sabes cómo son estas reuniones —dijo, con un matiz de seriedad en su voz—. Hay cosas que se dicen y otras que se quedan en el aire, flotando.

Lumine intercambió una mirada con Ayaka, quien asintió discretamente.

—Es cierto. Fue una buena noche, pero no es fácil dejar de lado los pensamientos que el teatro nos trae… aunque intentemos aparentar lo contrario.

Nahida percibió la inquietud en sus miradas. Sabía que, en el fondo, el teatro no solo los unía en sus papeles, sino que también traía consigo miedos y dudas que a menudo dejaban bajo la superficie. Hacía mucho que no veía a Lumine tan absorta en sus pensamientos, y la seriedad de Ayaka, Kazuha y Sucrose le indicaba que había algo en todos ellos que necesitaba ser liberado.

—¿Qué tal si aprovechamos la tranquilidad de esta mañana para hablar? —sugirió Nahida, invitándolos a sentarse en el área común del teatro.

Ayaka fue la primera en aceptar la propuesta, acomodándose en uno de los sillones con un suspiro. Kazuha se sentó a su lado, manteniendo su expresión calmada, pero claramente pensativo. Lumine, Sucrose y Albedo también tomaron asiento, formando un círculo donde las luces suaves del teatro los envolvían.

Nahida miró a cada uno, dejándoles tiempo para procesar sus emociones antes de hablar.

Ayaka fue la primera en romper el silencio.

—A veces, incluso después de una noche tan alegre como la de ayer, no puedo dejar de sentirme abrumada por las expectativas del teatro… y de los demás. —Su voz era tranquila, pero había una nota de vulnerabilidad que pocos habían escuchado antes.

Lumine asintió, comprendiendo lo que su amiga sentía.

—En el escenario, cada error, cada duda, se magnifica. Es difícil encontrar el equilibrio, y siento que las noches como la de ayer… simplemente no logran desvanecer esas inquietudes.

Kazuha, quien siempre tenía una perspectiva reflexiva sobre el teatro, se inclinó hacia adelante, mirando a Nahida.

—El teatro es una búsqueda constante de algo intangible. Creo que, incluso después de noches de diversión, todos quedamos atrapados en esta dualidad entre la libertad y el peso de nuestras interpretaciones.

Sucrose, un poco nerviosa, pero sintiendo el respaldo de sus amigos, se atrevió a compartir su propia perspectiva.

—S-supongo que… ayer fue agradable, pero todavía siento que en el teatro… siempre estoy a punto de fallar. A veces me da miedo estar… equivocada en lo que hago.

Nahida asintió en comprensión, mirando a cada uno con una expresión de calidez y comprensión. Sabía que todos ellos, aunque fuertes y capaces, también necesitaban recordar que no estaban solos en sus miedos.

—El teatro nos da una oportunidad única, pero también exige mucho de cada uno de ustedes —dijo Nahida—. Pero sepan que la perfección no es lo que importa aquí. Es el proceso, el viaje, y la humanidad que traen al escenario lo que realmente conecta con los demás.

Albedo, siempre analítico, asintió con calma.

—Tienes razón, Nahida. A veces nos enfocamos tanto en los detalles que olvidamos lo que realmente nos llevó al teatro en primer lugar.

Ayaka miró a Lumine y luego a los demás, sintiendo que por primera vez, desde aquella noche en el restaurante, las palabras de Nahida le brindaban un alivio que no había encontrado antes.

—Supongo que… necesitábamos escuchar eso. A veces, el teatro parece tan exigente que olvidamos que no somos máquinas, sino personas intentando transmitir algo verdadero.

Kazuha soltó una ligera risa, en la que se percibía su gratitud.

—Parece que, al final, las risas de la noche pasada eran solo un respiro antes de enfrentarnos a nosotros mismos otra vez.

Lumine y Sucrose sonrieron, cada una encontrando en esa conversación la fuerza que necesitaban. Sabían que Nahida había comprendido mucho más de lo que decían, y que el teatro, con sus luces y sombras, también era un lugar donde podían descubrirse a sí mismos.

Nahida, sintiendo que había ayudado a aliviar parte de sus preocupaciones, se despidió con una sonrisa, dejando que el grupo procesara la conversación en silencio. Mientras se alejaba, se sintió tranquila al ver que, aunque aún cargaban con sus dudas, esa mañana los había acercado un poco más a comprenderse a sí mismos.

Bajo los focos | EiMikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora