Acto 1: La llegada de Hu Tao

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El sol de la tarde comenzaba a declinar, tiñendo el cielo de un anaranjado cálido que daba paso a las primeras sombras de la noche. El teatro seguía sumido en una tranquila actividad. Furina, Albedo, y los demás se encontraban dispersos, ocupándose de los detalles cotidianos de la producción, cuando las grandes puertas del teatro se abrieron de golpe, dejando entrar una ráfaga de aire fresco que arrastraba consigo la energía vibrante de una figura singular.

Hu Tao entró al teatro como si fuera una tormenta de primavera, con una amplia sonrisa dibujada en el rostro, sus ojos brillando con una mezcla de travesura y curiosidad. Llevaba su característico sombrero adornado con una flor roja y una túnica oscura que ondeaba con cada uno de sus pasos.

—¡Buenas tardes a todos! —exclamó Hu Tao, su voz resonando por todo el lugar—. Espero no haber llegado tarde al gran espectáculo.

El eco de sus palabras recorrió los rincones del teatro, interrumpiendo la calma que hasta ese momento había reinado. Furina, que aún estaba en las butacas del público, levantó la vista, sorprendida por la repentina entrada de la recién llegada.

Albedo, en cambio, se mantuvo en silencio, observando la escena desde su posición habitual, sin dejar de evaluar el comportamiento de Hu Tao. Sabía de ella, por supuesto. Su reputación la precedía. Hu Tao era conocida por su excéntrica personalidad, su habilidad para convertir lo oscuro en algo fascinante, y su capacidad para alterar el ambiente con solo una sonrisa.

—¿Quién es ella? —preguntó Furina, con una ceja levantada mientras la observaba desde su asiento.

Albedo cruzó los brazos, reflexionando sobre cómo responder.

—Ella es Hu Tao, la nueva directora de escena —dijo finalmente, con un tono tranquilo, pero que dejaba entrever que estaba preparado para cualquier cosa que pudiera suceder con su llegada—. Ha trabajado en otros lugares antes, pero su estilo es… particular.

Furina parpadeó, todavía desconcertada por la energía que Hu Tao desprendía. No parecía alguien que pudiera encajar en la atmósfera que habían creado hasta ahora en el teatro, pero algo en su presencia también resultaba intrigante.

Hu Tao, sin esperar presentación alguna, caminó directamente hacia el escenario, su andar despreocupado y ligero como si no hubiera barreras para ella. Subió con gracia los escalones que llevaban al centro del escenario, y desde allí, extendió los brazos, como si estuviera a punto de ofrecer un discurso.

—Ah, el olor de un teatro al anochecer —dijo con un suspiro dramático—. Me recuerda a la vida misma: una obra que puede terminar en cualquier momento, pero que siempre deja una marca.

Furina intercambió una mirada rápida con Albedo, sin saber muy bien qué hacer con esa extraña declaración. Mientras tanto, Albedo simplemente la observaba, estudiando cada gesto, cada palabra, intentando comprender qué clase de cambio traería su llegada.

—¿Cómo puede estar tan... relajada? —pensó Furina, sin poder ocultar del todo su desconcierto. Estaba acostumbrada a las formalidades y a las tensiones en el teatro, pero Hu Tao parecía haberse saltado todo eso.

A lo lejos, Mona y Dainsleif observaban la escena desde los rincones del teatro, intercambiando miradas inquisitivas. Sabían que la llegada de Hu Tao no sería algo ordinario, y su manera tan libre de moverse y hablar ya lo confirmaba.

Pero Hu Tao no parecía preocupada en lo absoluto por la manera en que la miraban. Al contrario, parecía disfrutar de la atención que había generado en tan poco tiempo.

—¿Y quién de ustedes es el alma desafortunada que ha tenido que soportar toda esta seriedad? —preguntó con una sonrisa mientras sus ojos recorrían el lugar, buscando a alguien que respondiera.

Fue entonces cuando Sucrose, quien había estado ajustando algunos detalles técnicos detrás del escenario, se asomó con nerviosismo, sin querer llamar demasiado la atención, pero lo suficientemente curiosa como para echar un vistazo.

—Ah, ¿tenemos otra alma tímida entre nosotros? —dijo Hu Tao, dirigiendo su atención a Sucrose—. No te preocupes, pequeña, el escenario también es tu hogar, incluso si prefieres las sombras.

Sucrose se sobresaltó, no preparada para ser el centro de atención, y rápidamente volvió a centrarse en su trabajo. Hu Tao soltó una pequeña risa, encantada por la reacción, pero no insistió más.

Mientras Hu Tao caminaba por el escenario, familiarizándose con su nuevo espacio, Albedo finalmente decidió acercarse.

—Parece que has decidido tomar las riendas sin mucha ceremonia —comentó Albedo, su tono neutral pero con un toque de curiosidad.

Hu Tao se giró hacia él con una amplia sonrisa, como si fuera completamente consciente de la impresión que había causado.

—La vida es demasiado corta para ceremonias, querido —respondió, con una mirada traviesa—. Si vamos a hacer algo grandioso, más vale que lo hagamos con toda la energía posible.

Albedo la observó en silencio por un momento. Hu Tao era diferente a cualquier otra persona que había conocido en el teatro. Mientras la mayoría se movía con cautela, calculando cada paso, ella parecía caminar sin miedo, como si todo a su alrededor fuera parte de un juego del que conocía las reglas, pero que nadie más había descifrado aún.

—Veremos cómo manejas esa energía cuando los ensayos se pongan difíciles —dijo finalmente Albedo, aunque no había un tono de desafío en su voz, solo observación.

—Oh, créeme, soy muy buena bajo presión —respondió Hu Tao, con un guiño, antes de volverse hacia el escenario nuevamente, como si la conversación ya hubiera terminado.

Mientras tanto, Furina no podía evitar sentirse inquieta por la presencia de Hu Tao. Había algo en ella que la hacía sentir como si estuviera a punto de perder el control que tanto se había esforzado por mantener. La energía caótica de la nueva directora de escena chocaba con la formalidad a la que estaba acostumbrada, y aunque no lo admitiría en voz alta, una pequeña parte de ella temía lo que podría desatarse con su llegada.

A pesar de su inquietud, algo en el fondo de Furina también le decía que, tal vez, ese caos podría ser justo lo que el teatro necesitaba. Había demasiadas tensiones acumuladas, demasiados secretos ocultos entre bastidores. Quizás Hu Tao, con su manera desinhibida de ver la vida, sería el catalizador que lo cambiara todo.

Pero por ahora, solo el tiempo lo diría.

Las luces del teatro comenzaron a atenuarse mientras la noche caía por completo sobre la ciudad. Hu Tao, de pie en el centro del escenario, observaba su nuevo dominio con una sonrisa enigmática, lista para lo que fuera que estuviera por venir.

Bajo los focos | EiMikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora