Monólogo 6: Ecos del pasado

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La noche se cernía sobre la ciudad con un aire tranquilo, interrumpido solo por el sonido de la lluvia al golpear la ventana del departamento de Yae. El silencio, el mismo que tanto apreciaba para sus momentos de introspección, se tornaba inusualmente inquietante esa noche. Los recuerdos emergieron, y Yae se permitió mirar hacia atrás, a través de los años y las personas que habían marcado su vida.

[...]

Yae tenía apenas catorce años cuando entró en contacto con el teatro por primera vez. Fue un encuentro accidental: su familia se oponía a su interés por la actuación, considerándolo una distracción sin sentido.

—No hay futuro en el teatro, Yae. Es solo un pasatiempo pasajero —le advertía su madre.

No obstante, Yae no pudo evitar sentir una fascinación que la atrajo a un teatro local. Allí encontró a Kujou Sara, una actriz con una presencia imponente, cuyo rol como actriz principal la había convertido en un referente del teatro. Sara, con su carácter firme, notó la intensidad en los ojos de la joven Yae.

—¿Vienes aquí para aprender o solo para mirar? —preguntó Sara, sin apartar sus ojos severos de ella.

—Quiero aprender —dijo Yae, conteniendo el nerviosismo en su voz.

Sara observó a Yae por un momento y asintió con cierta dureza, pero le ofreció una oportunidad.

—Muy bien, vuelve mañana al amanecer. Si realmente quieres aprender, demostrarás disciplina.

Desde entonces, Yae se convirtió en aprendiz de Sara, observando cada ensayo con atención. A pesar de que las tareas eran agotadoras y de que Sara no toleraba errores, Yae encontraba en cada instante una pasión que no había conocido antes. Su primer papel fue pequeño, una sola línea en una obra modesta, pero para Yae significó el comienzo de su vida en el teatro.

[...]

Con el tiempo, Sara se convirtió en más que una mentora. Bajo su dirección, Yae aprendió que el teatro no se trataba solo de memorizar líneas, sino de conectar con la historia. Durante un ensayo, mientras intentaba perfeccionar su primera actuación, Sara se acercó a ella y le dio un consejo que nunca olvidaría.

—No es suficiente que el público te vea; necesitan sentir lo que tú sientes. El teatro es más que un escenario, Yae. Es un reflejo de la vida misma —dijo Sara, con voz firme.

Con el tiempo, Yae se dio cuenta de que Sara era mucho más humana de lo que aparentaba. Aunque su mentora parecía implacable en el escenario, había una dulzura sutil que le permitió a Yae comprender el verdadero sacrificio que implicaba esta profesión.

[...]

A medida que su carrera avanzaba, el talento de Yae fue llamando la atención, y su nombre comenzó a resonar en la comunidad teatral. Fue en esta etapa cuando llegó Scaramouche, un director de métodos poco convencionales y con una personalidad abrasiva. Al ver el talento de Yae, decidió darle un papel en una de sus producciones, aunque su estilo de dirección era completamente distinto al de Sara.

—Eres buena, Yae, pero veo algo en ti que debes arrancar de raíz si quieres triunfar —le dijo Scaramouche durante un ensayo.

Scaramouche la impulsaba a romper sus propios límites, a desafiarse a sí misma en cada actuación. Para él, la vulnerabilidad era un obstáculo que debía ser superado, y Yae absorbió esta lección con determinación. Los ensayos con él eran duros, pero ella entendía que, bajo su dirección, su crecimiento sería imparable.

Un día, Scaramouche la miró con intensidad después de un ensayo agotador.

—El teatro es un terreno de batalla, Yae. O lo conquistas o te consume. No dejes que nadie cruce tu barrera —le dijo con un tono que rayaba en la dureza.

Aquel consejo resonó profundamente en ella. Decidió mantener una distancia con los demás, convencida de que la autosuficiencia era el único camino para protegerse de la vulnerabilidad.

[...]

Mientras el éxito de Yae crecía, comenzaron a aparecer figuras con quienes tuvo conexiones importantes, pero efímeras. Uno de ellos fue Kaeya, un actor con una habilidad natural para cautivar al público, conocido también por su carisma. Yae y Kaeya compartieron varias actuaciones, y en él encontró una compañía que, aunque pasajera, era reconfortante.

—Hay cosas en esta vida que no están hechas para durar, pero eso no significa que no deban disfrutarse —le dijo Kaeya en una de sus noches de ensayo, mientras compartían una charla en el balcón del teatro.

Para Yae, las palabras de Kaeya le resultaron un alivio, aunque también le recordaron la importancia de mantener su distancia emocional. Kaeya era una compañía agradable, pero cuando él decidió marcharse, Yae siguió adelante sin más. La transitoriedad de las relaciones en el teatro era algo que había llegado a aceptar como una realidad.

[...]

Con los años, Yae se convirtió en directora, una líder respetada y temida en el teatro. Su nombre era conocido, y su estilo exigente se convirtió en una firma personal. Los años habían convertido su pasión en un arma de precisión, su dedicación en una fortaleza impenetrable. Había aprendido a mantenerse al margen de los lazos emocionales, a ser una figura que inspiraba, pero sin permitir que nadie cruzara el umbral de su vida privada.

Fue entonces cuando Ei llegó al teatro. Al principio, no fue más que otra actriz joven, alguien que trataba de encontrar su lugar en el escenario. Pero había algo en Ei que llamaba la atención de Yae, una sinceridad y una pasión que le recordaban a su propio inicio. Aunque Yae intentó mantener su distancia, no pudo evitar que Ei despertara en ella una chispa que creía extinguida.

La noche en el departamento de Yae, cuando estuvieron tan cerca de cruzar una línea que nunca se había permitido con nadie, sintió cómo sus barreras se tambaleaban. Ei representaba una conexión, un deseo de cercanía que no había experimentado en años. Aunque el miedo de abrirse seguía presente, Yae no podía negar el impacto que Ei estaba teniendo en su vida.

En la quietud de su apartamento, mientras la lluvia seguía cayendo, Yae se preguntaba si era momento de romper la promesa que se había hecho hacía tantos años. Las palabras de Sara y Scaramouche resonaban en su mente, recordándole que el teatro exigía sacrificio, pero también que el amor por el arte era capaz de cambiar la vida de quienes se dejaban tocar por él.

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⏰ Última actualización: Nov 01 ⏰

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Bajo los focos | EiMikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora