Quemado

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"¡Harold! No es que quiera. Es que lo necesito," Louis proclamó dramáticamente, moviendo sus manos en el aire. Sus genes italianos apareciendo de la nada para dramatizar. "Necesito renovar mi librería. ¿Me compras libros nuevos?"

A Harry siempre le resultaba gracioso cómo Louis, con la misma capacidad económica que él, prefería que Harry le comprara cosas.

Harry le miró esos ojitos azules y el puchero tan exagerado que solo Louis podía hacer. "Tienes mi tarjeta, amor. Puedes comprar todo lo que quieras, ¿no lo recuerdas? Sabes que no hay límites."

"Lo sé, pero es más divertido si vienes conmigo," insistió Louis, poniendo aún más empeño en su puchero mientras se recargaba en el asiento. Harry no pudo evitar sonreír, tomando las manos de Louis y besándolas cuando el semáforo se puso en rojo.

"Lo que mi príncipe mimado quiera, lo tendrá," prometió Harry con un suspiro teatral. Louis, en pleno precelo, ronroneó satisfecho, acurrucándose como un gato al recibir atención.

Sin embargo, su lado bromista jamás descansaba, ni siquiera en la cúspide de su precelo. "Sabes que soy tu novio porque eres millonario, ¿verdad?"

Harry dejó escapar una risa y, siguiendo el juego, sacó su billetera. "Ah, lo sé," dijo mientras sacaba la chequera, firmando un cheque en blanco con seriedad. "Haz lo que quieras," añadió, enrollándolo y metiéndolo juguetonamente en el cinturón de Louis. "El dinero es poco si puedo tenerte solo para mí."

Louis parpadeó, con la boca abierta como un pez fuera del agua, su expresión de incredulidad era absolutamente encantadora.

Harry rió con ganas, inclinado hacia él para robarle un beso en la mejilla. "Te amo, cariño mío."

...................

Dos pasos.

Un portazo y Prince prácticamente saltó como un gato asustado, empujando a la omega que le estaba chupando la polla, logrando que ella se cayera al suelo con un ruido sordo.

"¿Qué demonios te pasa?" La chica protestó, claramente ofendida por el trato del chico que apenas minutos antes había estado jurando que ella era "la mejor que había conocido".

"¡Cállate, no entiendes nada!" Prince le gruñó, nervioso, y la chica parpadeó, confundida, mientras intentaba enderezarse. "Tengo un presentimiento..."

La omega le lanzó una mirada que gritaba "qué idiota eres", pero justo cuando estaba a punto de decir algo, se escucharon pasos firmes y apresurados en el primer piso del departamento.

La puerta de la habitación se abrió de golpe, y dos alfas gigantes, con más músculos que un catálogo de gimnasio y portando armas, entraron como si estuvieran en una película de acción mal actuada.

"Acompáñanos y no te pasará nada," ordenó el de ojos verdes, señalando a Prince con un movimiento de la cabeza, como si lo estuviera invitando a tomar el té.

"¿Quién carajos son?" Respondió Prince, casi sonando indignado, como si de verdad pensara que dos tipos armados en su habitación eran una sorpresa y no el resultado de todas las malas decisiones que había tomado. "No pienso ir a ningún lado con ustedes."

"Es un poco lento, ¿no?" murmuró el de ojos verdes al de ojos cafés, que ya había sacado la pistola, claramente harto de que Prince intentara hacerse el valiente.

El golpe fue rápido y preciso, justo en la frente, y Prince se desplomó como un saco de patatas, un pequeño quejido escapando de sus labios mientras caía al suelo.

La omega, que había estado observando con una mezcla de terror y resignación, abrió la boca para decir algo, pero el alfa de ojos verdes levantó una mano. "Tranquila, no te haremos daño. Solo... finge que esto no pasó, ¿sí?"

No JudgementWhere stories live. Discover now