31_ Trece

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31_ Trece

Es muy difícil explicar la reacción de Haymitch, Effie y los demás cuando Finnick intento explicarles el motivo de mi fobia a los médicos luego de que yo decidiera que era lo mejor, tenían que tener una explicación coherente, una respuesta a mis actitudes. Él día en el que se enteraron, Haymitch simplemente salió de la habitación sin decir nada, Effie fue la primera en abrazarme con el corazón desgarrado y Johanna maldijo la existencia del mundo, asegurando que asesinaría a cada guardia de la paz y al presidente Snow, pidiendo disculpas por no haberme podido sacar cuando me escucho gritar ¿pero qué haría ella, si yo tampoco podía hacer nada?

Peeta tiene los recuerdos confusos pero aun así se ve mal, simplemente me da un apoyo silencioso, sé que tiene sus propias heridas que arreglar, demasiadas confusiones en mente que acomodar, Katniss tampoco dice nada, pero seguramente porque ella no sabía qué decir.

Recuerdo que decidí ir a buscar a Haymitch luego de un rato y que el mundo se cayó a mis pies cuando lo encontré en su habitación, llorando. Haymitch Abernathy llorando, de verdad a lágrima suelta mientras estaba sentado en la mesa de su habitación, con los brazos sosteniendo su rostro y la mirada perdida en la madera, debe haberme escuchado llegar porque se gira, sus ojos celestes encontrándose con los míos y mis propias lágrimas salen, como si hubieran abierto el grifo, sus brazos se extienden y me refugio en ellos, aspirando el aroma a perfume y tabaco, a Haymitch.

-Perdona, mi niña -sus manos atraviesan mis rizos, sus labios besaron mi frente- debí haber ido antes, yo... debo sacarlos de la arena antes.

-No es tu culpa -sollozo, estoy segura de que él se siente culpable por no ir antes, por no llegar a tiempo, por no buscarnos más, también se que vivirá con esa culpa toda la vida, no importa que diga ahora- no llores, por favor... duele

-Duele más saber lo que le hicieron a mi hija -susurra con seriedad, presionandome en sus brazos- los destruiré, no sé cómo, no se cuanto me demore pero... te juro que todo caerá, se arrepentirán, los haré sufrir hasta que suplique piedad. -me enderezo para poder rodearlo, intentando detener mis propias lágrimas

-Deja de llorar, papá -le regaño, sus manos aprietan con fuerza al escuchar como le llamo- No sé qué hacer si lloras, siempre dijiste que herede lo llorona de Effie, no de ti.

-Cállate mocosa, claro que heredaste lo llorona de tu madre- susurró separándose un poco, como si la hubiéramos invocado la mujer entra en la habitación con lentitud, una sonrisa dulce en sus labios cuando descubre a Haymitch

-Sapp, mi niña, yo me encargo de papá -me indica con su típico aire de optimismo, su mano presionando mi hombro por un momento- ve con los demás, Johanna está intentando ir a bombardear el capitolio y dudo que Finnick solo pueda frenar -bromea en parte, me separo de Haymitch tras abrazarlo un poco más y él besa mi frente, permitiendo que saliera de su lado

-¿Estarán bien? -cuestiono, la mujer que ya no usa peluca me abraza, sus labios besando sonoramente mi mejilla

-Estaremos bien -no sé de dónde saca la seguridad, el optimismo, pero tampoco me importa, en momentos como estos los necesito, me besó una última vez antes de tirar la silla y acomodarla a un lado de Haymitch, tomando asiento; huyó de la habitación antes de que sea demasiado tarde.

Pero hablar fue liberador, quizás es cierto quienes dicen que los secretos pesan y vuelven tu cuerpo más lento, cuando no tuve nada que esconder... sentí que quizás podría comenzar a sanar, aunque fuese lento, aunque jamás estuviese bien del todo, aunque nada soluciona la pérdida, aunque las pesadillas todavía me persigan.

-Quiero lasaña -la voz de Finnick llega a mis oídos varias semanas más tarde de mi rescate, cuando mi vida en el distrito trece comenzaba a parecer cotidiana, elevo una ceja

Imperfecta | Los juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora